viernes, 2 de mayo de 2025

A 20 años de "La Nación por construir" de Mons. Bergoglio, SJ

Utopía-pensamiento-compromiso 


Por Emmanuel Sicre, SJ para Fundación Poliedro


En primer lugar, vale decir que
el texto que le ayudaron a construir al entonces Monseñor Bergoglio no es fruto de la adoración idolátrica a un sujeto, sino la composición de un mosaico de conceptos profundamente fecundos, llenos de sabiduría social y espiritual. Esto es, conceptos que se inspiran en el movimiento dialéctico del corazón atento de un pastor que ejercita una contemplación activa de la realidad y del pensamiento amasado de lecturas, inspiraciones, escuchas, desarrollos personales y herencias académicas. 

Bergoglio se muestra en este texto como un pastor que reflexiona, pero que, sobre todo, estimula a pensar con un lenguaje que combina la exigencia intelectual -”punto de vista fenoménico”, “significación homogeneizante”, “unidad plurifacética”- con la expresión sencilla de un tango como Cambalache o por ejemplo: “consumidores de mercancías”; y la plasticidad poética de la metáfora bien diseñada: “la zaranda de la caprichosa, fría y calculadora economía de mercado”, o el oxímoron cargado de novedad: “ingenuidad valorativa”, “idiotez alegre”. Bergoglio en esta alocución es pastor, pensador, orador, profeta y político. Un poeta social, como él mismo dice siendo papa. 

Por otro lado, se revela en su composición su forma de pensar en tres tiempos tan típicamente suya y me animo a decir también jesuítica. Realidad, historia, promesa. Presente, pasado y futuro. Dónde estamos, de dónde venimos y hacia dónde vamos. La crisis-encrucijada, el camino y el rumbo. Las 3 causas de la orfandad: discontinuidad de la memoria, desarraigo (también en 3: espacial, existencial, espiritual), caída de las certezas. La unidad del pueblo en 3 movimientos: memoria de las raíces, coraje frente al futuro, captación de la realidad presente. 

Sin embargo, se hace necesario ir más allá de los aspectos formales para no caer en una descripción empalagosa y reiterativa. La lectura atenta del texto me resuena haciéndose eco en 3 aspectos que me gustaría compartir: 

  • “20 años no es nada” como canta Gardel en Volver. Hoy recibimos este texto casi en un mismo presente de encrucijada y crisis social, espiritual, moral, ¿aumentada? ¿agudizada? ¿diversificada más aún? No lo sé, lo cierto es que la historia es un concepto vivo y por eso inmenso, difícilmente manipulable. El hecho de volver a leer estas reflexiones 20 años después se convierte en un ejercicio de contemplación de la realidad muy rico, porque nos muestra que la historia es lo que sucede cuando observamos hacia atrás al detenernos para mirar la continuidad y no creernos inventores del agua tibia. Una mirada a estos últimos veinte años puede hacernos cantar un tango, pero también puede hacernos ver esta historia que estamos escribiendo con una mirada esperanzada. ¿Nos será posible? Bergoglio coquetea con miradas pesimistas de la realidad como cuando comenta que alguien le dijo que la Argentina es como la mujer encorvada del evangelio (Lc 13,10-17) que se mira en vientre incapaz de ser fecundo, pero dice al mismo tiempo que no le gusta, que no comparte esa concepción. ¿Para qué traerla entonces? Él también parece vivir ese horizonte del pesimismo bien descrito, el análisis fenomenológico del desastre, la ciencia del escepticismo; sin embargo, continúa su reflexión, su aporte, su incansable insistencia en seguir adelante. Así lo hace hoy desde la sede de Pedro en Roma: una Iglesia hospital de campaña, en salida, misionera, samaritana, accidentada, abierta a todos, todos, todos. Y esto es difícil, incómodo, apasionante. 

