sábado, 28 de octubre de 2023

¡QUE SE AMEN!

 


Por Emmanuel Sicre, sj


Con el amor del Padre, 
con el amor de Jesús que conocemos en cada cruz que llevamos. 
Como puedan, como les salga, pero que se amen
Con sus neurosis y sus mezquindades, 
pero que se amen
Con sus caídas y agachadas, 
pero que se amen.
Con sus silencios y perplejidades, 
pero que se amen.
Con las extrañezas de toda vida, 
pero que se amen.
Con la fuerza del tiempo sanador, de los abrazos restauradores, con las charlas 
que devuelven el flujo del amor del Espíritu.
Que se amencomo sea, 
pero que se amen.
Y entonces habrá frutos duraderos de paz, justicia y hermandad, en un mundo que, al parecer, 
ama odiarse. 
Habrá un mundo de amigos, de amantes.




sábado, 7 de octubre de 2023

ADUEÑARSE Y DESCARTAR LO DE DIOS

 Domingo 27º del Tiempo Ordinario - Ciclo A

Homilía. P. Emmanuel Sicre, SJ

 Escuchen otra parábola: Un hombre poseía una tierra y allí plantó una viña, la cercó, cavó un lagar y construyó una torre de vigilancia. Después la arrendó a unos viñadores y se fue al extranjero. Cuando llegó el tiempo de la vendimia, envió a sus servidores para percibir los frutos. Pero los viñadores se apoderaron de ellos, y a uno lo golpearon, a otro lo mataron y al tercero lo apedrearon. El propietario volvió a enviar a otros servidores, en mayor número que los primeros, pero los trataron de la misma manera. Finalmente, les envió a su propio hijo, pensando: "Respetarán a mi hijo". Pero, al verlo, los viñadores se dijeron: "Este es el heredero: vamos a matarlo para quedarnos con su herencia". Y apoderándose de él, lo arrojaron fuera de la viña y lo mataron. Cuando vuelve el dueño, ¿qué les parece que hará con aquellos viñadores?» Le respondieron: «Acabará con esos miserables y arrendará la viña a otros, que le entregarán el fruto a su debido tiempo». Jesús agregó: «¿No han leído nunca en las Escrituras: "La piedra que los constructores rechazaron ha llegado a ser la piedra angular: esta es la obra del Señor, admirable a nuestros ojos"? Por eso les digo que el Reino de Dios les será quitado a ustedes, para ser en
tregado a un pueblo que le hará producir sus frutos». Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír estas parábolas, comprendieron que se refería a ellos. Entonces buscaron el modo de detenerlo, pero temían a la multitud, que lo consideraba un profeta. 
Mateo (21,33-43)

 

¡Qué bronca dan estos tipos!, ¿no? ¡Cómo van a hacer eso! ¿Por qué? Y sí, quizá más de uno se pregunta algo de esto o tiene estos sentimientos ante tanta agresión que revela la parábola de Jesús a los sacerdotes y ancianos del pueblo. Como siempre sucede, Jesús quiere transmitir algo con la parábola según a quién se la dedica. En este caso, sus destinatarios se comportarían como los villanos de la historia relatada. Pero, ¿dónde radica la maldad de estos hombres?

Creo que una de las razones por las que actúan así es porque se sienten dueños. Interesante cómo usa el texto el verbo apoderarse. Se apoderaron malamente de los enviados y en definitiva se hicieron dueños de la tierra que no les pertenecía. Cuando nos adueñamos de lo que es don la reacción más natural es la de creernos que nos quitan algo que hemos conseguido por nuestros propios méritos. Entonces, el sentimiento de amenaza actúa de manera irrefrenable dejándonos a la intemperie de nuestra propia existencia insegura y llena de baches. Apropiarse de lo que es herencia es desconocer su origen inmerecido, gratuito, donado.

