sábado, 28 de octubre de 2023

¡QUE SE AMEN!

 


Por Emmanuel Sicre, sj


Con el amor del Padre, 
con el amor de Jesús que conocemos en cada cruz que llevamos. 
Como puedan, como les salga, pero que se amen
Con sus neurosis y sus mezquindades, 
pero que se amen
Con sus caídas y agachadas, 
pero que se amen.
Con sus silencios y perplejidades, 
pero que se amen.
Con las extrañezas de toda vida, 
pero que se amen.
Con la fuerza del tiempo sanador, de los abrazos restauradores, con las charlas 
que devuelven el flujo del amor del Espíritu.
Que se amencomo sea, 
pero que se amen.
Y entonces habrá frutos duraderos de paz, justicia y hermandad, en un mundo que, al parecer, 
ama odiarse. 
Habrá un mundo de amigos, de amantes.




sábado, 7 de octubre de 2023

ADUEÑARSE Y DESCARTAR LO DE DIOS

 Domingo 27º del Tiempo Ordinario - Ciclo A

Homilía. P. Emmanuel Sicre, SJ

 Escuchen otra parábola: Un hombre poseía una tierra y allí plantó una viña, la cercó, cavó un lagar y construyó una torre de vigilancia. Después la arrendó a unos viñadores y se fue al extranjero. Cuando llegó el tiempo de la vendimia, envió a sus servidores para percibir los frutos. Pero los viñadores se apoderaron de ellos, y a uno lo golpearon, a otro lo mataron y al tercero lo apedrearon. El propietario volvió a enviar a otros servidores, en mayor número que los primeros, pero los trataron de la misma manera. Finalmente, les envió a su propio hijo, pensando: "Respetarán a mi hijo". Pero, al verlo, los viñadores se dijeron: "Este es el heredero: vamos a matarlo para quedarnos con su herencia". Y apoderándose de él, lo arrojaron fuera de la viña y lo mataron. Cuando vuelve el dueño, ¿qué les parece que hará con aquellos viñadores?» Le respondieron: «Acabará con esos miserables y arrendará la viña a otros, que le entregarán el fruto a su debido tiempo». Jesús agregó: «¿No han leído nunca en las Escrituras: "La piedra que los constructores rechazaron ha llegado a ser la piedra angular: esta es la obra del Señor, admirable a nuestros ojos"? Por eso les digo que el Reino de Dios les será quitado a ustedes, para ser en
tregado a un pueblo que le hará producir sus frutos». Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír estas parábolas, comprendieron que se refería a ellos. Entonces buscaron el modo de detenerlo, pero temían a la multitud, que lo consideraba un profeta. 
Mateo (21,33-43)

 

¡Qué bronca dan estos tipos!, ¿no? ¡Cómo van a hacer eso! ¿Por qué? Y sí, quizá más de uno se pregunta algo de esto o tiene estos sentimientos ante tanta agresión que revela la parábola de Jesús a los sacerdotes y ancianos del pueblo. Como siempre sucede, Jesús quiere transmitir algo con la parábola según a quién se la dedica. En este caso, sus destinatarios se comportarían como los villanos de la historia relatada. Pero, ¿dónde radica la maldad de estos hombres?

Creo que una de las razones por las que actúan así es porque se sienten dueños. Interesante cómo usa el texto el verbo apoderarse. Se apoderaron malamente de los enviados y en definitiva se hicieron dueños de la tierra que no les pertenecía. Cuando nos adueñamos de lo que es don la reacción más natural es la de creernos que nos quitan algo que hemos conseguido por nuestros propios méritos. Entonces, el sentimiento de amenaza actúa de manera irrefrenable dejándonos a la intemperie de nuestra propia existencia insegura y llena de baches. Apropiarse de lo que es herencia es desconocer su origen inmerecido, gratuito, donado.

Con Dios, con la Iglesia, con las cosas de la fe y la religión puede pasarnos lo mismo que a aquellas personas de la época de Jesús -y después también- que se hicieron dueñas de una Verdad que nadie puede poseer por su propio mérito, guardianes de esencias inapresables con las que se las dan de sabios rebajando a los demás con comentarios enjuiciadores de la moral ajena, sabuesos de los errores de los otros para condenar ni lo que Dios condena. Y así vamos matando los signos de Dios, sin caer en la cuenta de su procedencia porque tememos que nos quiten lo que no hemos logrado.

Sin embargo, los mismos adueñados, en un primer momento, caen en la trampa de la parábola de Jesús. Se indignan con una actitud de los villanos que, de tan ciegos, ni se dan cuenta de que los refleja en su accionar. Jesús vuelve a la carga y los enfrenta directamente para que reaccionen. La herencia les será quitada porque no han sabido dar frutos de misericordia. Y en vez de convertirse, se enojan y buscan la manera de concluir la parábola con el mismo Jesús, aunque aún falte para apresarlo todavía. La parábola de Jesús se cumpliría en ellos finalmente.

Pero lo cierto es que Dios siempre tiene un as bajo la manga. Su lógica es la de darlo todo, envía hasta a su hijo a riesgo de perderlo todo, pero claro, como siempre, al darlo todo, gana todo. Nos gana a todos nosotros para su Reino, nos libera, nos perdona y nos redime por los méritos de uno de los nuestros, Jesús, que siendo hombre se revela Dios al transparentar la infinita compasión del Padre por sus hijos e hijas.

En el misterio de Dios lo que se pierde se gana, lo que se desecha es lo importante, lo que se descarta resulta valioso, lo pobre es lo más rico. Entonces, ¿qué será aquello que en nuestra vida andamos descartando? ¿No andará Dios por ahí? Si la piedra que los sabios constructores no se dieron cuenta estaban ignorando como la más importante, ¿resulta ser aquella con la que Dios quiere revelarnos su amor?

Contemplemos nuestro dinamismo de descarte para sumarnos a la lógica del rescate de Dios y entonces podremos vivir el Reino, entonces la Casa Común no gritará de dolor y nuestros hermanos y hermanas que viven descartados podrán recibir la misericordia que viene de la caridad de los que se saben herederos de un sueño hermoso y valiente: el Reinado de Dios en la vida de todas las personas del mundo.