  • De ahí la importancia del concepto de utopía. ¿Qué esperamos de nuestro futuro? ¿Hacia dónde queremos ir? Claro que la conexión con las raíces nos dará un rumbo. Bergoglio mira la historia en el sentido bíblico de la palabra, como historia de salvación. Su mirada de la historia de un pueblo siempre contempla a Dios en medio, sin dejarse poseer por nadie, pero acompañando a todos. En este contexto el espíritu puede soplar donde quiera entre nosotros, como le hace ver Jesús a Nicodemo en Jn 3. Por eso, la utopía social no tiene dueño, es de la comunidad, del pueblo, de la nación. No tiene voceros, tiene voces, tiene profetas, trabajadores, caminantes que construyen mientras vamos de camino. Animadores que piden avanzar y no volver atrás. He aquí uno de los malestares de nuestra época. Somos, como señala Bauman, una sociedad nostálgica, temerosa del futuro y por eso se vuelve, se regresa a lo conocido, a lo que le permita sobrevivir sin arriesgar. Volvemos a los autoritarismos que nos garanticen direcciones rápidas, a las tribus que nos segregan, a las desigualdades que nos dividen, al seno materno que nos resguarda. Al decir del Papa Francisco, en vez de caminar hacia la Promesa de que Dios estará con nosotros hasta el fin del mundo, el “indietrismo” -el ir para atrás- nos convierte en seres timoratos, faltos de parresía, violentos, cuidadores de la pureza ideológica y moral, pero descuidando la sociedad de otras contaminaciones más nocivas aún como el individualismo, el materialismo sin trascendencia y la ignorancia arrasadora. ¿Se puede soñar con un mundo distinto? ¿Qué forma de considerar la historia podrá inspirarnos hacia adelante? 

  • Por último, no es posible una nación sin escucha, sin un diálogo abierto que nos permita una “unidad plurifacética”, poliédrica, al decir de este tiempo de la Iglesia, sinodal. La capacidad de diálogo es un arte que debemos cultivar en un contexto cada vez más caracterizado tanto por la palabra automatizada y sin alma de un avatar creado con IA, como por el cercenamiento de los espacios para la conversación. Nos hace falta conversar más, escuchar mejor, animarnos a expresarnos con palabras que no golpeen, ni violenten, palabras que no sean gritos, puños hacia el otro. El arte de la conversación nos exige aprender a escuchar de una manera permeable como sucede con Jesús ante la sirofenicia (Cf. Mc 7) que lo lleva a ampliar su mirada sobre la salvación universal, así como una escucha activa que busque comprender, aún cuando no pueda justificar o aceptar el punto de vista contrario. Si no la escucha blindada o ideológica puede convertirnos en aulladores sociales sin destino. Una especie de bomba de estruendo que suena inesperadamente.

Por eso, agradezco y celebro instancias de conversación como estas que nos permiten reconectarnos para mirar hacia adelante con esperanza, retomando el camino de quienes nos precedieron y nos legaron esta oportunidad, así, cuando nos toque irnos podamos haber heredado algo de tanto que hemos recibido, en especial, a los más desposeídos y a los más jóvenes. 


PALABRAS DEL HIJO MENOR DESPUÉS DE UN TIEMPO CON SU PADRE

por Emmanuel Sicre, SJ


Amo la misericordia con que me amas,
la paciencia con que me esperas, 
el dolor con que sufres mis distanciamientos, 
la mirada tierna ante mis fragilidades, 
la caricia serena cuando me arrebato,
el susurro cálido cuando desespero, 
la atención con que me ves jugar con fuego, 
y el abrazo cuando me quemo. 

Amo tus desconciertos y que me dejes sin palabras 
tanto como las luces con las que te me revelas, 
tu expectativa dedicada a las rendijas 
y la pasión por entrar cuando te abrimos.

Amo que ames lo que en mí detesto,
así me enseñas a amarme de verdad 
y por completo. 

Amo que me invites a mirarte con dulzura 
a considerarme parte de ti, 
a ser familia tuya.
 
Amo que desees estar conmigo 
aún cuando te aparto y no te quiero, 
sé que no es de buenos amigos.
 
Amo que no me toque lo que merezco por mis pecados 
y que tu gracia supla permanente el aleteo de mis vuelos. 

Amo tu perdón, no sé dármelo solo. 
Así como que me enseñes a perdonar a otros 
al ayudarme a olvidar sus fallos.


Amo que ames mi debilidad y la seduzcas con tu pobreza 
porque solo así puedo reconocer mis mezquindades 
llenas de autosuficiencia y derroche de lo verdadero. 

Por eso, Padre, fuente de toda ternura, 
quiero pedirte perdón 
porque no sé vivir con tanto desborde,
no sé responder a tanto bien, 
al menos, con un poco de bien. 

Perdón por dejarte pagando,
por hacerte esperar 
y mirar con desdén cuando te me das. 
 
Me apena clavarte el visto 
cuando me llamas a verte 
desde donde no te busco. 