Con Dios, con la Iglesia, con las cosas de la fe y la religión puede pasarnos lo mismo que a aquellas personas de la época de Jesús -y después también- que se hicieron dueñas de una Verdad que nadie puede poseer por su propio mérito, guardianes de esencias inapresables con las que se las dan de sabios rebajando a los demás con comentarios enjuiciadores de la moral ajena, sabuesos de los errores de los otros para condenar ni lo que Dios condena. Y así vamos matando los signos de Dios, sin caer en la cuenta de su procedencia porque tememos que nos quiten lo que no hemos logrado.

Sin embargo, los mismos adueñados, en un primer momento, caen en la trampa de la parábola de Jesús. Se indignan con una actitud de los villanos que, de tan ciegos, ni se dan cuenta de que los refleja en su accionar. Jesús vuelve a la carga y los enfrenta directamente para que reaccionen. La herencia les será quitada porque no han sabido dar frutos de misericordia. Y en vez de convertirse, se enojan y buscan la manera de concluir la parábola con el mismo Jesús, aunque aún falte para apresarlo todavía. La parábola de Jesús se cumpliría en ellos finalmente.

Pero lo cierto es que Dios siempre tiene un as bajo la manga. Su lógica es la de darlo todo, envía hasta a su hijo a riesgo de perderlo todo, pero claro, como siempre, al darlo todo, gana todo. Nos gana a todos nosotros para su Reino, nos libera, nos perdona y nos redime por los méritos de uno de los nuestros, Jesús, que siendo hombre se revela Dios al transparentar la infinita compasión del Padre por sus hijos e hijas.

En el misterio de Dios lo que se pierde se gana, lo que se desecha es lo importante, lo que se descarta resulta valioso, lo pobre es lo más rico. Entonces, ¿qué será aquello que en nuestra vida andamos descartando? ¿No andará Dios por ahí? Si la piedra que los sabios constructores no se dieron cuenta estaban ignorando como la más importante, ¿resulta ser aquella con la que Dios quiere revelarnos su amor?

Contemplemos nuestro dinamismo de descarte para sumarnos a la lógica del rescate de Dios y entonces podremos vivir el Reino, entonces la Casa Común no gritará de dolor y nuestros hermanos y hermanas que viven descartados podrán recibir la misericordia que viene de la caridad de los que se saben herederos de un sueño hermoso y valiente: el Reinado de Dios en la vida de todas las personas del mundo.

 

miércoles, 30 de agosto de 2023

JOSÉ LUIS LAZZARINI, SJ: MISTAGOGO Y MAESTRO

 

 

“Azulea el jacarandá

el cielo cuelga de las ramas en despojo.

¿Se ha descorrido el velo?”

 

Lucho

 


Dicen que la noche antes de morir,
Lucho se despidió con un “hasta mañana o hasta la eternidad”. Y sí, él tenía esas salidas ingeniosas de las que hay centenares en nuestra jerga jesuítica comunitaria. Esta, en particular, nos puede ayudar a conocer ese “entre” en el que le gustaba vivir. Me refiero a su amistad con el Misterio de la vida, del Reinado de Dios, de este estar, de alguna manera, aquí y allá simultáneamente.

 

Lucho fue maestro de muchas generaciones de jesuitas, religiosos/as y laicos/as, pero también fue maestro de muchas cosas de la vida espiritual, del compromiso social e intelectual con el que asumir la vida. Amante de las buenas conversaciones, se sentaba en la sala de comunidad del Colegio Máximo o del Salvador después del almuerzo o la cena y hacía que la gente se reuniera. Su presencia divertida, alegre y socarrona lograba despertar más de una sonrisa, o el interés por algo de la actualidad; también sumaba un comentario culto trayendo algún mito o poema, o el título de un libro o la referencia a cierto autor; a menudo, dejaba flotando en la atmósfera un pensamiento de esos que necesitan tiempo para procesarse. Lucho te exponía con su mirada al “entre”, ese que te evitaba ser arrastrado por un realismo sin salida para dejarte ante las puertas de una perspectiva nueva, abierta al Misterio.

