Por Emmanuel
Sicre sj
“Tudo que faço ou medito
Fica sempre na metade.”
(Todo lo que hago o
medito
Queda siempre a la mitad).
F.
Pessoa
Cuando
uno tiene la experiencia de acercarse al algo desconocido surge con frecuencia
un sentimiento de temor, acompañado de desconfianza y curiosidad al mismo
tiempo. A nivel mental, personal, o ante situaciones raras lo primero que uno
ve venir desde adentro es cierta resistencia. Es lógico que esto suceda en un
principio porque es el trabajo de la conciencia. El tema es cuando una vez que,
enfrentados a aquello, se nos pide una respuesta. Es aquí cuando uno se
pregunta: ¿qué significa ser/estar
abierto o cerrado? ¿Con qué criterios podremos decirnos abiertos al mundo,
al otro, a lo divino?
Es
común entre nosotros etiquetar ideológicamente personas, instituciones, opiniones
o creencias como abiertas cuando
manifiestan cierto progresismo en las ideas, o en sus actitudes más bien
desafiantes y controvertidas, o cuando rompen algún molde social ‘abriendo’
nuevos horizontes.
Pero
también hablamos de cerradas cuando
prefieren temerosamente no sumarse a los cambios, o quedarse aferradas con
reciedumbre a ciertos modelos y costumbres sin explorar las novedades, ni dejar
que nadie les toque sus certezas atesoradas con el paso del tiempo.
Quizá
no debería incumbirnos tanto esto porque cada quien tiene el derecho a
relacionarse con la realidad como le salga y dando la batalla que tenga que dar.
Pero sí sería útil que tratáramos de descubrir, para crecer en nuestro modo de
relacionarnos, si es algo humanizante o no. Aquí podría haber un primer
criterio a considerar. Porque, para ser más fieles a la realidad que se percibe
a diario, bien notamos que hay muchos
“abiertos” inhumanos, y muchos “cerrados” compasivos, y viceversa.
Esto
me lleva a pensar que, si bien no puedo escapar siempre de las ideologías,
porque se trata de la instancia donde el pensar se conjuga con nuestros afectos
al tomar una dirección verbal y comunitaria, es necesario cuidar el modo en que establecemos esta relación con el
otro y con el punto de vista con el cual no empatizamos. En este sentido,
podremos descubrir que estamos ideologizados cuando seamos incapaces de la
autocrítica y de movernos de nuestro punto de vista. Cuando concebimos nuestra
creencia como un todo cerrado con un moño. Pero lo cierto es que si no vemos el
espacio abierto que siempre existe, perdemos la posibilidad de crecer.
Por
ello:
-
Abiertos a lo humanizante y cerrados
a lo deshumanizante
significaría priorizar ante todo, lo
vivo en el ser humano (que no es lo mismo que lo que abstractamente decimos
con “vida humana”). Me refiero a tomar conciencia de aquello que me reclama, que me hace pensar, y que late dentro de nosotros y del mundo, especialmente activado por el sufrimiento
propio y ajeno. Es decir, cuando algo me duele me está señalando la vida
que hay en mí.
-
Abiertos a lo humanizante y cerrados
a lo deshumanizante
sería algo así como vivir en la medianía
de la búsqueda honesta (crítica) del sentido; venciendo temores paralizantes ante el error, la equivocación, el
desacierto; confiando profundamente
en el ser humano que somos cada uno; aceptar que hacemos lo posible y nada más; y arriesgando la imagen de nosotros mismos al renunciar muchas veces
a nuestro punto de vista pero no a nuestra fidelidad. En el fondo es saber
aquello que dicen decía Tomás de Aquino “que haya una verdad es indudable, que
alguien la posea es inconcebible”.
-
Abiertos a lo humanizante en
todos los niveles:
en lo personal, en la relación con los afectos propios y ajenos, en la
vinculación con Dios y con las propias posibilidades, en las mediaciones institucionales a las que pertenezco y en los
controles que me son dados ejercer. Cerrados
a lo deshumanizante y no a los que creo inhumanos porque sólo me
está permitido clausurar las puertas (y no para toda la vida) al otro cuando me
hace violento a mí mismo, cuando me deshumanizo. Muchas veces no
estamos preparados para todo y allí necesitamos la paciencia y la humildad de
aceptar que salvar el mundo no nos corresponde.
-
Abiertos a lo humanizante y cerrados
a lo deshumanizante significa
también cultivar una disposición a la perspectiva, sobre
todo histórica, temporal además de espacial. Porque al tomar distancia de la
realidad concreta podemos oxigenar los ambientes embotados de ideología y
pensar y actuar transformando.
Está comprobado que lo profundo emerge en el decantamiento del tiempo, lo violento
es fruto de la velocidad manipuladora e inmoral. Y esto porque la “aperturidad” es hija de la libertad. Esa
que solo brota cuando la grieta de nuestra existencia le permite manifestarse
como es y entrar en contacto con la libertad del Espíritu que nos soporta.
Gracias !!!
ResponderEliminar