Me entristece que una humildad tan pura como la tuya 
se desparrame sobre mi ego 
casi como si no importara 
que caiga y se derroche... 

¡Tan inagotable sos!
¡Tan finito soy!

Padre, no puedo prometerte casi nada, 
mis fuerzas son limitadas, 
y mis talentos demasiado susceptibles a los elogios,
pero toma la vergüenza que me da 
haberme apropiado de lo que es regalo 
y convertirlo en objeto estéril de mi goce. 
Y así, de regreso como estoy, 
enciende mis deseos de ser como vos
Sin dejar de ser yo. 

domingo, 8 de diciembre de 2024

LA TENTACIÓN DE MARÍA por Martín Descalzo

José Luis Martín Descalzo 


Y, cuando Gabriel se marchó,

vino el «Otro», Satanás, y dijo:


«¿Ha de venir el ángel y yo no? Algún día

tendré entre mis manos a tu Hijo. Mis palabras

rodarán hasta Él. Panes o piedras elegirá. ¿Y tú nunca

pasarás por mis manos? ¿Más que el Hijo

has de ser? No, no tiembles. Un ángel soy,

no más. Y, si nada sabes de mí, y si mis manos

no tocaron tu alma,

pura trampa de un Dios tramposo ha sido. Pero

yo estoy en todas partes, y tu obra

se enredará como una red conmigo.



Hoy me trajo no el odio, sino la compasión.

Conozco al hombre. Sé que eres

sólo una mujer. Yo te he mirado dormir

y muchas noches me asomé hasta tu cuna de chiquilla,

oí tu respirar, tus infantiles gritos, hambre de niña,

llanto de niña que se cae, piernas

temblorosas que no saben andar y que tuvieron

que aprender. No eres ciertamente una diosa.

Y el cielo no supo protegerte de la vida.

Y he aquí que ahora, cruel, te va llevando

al dolor, ciegamente, amordazada con tanta infancia,

cual si de un juego se tratara. ¡Tiene

gracia este cielo! ¿Acaso un ángel

es una red de oscuridad y astucia?

¿Se puede así mentir, con un silencio,

callando, callando toda la verdad?


Bendita tú entre todas las mujeres, dice. Habla

de la sombra de Dios. ¿Y por qué calla

todo el dolor, los clavos, las espinas,

por qué camufla

el seco rostro del Omnipotente?

Yo sé Quién es, yo conozco sus cóleras

y ese otro vértigo más asfixiante que llama 'amor'.

¡Ah, los hombres: creéis que Dios es una rebanada

de sol, o unas cucharadas de azúcar!

Mas Dios es el terrible,

entrar en sus alcobas es bajar a la nada,

cruzar el escalón que no tiene regreso. No, no entres,

pequeña, en ese vértigo.


Ser hombre ya es hermoso,

suficientemente hermoso.

El entraría en ti como un relámpago

sin romperte ni mancharte: carbonizándote.

Tú imaginas

que te llamará 'madre' y que eso basta. Pero este

no será un hijo como todos,

nunca podrás estar segura ni de haberlo parido.

Le mirarás crecer como un extraño,

terriblemente grande para haber estado alguna vez en tu seno.

¿Crees que te amará? Seco es Dios y desierto.

El cruzará tus horas como un rayo de sol, sin abrazarte,

dejándote a la noche un hueco en cada esquina.

Y morirá.

Y tú verás su carne

repartida,

cruzada por los odios de los hombres,

goteará su sangre entre aullidos de perros,

mientras sonríen los ministros de Dios junto a su muerte.

¡Ah, un hijo así hay que sacarlo

del pedernal, o construirlo

de uñas de tigre!

¿Por qué tenía Dios que mendigar tu seno?

No entres al juego, niña. Grita

que tú quieres vivir. ¿O tanto orgullo

hay en tu corazón para creerte

capaz? Mira cómo viven los hombres

chupando su pequeña

alegría. Mira cómo tus compañeras entrelazan

juegos y besos. ¿Y tú deberías

tragar el llanto,

sólo para que Él se dé el gusto de ser hombre?

No, no entres, niña, en la trampa de Dios,

sigue,

sigue siendo feliz y humana».

***

María escuchó,

escuchaba con sus catorce años puestos en pie, crecía,

iba creciendo, bebiendo

años, estirando

su corazón

para que hallaran sitio en él todos los dolores.

«Hágase», dijo.