 

En sus charlas, clases, homilías, puntos de Ejercicios o cursos hacía gala de sus dotes declamatorias, de su amor por el teatro, la música, la literatura, el arte, la historia, el humor y el buen decir. “Lazzarini no se repite”, decía jocosamente alardeando su creatividad inagotable. Fiel a una antropología tripartita propia de los Padres de la Iglesia, su método de meditación trascendental, te hacía siempre disponer el cuerpo, seguir por la mente -el mundo psíquico-, para dejarnos a las puertas de la libertad del espíritu. Todo al ritmo de la Palabra y las imágenes porque él decía que la oración ignaciana es como la piedad popular, bien encarnada, comprometida con lo sensible y la imaginación. Una vez en el Colegio del Salvador habló a los docentes sobre la esperanza logrando atraer a todos sin distinción por la lógica de su presentación, pero, por sobre todas las cosas, por el tono de su voz. Como dijo una maestra: “tiene una voz espiritualizada que no te suelta”. Era de esos oradores que provocan expectación, como si nunca se supiera qué viene después al dejarnos en el “entre” de eso que se expresó y lo que sigue, combinado con una metáfora o una sensación justa. Así lo rescató el Papa Francisco en su Evangelii Gaudium [157]: “Una buena homilía, como me decía un viejo maestro, debe contener «una idea, un sentimiento, una imagen».” Ese “viejo maestro” era Lucho. ¡Lograba con una sola imagen decir tantas cosas! Tenía esa forma de acuñar frases, epítetos, relatos, comentarios que son imposibles de olvidar.


Su genio, su agudeza, la lucidez para descifrar personas y situaciones, la capacidad de leer más allá, el gusto por la lengua y las palabras, esa ironía fina -aunque no siempre- que llenaba de humor los momentos, su inmensa cultura hecha síntesis de humanidad entrelazada con lo de Dios, lo convertía en una persona a la que muchos les gustaba escuchar, compartir, dejarse confrontar. Era dueño, además, de una curiosidad siempre actualizada que le permitía hablar sabiendo lo que decía y callar con simpleza humilde cuando algo se le escapaba por su edad u otro motivo.

 

Lucho fue poseedor de una inteligencia intuitiva y de una sensibilidad tan amplia -y delicada- que lograba rescatar una imagen de la Divina Comedia de Dante o de las Ciudades invisibles de Calvino y hacerla cercana, gustosa, propia. Y, al mismo tiempo, extremar su capacidad contemplativa hasta los bordes de la vida con el recuerdo de la curiosidad de algún niño del barrio en Santa Rita, de un trabajador honesto que le había enseñado algo eterno, de alguna madre que le ubicó las ideas en la realidad concreta en medio de la pobreza. Lucho estaba “entre” la refinada cultura del humanista universal abierto al aprendizaje profundo de los grandes de toda la Historia y el cura de almas sencillo, comprensivo, risueño, amigo de los pobres y lleno de sabiduría para las cosas del corazón humano que lucha por salir adelante. Esto es algo de lo que se deja entrever en sus escritos.

 

En los relatos de su propia vida se le notaba cierta nostalgia de sus dedicaciones pasadas, las incomprensiones que sufrió en algunos destinos, los cuestionamientos a su forma amplia de ver las cosas, los reveses de la gente dura de corazón o de mente, los silencios en torno a determinadas circunstancias, la salud frágil por momentos; lo que siempre combinaba, al final, con algo que le enseñó haber atravesado por las situaciones de dolor al colocarlo en ese “entre” los bemoles de la vida y los anhelos del Dios al que le entregaba sus secretos. Se reía de sí mismo hablándose en tercera persona y se relativizaba buscando aceptarse como era.

 

En materia de vida espiritual, a medida que avanzaba en edad fue dedicándose cada vez más a la mistagogía, es decir, amante como era del Misterio, ayudaba a otras personas a amigarse con la búsqueda de eso inefable de la condición humana cuando Dios se nos acerca. Fue así que se convirtió en el referente espiritual de tanta gente que lo buscaba para conversar, para acompañarse, para confesarse. Sabía cómo desenredar la madeja enmarañada de sentimientos o juicios que se nos arman a veces y lograba ponernos al resguardo del gozo de sabernos en manos de Jesús y su Madre. Te dejaba siempre una puerta abierta para que miraras más allá de tu ombligo y dejaras que entrara la luz que venía del Misterio.

 

También hay que decir que muchos vivieron su exigencia, sus sarcasmos y sus ironías con cierto dolor, así como algunas de sus rigideces o vanidades de las que se lamentaba haber hecho padecer al final de su vida. Él mismo se sabía pecador y rescatado, y esto era lo que buscaba comunicar con su testimonio acerca del Dios siempre más allá de nuestra humanidad. Así miraba al país, la Iglesia y la Compañía de Jesús, “entre” las desilusiones de nuestra cortedad humana y la esperanza de lo que Dios sigue haciendo más allá de todo.

 

Con su prodigiosa memoria era capaz de reconstruir árboles genealógicos y entrelazarlos de manera admirable para concluir haciendo referencia a alguna anécdota graciosa o a un hecho histórico que terminaba asociando con algo o alguien concreto. Con esa misma memoria rescataba personajes literarios, recuerdos familiares de su Santa Fe natal, compañeros memorables o versos completos y los hacía funcionar en el discurso con la naturalidad de quien disfrutaba entre lo que tenía vivido y lo que tenía leído.

 

Lucho era un compañero capaz de amistad generosa con grandes y jóvenes, y en sus historias siempre hacía referencia o preguntaba por aquellas personas a las que les debía alguna idea, algún recuerdo, una frase, una lucha, una imagen, un autor o simplemente el afecto. Era capaz de relacionarse amigablemente y recordar a aquellos amigos/as que le forjaron el corazón con gratitud. Hace unos días atrás, ese corazón que falló y emprendió su regreso a las manos del Padre se debe haber ido tan lleno de nombres...

 

Lucho con su pascua, nos deja aquí para ir allá, y en su legado resucitado, además de extrañarlo, lo recordaremos allá, pero también aquí.

 

 

Emmanuel Sicre, SJ


jueves, 27 de julio de 2023

BENDICIÓN DEL HOGAR

por Emmanuel Sicre, SJ


Muchas personas a veces sienten que su casa hay ruidos curiosos, movimientos extraños, cosas raras vividas por algunos miembros y les hace pensar que pueda estar "embrujada" o poseída con algunos espíritus malignos. En definitiva, la pregunta por si hay algún demonio se hace presente más de una vez. El porqué de esta experiencia no sé decirlo bien del todo, supongo que hay muchas variables que tener en cuenta, pero lo cierto es que sucede. 

En algunas ocasiones he tenido la oportunidad de acompañar estas situaciones de cierta desesperación y angustia, entonces, lo que les he propuesto es una serie de pasos parar rezar personalmente y con quienes habitan el hogar. Yo no creo en la magia, sino en la fe que es capaz de hacer presente la bondad de Dios que disipa las tinieblas con su luz admirable, es desde ahí desde donde me parece importante hacer este pequeño ritual familiar. Y como ha sido de ayuda se lo comparto para cuando les haga falta. 

PASOS PARA LA BENDICIÓN DEL HOGAR

1. Busquen un momento en la semana donde puedan estar todos los que habitan la casa. 

2. Prendan una velita y pongan alguna imagen de Jesús o de María si les parece oportuno. 

3. Pueden comenzar diciendo: "En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo", Amén. 

4. Hoy nos acercamos para pedir por nuestro hogar a fin de que podamos superar las dificultades que experimentamos con la ayuda del buen Dios. 

5. Cada cual puede, si así lo desea, poner en voz alta alguna intención que quiera expresar. 

6. Luego, rezar esta oración: 

ORACIÓN DE CONSAGRACIÓN DE NUESTRO HOGAR Y FAMILIA AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

Querido Jesús, ante Vos, te presentamos con esperanza

nuestro deseo de consagrar nuestra familia y nuestro hogar a tu Corazón.

Sé, hoy y siempre, nuestro guía,

Bendecí a nuestra familia, nuestra casa,

a nuestros vecinos, parientes y amigos.