Y comenzó la muerte a afilar sus cuchillos,

y la traición de Judas fue creciendo

y el aire

de Palestina se enamoró del viernes,

y el Varón de dolores se hizo carne en su entraña.

sábado, 30 de noviembre de 2024

ALGUNAS NOTAS SOBRE LA ESPERANZA


Por Emmanuel Sicre, SJ

POR QUÉ TENER ESPERANZA HOY SI… 


  • todo lo que vemos pareciera llevarnos hacia la dirección contraria de una manera tan contundente, verificable, comprobable, medible.

  • cuando nos vemos a nosotros mismos como Iglesia nos vemos atrapados en las mismas dinámicas del mundo. 

  • al contemplar nuestra propia vida nos descubrimos limitados con recurrencia. 


QUÉ ES ESA ESPERANZA QUE NO NOS SUELTA A PESAR DE TODO… 


  • es una porfía, un empecinamiento algo descarado. 

  • es una confianza en la vida que se adquiere con la alternancia de la mirada copa -contemplativa- y la mirada flecha -detalles.

  • es una sabiduría del sentido que brota de la constatación del “no hay mal que por bien no venga”. 

  • es una respuesta humana, trascendente, espiritual, misteriosa ante la mecanicidad, la inmanencia, el materialismo raso y la chatura de la vida. 

  • es un hilo que nos ata a algo que está más allá de nuestra fuerza, un tránsito del yo al nosotros, una salida del ego omnipotente. 


MIREMOS LA ESPERANZA DE ALGUNOS DE LOS EVANGELIOS: 

  1. La esperanza de los pastores yendo al pesebre (Lucas 2, 8-20) ¿Qué mueve a esos hombres a caminar hacia el pesebre? ¿hay alguna esperanza escondida? 

  2. La esperanza de los magos en camino por la noche (Mateo 2, 1-12) ¿Qué esperanza guardan en sus corazones peregrinos al que dedican su búsqueda de sabiduría?

  3. La esperanza de Simeón y Ana (Lucas 2, 25-38) Simeón y Ana esperaron pacientemente la llegada del Mesías, confiando en la promesa de Dios de que verían al Salvador antes de morir. ¿Cómo es la esperanza de estos ancianos?

  4. La esperanza de los amigos del paralítico (Marcos 2, 1-12) ¿Qué esperanza los lleva al ingenio, la audacia, el arrojo, la osadía y a atravesar los obstáculos?

  5. La esperanza de Nicodemo de haber encontrado lo que buscaba (Juan 3, 1-21) ¿Cómo habrá latido la esperanza de Nicodemo mientras de noche salía de su casa al encuentro con Jesús?

  6. La esperanza a distancia del centurión romano (Mateo 8, 5-13) ¿Qué esperanza desmedida puede hacer a un no judío opresor confiar en un judío acusado de agitador?

  7. La esperanza de la hemorroísa en los flecos de Jesús (Marcos 5, 25-34) ¿Cuánta esperanza se necesita para buscar la sanación? 

  8. La esperanza de a poco del ciego en Betsaida (Marcos 8, 22-26) ¿Hay una esperanza progresiva que devuelve la visión?

  9. La esperanza del primer tiempo de la multitud que busca alimento (Juan 6, 1-14) ¿Qué esperanza mueve a un pueblo pobre?

  10. La esperanza terminal de Pedro: "¿A quién iremos, Señor?" (Juan 6, 68) ¿Qué tener ante Jesús sino esperanza en medio de la incertidumbre? 

  11. La esperanza gritada de Bartimeo (Marcos 10, 46-52) ¿Qué gritos me oigo decir u oigo de los demás clamando por una esperanza? 

  12. La esperanza de Zaqueo y su anhelo de ser visitado (Luca
    s 19, 1-10)
    ¿Qué esperanza no le teme al ridículo y abre las puertas a la generosidad?.

  13. La esperanza de la viuda y sus monedas (Marcos 12, 41-44) ¿Cómo es la esperanza de quien tiene solo a Dios?

  14. La esperanza límite del buen ladrón (Lucas 23, 39-43) ¿Cómo es la esperanza de quienes están a las puertas del cielo?

  15. La esperanza de Juan que corrió más rápido que Pedro hacia la tumba de Jesús (Juan 20, 3-8) ¿Hacia qué promesas corremos con esperanza? 

  16. La esperanza acorazonada de María (Lucas 1, 26-38) ¿Qué efectos tiene la esperanza en el plan de Dios? 


PARA ORAR: 

Dejar resonar alguno de los puntos o personajes y darse un momento de diálogo con el Señor para discernir la forma de la esperanza presente en mí. 


domingo, 3 de marzo de 2024

¿CUÁL ES LA CATEQUESIS QUE MÁS ACERCA AL MISTERIO DE JESÚS? Introducir por medio de lo visible a lo invisible

por Emmanuel Sicre, SJ. Charla espiritual ofrecida a los catequistas de la Arquidiócesis de Buenos Aires.


“Porque solamente en esperanza estamos salvados. Ahora bien, cuando se ve lo que se espera, ya no se espera más: ¿acaso se puede esperar lo que se ve? En cambio, si esperamos lo que no vemos, lo esperamos con constancia”. Rm 8, 24-25. 


Estamos inmersos en medio de un tiempo que dedica muchas energías a ver. Ver reels, ver memes, ver mensajes, ver noticias, ver artistas, ver entretenimiento, ver deportes, ver vidas ajenas, ver pasar opiniones, ver precios, ver el horror y la belleza, la tragedia y la comedia, todo como en un mismo segmento. Vemos series, vemos películas, vemos publicidades, vemos de todo. Y casi todo a través de pantallas. Este ver excesivo, desmesurado, omnipresente está “irritándonos” la vista. Los ojos se nos cansan frente a los dispositivos. Y, al mismo tiempo, nos estamos convirtiendo en una sociedad de espectadores, en muchos aspectos, más pasiva y adormecida frente a lo que ve

Paradójicamente, todo lo que entra por nuestros ojos está dejándonos cada vez más ciegos. Tal como sucede con todo consumo excesivo que embota los sentidos hasta hacerlos dóciles a cualquier cosa, menos a su verdad. Como consecuencia la vista se ha anestesiado frente a lo invisible. Al no poder detenernos a mirar, los ojos sólo ven y no pueden trascender lo que ven, es decir, ya no contemplan, ya no miran, ya no se cierran para ver en la oscuridad lo que no se puede percibir en la luz. Lo invisible se está convirtiendo en algo sin entidad. No damos ningún crédito a lo que no se ve, a lo que no ha sido capturado por alguna cámara. Y así se están deprimiendo nuestras palabras, nuestras habilidades para imaginar, para crear desde el contacto con la profundidad de las historias. A mayor visibilidad, mayor ocultamiento también. A mayor exhibición, menor revelación. Si no se ve, no existe, parece decir la sociedad contemporánea. 

De ahí tantos esfuerzos para estetizar todo, hasta la crueldad y la malicia, sólo a través de una estética es posible hacer agradable a la vista que la dignidad de las personas sea degradada y a la vez expuesta como un producto de consumo visual. El retrato de la crueldad en un formato bello, bien editado, hace que se desdibuje nuestra percepción de un hecho para convertirlo en una lejanía, o en una venganza, o en un alivio. Piensen en la estética de la guerra, por ejemplo. 

Los invito a pensar un ratito en silencio ¿de qué cosas se llenan mis ojos a diario? 

Sin embargo, lo invisible es tan real como lo visible. No porque no lo veamos no existe. Lo que sucede es que de lo visible podemos hablar, opinar, contrastar y de lo invisible sólo podemos inventar, crear, suponer, intuir. O lo que es más saludable, creer. 

Creo que en este tiempo en que lo visible nos adormece tenemos que apostar a lo invisible y aquí considero que está la catequesis que más acerca al misterio de Jesús. 

La catequesis que más nos acerca al misterio de Jesús es aquella que va introduciendo por medio de lo visible a lo invisible, como cuando el Resucitado les parte el pan a los discípulos del camino de Emaús en Lc 24, 30-31: “Y estando a la mesa, tomó el pan y pronunció la bendición; luego lo partió y se lo dio. Entonces los ojos de los discípulos se abrieron y lo reconocieron, pero él había desaparecido de su vista.” se había vuelto invisible. Esta es mi mayor certeza hoy. Estoy convencido de que debemos encariñarnos con esa posibilidad que tenemos de introducir en el misterio para que la fe permanezca creciendo en la vida de las personas a las que queremos compartirles a Jesús. 

Dios es invisible, pero no del todo. La invisibilidad de Dios no es algo que lo haga inaccesible, lejano, o distante; es una invisibilidad que posibilita otro modo de ver activando la capacidad de ser conscientes de una Presencia. Es un invisible perceptible. Jesús se hace Presencia para los ojos anhelantes (“si esperamos lo que no vemos, lo esperamos con constancia”, dice san Pablo. Rm 8, 25). Cuando estamos pendientes de lo invisible de Dios es cuando se nos manifiesta más claramente en la realidad, en la vida, en la historia. Por eso debemos confiar en que su presencia resucitada está gravitando en todos lados esperando ser descubierta. Como si jugáramos a la escondida y le dijéramos a Dios: “ahí estás” “Piedra libre”. O más poéticamente como decía san Juan de la Cruz al comienzo del Cántico Espiritual: “¿Adónde te escondiste,/Amado, y me dejaste con gemido?”

Cada acción que desarrollemos en la catequesis tiene que apuntar a lo invisible, debería estar diseñada para lo oculto, señalando lo escondido del misterio de Dios en la vida inabarcable. Entonces, todo se convertirá en pedagogía del misterio, es decir, en una mistagogía. Cuando juguemos, cuando cantemos, cuando diseñemos espacios, cuando hagamos un altar, cuando leamos la Palabra, cuando enseñemos una oración para aprender de memoria, cuando hagamos una ronda, cuando pintemos, cuando bailemos, cuando abordamos algunas de las verdades de nuestra fe tan rica, nunca dejemos de pensar en eso invisible perceptible adonde tienen que conducir todos nuestros esfuerzos. ¿De qué serviría una catequesis que se ponga contenta sólo porque “nos salió bien el encuentro”, si no se movieron las cuerdas invisibles del espíritu al prepararla, llevarla a cabo y después de cerrarla? 

Los invito a recordar aquellos encuentros más jugosos de su experiencia: ¿Qué pasó allí? ¿Qué se movió adentro?

Me imagino que muchos de nuestros esfuerzos en la catequesis se encuentran yendo y viniendo en relación a 2 énfasis: 

  1. La transmisión de los contenidos de la fe: es decir, quién es Jesús, qué es el Reino, qué es la historia de la Salvación, el pecado, la Pascua, los símbolos y rituales que narran lo de Dios en la liturgia. La Iglesia. La doctrina, la tradición, los elementos básicos del lenguaje religioso y un largo etcétera.

  2. La transmisión de la fe a partir de experiencias: es decir, la oración, el despertar a la conciencia del amor incondicional de Dios frente a nuestras debilidades y pecados, las misiones populares que abren a Dios a través del ser recibidos, la vida de comunidad, el compartir fraterno. La caridad concreta en el contacto con quienes sufren, los voluntariados, los servicios que hermanan en el dolor y saca de la zona de confort por amor a Dios. 

En este sentido, dice Juan Carlos Carvajal que “En los últimos decenios, en un continuo vaivén no exento de polémica, la Iglesia ha hecho pivotar la transmisión de la fe bien sobre una catequesis meramente doctrinal bien sobre una catequesis llamada de la experiencia. Es verdad que ambas acentuaciones, de algún modo, se justifican por el contexto socio-religioso al que tratan de responder; pero el hecho es que ninguna de las dos, quizás por su polarización y por la parte que ignoran, han logrado los resultados esperados.” (Carvajal Blanco, El catequista, mistagogo de la fe, 140)

Lo que me he preguntado al ver esta polaridad de nuestras catequesis es qué podría unirlas, qué se necesita para ir más allá de uno u otro énfasis. Y aquí es donde creo que hay que apostar por una catequesis del misterio de Jesús. Una catequesis que asuma el resonar de la voz de Dios como un misterio inagotable que envuelve toda la vida de una persona que, al desarrollarse, va encontrando cómo ese misterio se hace presente sin estancarse. 

Los invito a preguntarse: ¿hacia dónde se inclinan más mis encuentros de catequesis: hacia los contenidos o hacia las experiencias? 

Al querer conducir hacia lo invisible del misterio de Jesús quisiera compartirles una búsqueda personal. Hace un tiempo vengo haciéndome eco de aquella idea de que lo que más necesitamos son buenas preguntas más que respuestas. El Papa advierte el problema de dar respuestas a preguntas que nadie se hace: “Tengan el oído atento para no dar respuestas a preguntas que nadie se hace ni decir palabras que a nadie le interesa escuchar ni sirven”. (Mensaje del Santo Padre Francisco Al Forum Internazionale di Azione Cattolica. 27/11/22). 

En este sentido, creo que existe un tipo de preguntas que debemos cultivar. Las preguntas mistagógicas. Son preguntas que ayudan a esto de introducir en el mundo de lo invisible perceptible, podríamos decir. Como sabemos por el Principito: “lo esencial es invisible a los ojos”, pero también es esencial lo invisible. Allí está todo el mundo de la interioridad que no se ve, pero se vive, que no se puede organizar demasiado, pero se puede contemplar y leer desde adentro si tenemos las preguntas adecuadas para hacerlo. 

Comentando el pasaje que Jesús refiere la historia del rico y el pobre Lázaro (Lc 16, 19-31), Francisco dice que el rico quizá fue un hombre bueno, religioso, que conocía la catequesis, pero su catequesis no lo habilitó para ver al hermano solo y llagado a la puerta de su casa. La incapacidad para ver a los hermanos, es la misma que tenemos con Dios. Me quedo pensando: ¿Qué preguntas le hubieran venido bien al rico para despertar su mirada hacia los demás y por tanto hacia Dios? 

Les quiero ofrecer una forma concreta y pedagógica de acercarse a lo invisible perceptible cada vez que puedan. Se trata de destinar algún minuto, uno, dos, tres, los que puedas, pero cada vez que hayas terminado un episodio de tu catequesis -o de cualquier acción-, hacés una pausa con preguntas, un detenerse, un parar la pelota y ver más allá. No dejes que se te escurra de entre los dedos lo que acabas de vivir porque nuestra interioridad es como un cuenco, un recipiente donde la gracia está a salvo y puede derramarse dejando sus rastros (“Hazte capacidad que yo me haré torrente” Santa Catalina). Si tu catequesis ha sido eco de la Palabra con mayúscula, entonces algo tiene que haber resonado, si no, hay que volver a intentarlo. ¿Qué preguntas hacerse en esa pausa? por ejemplo: 

¿Por dónde anduvo Dios en esta actividad? ¿Qué intuí de Jesús? ¿Qué me hizo sentir? ¿Qué me pasó por la mente y/o el corazón? ¿A qué me mueve todo esto?... 

3 claves para preguntar: 

  • Mente: Algunas preguntas pueden ir más orientadas a saber, a conocer, a aprender más del misterio. Son preguntas que apuntan a lo que hemos descubierto a través de un momento de catequesis. 

Pero no hay que dejar de pasar por el…

  • Corazón: estas son las preguntas que apuntan a la vivencia, a la interioridad, a lo que sentimos, a las emociones, a las sensaciones que no nos dejan mentir, 

de modo tal que luego podamos hacer algo con todo lo vivido:

  • Manos: son las preguntas en torno a la libertad que queda invitada, seducida por el misterio y quiere moverse en esa dirección. 

Si cada vez que se produjo el encuentro en la catequesis nos proponemos dejar que aflore el misterio, lo que se abrió, aquello que nos dejó anhelantes, entonces estará la alegría y el consuelo que nace de ese contacto con algo que nos permite acceder a lo invisible perceptible de la Presencia de Dios.

Al contrario de lo que se podría pensar, este momento que les propongo no es para cerrar, sino para dejar abierto, para activar el deseo de más, sin dar de más, para llevar al umbral de lo divino, para suscitar el asombro. 

¿Quieren que lo practiquemos? 

MENTE: ¿qué descubrí?

CORAZÓN: ¿qué sentimientos me genera?

MANOS: ¿a qué me invita?

Gracias


En su Evangelii Gaudium Francisco destaca en el número 166. "Otra característica de la catequesis, que se ha desarrollado en las últimas décadas, es la de una iniciación mistagógica,que significa básicamente dos cosas: la necesaria progresividad de la experiencia formativa donde interviene toda la comunidad y una renovada valoración de los signos litúrgicos de la iniciación cristiana. Muchos manuales y planificaciones todavía no se han dejado interpelar por la necesidad de una renovación mistagógica, que podría tomar formas muy diversas de acuerdo con el discernimiento de cada comunidad educativa. El encuentro catequístico es un anuncio de la Palabra y está centrado en ella, pero siempre necesita una adecuada ambientación y una atractiva motivación, el uso de símbolos elocuentes, su inserción en un amplio proceso de crecimiento y la integración de todas las dimensiones de la persona en un camino comunitario de escucha y de respuesta."