Ayudanos a cumplir fielmente nuestra misión,

y participá de nuestras alegrías y tristezas,

de nuestras esperanzas y dudas,

de nuestros esfuerzos y de nuestras diversiones.


Danos fuerza, Sagrado Corazón,

para que carguemos nuestra cruz de cada día

y sepamos ofrecernos, junto con tu sacrificio, al Padre.


Que la justicia, la fraternidad, el perdón y la misericordia

estén presentes en nuestro hogar 

cada vez que nos perdonemos unos a otros nuestros errores,

Queremos ser instrumentos de paz y de vida, 

a pesar de nuestras fragilidades. 


Que nuestro amor de hoy compense,

de alguna manera, la frialdad y la indiferencia,

la ingratitud y la falta de amor

con la que muchas veces, te olvidamos o rechazamos

en las personas más vulnerables y olvidadas de nuestro entorno.


Cuidá especialmente a nuestros familiares, 

los que están con nosotros y los que ya partieron a tu lado. 

Protegé a los que menos tienen y abrí nuestro corazón

para que sea generoso con los demás como lo es el tuyo.

Sagrado Corazón de Jesús, en vos confiamos

Amén. 

7. Y con la intercesión de María te decimos: "Dios te salve María, …" 

8. Padre nuestro... 

9. Cada uno de la familia le hace la bendición en la frente al resto de los miembros y lo abraza diciéndole: Paz, gracias y perdón. 

10. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, Amén.

Esta oración puede hacerse todas las veces que se crea conveniente. Y si aún persisten las malas experiencias puede ayudar invitar a alguna persona creyente que les ayude también a sumar su fe y esperanza. En caso de que se consiga la presencia de un sacerdote, también ayuda mucho confiar en la intercesión suya. 

domingo, 19 de febrero de 2023

Amar a Dios, a los demás y a sí mismo

Por Emmanuel Sicre SJ



Para amar a Dios
déjale la iniciativa. No quieras ser mejor que Él.
No lo busques, permite que te Él encuentre adonde estás ahora.
Piensa que siempre está más allá de tus errores y fracasos,
no le pongas condiciones a su amor.
Evita devolverle tanta bondad cumpliendo obligaciones y deja que te gane siempre. No compitas con su generosidad. Gracias a Él, es una batalla perdida.
Siéntelo caminando a tu lado durante el día, hablándote en todo lo que te rodea, llegando a todos sin restricciones, incluso a quienes más te cuestan.
Mira cómo disfruta vivir a tu lado desde que naciste.

Para amar a los demás
Deja que sean como pueden ser, no como te gustaría.
Agradece que existan, que tengan sueños, búsquedas, anhelos.
Reconoce sus dones, rescátalos de sus traspiés, juega a su favor, pide tanta fuerza para quererlos cuanto más difícil se torne el vínculo personal y social.
Contempla sus historias, sus heridas y sus respuestas cotidianas con respeto.
Corrígelos, si puedes, con amor, sólo con amor.
Súfrelos con paciencia infinita recordando toda la paciencia que tienen contigo.
Para amarte a ti
Respira hondo y mira cómo la maravilla de ser creatura suya te ha hecho una persona digna, libre, capaz de amar y de crecer.
No temas al “sano egoísmo” de pensarte alguien que busca, aún con sus fragilidades, el bien en un mundo roto.
Contempla tus propios cambios y dales tiempo a los procesos complejos. No corras mucho. Ve al ritmo del Espíritu en ti.
Agradece ser quien eres, aunque tengas tus conflictos y autoreproches, ámate como puedas, pero ámate. Siempre estarás contigo.
Abre toda tu mente, todo tu corazón, todo tu espíritu y déjalos así para que escuchen en su intimidad: “Amarás...”

jueves, 12 de enero de 2023

HERMANOS Y HERMANAS, ¿DE QUIÉNES?

 Tres criterios para una fraternidad imposible (1)


Por Emmanuel Sicre, SJ (ARU)


Que necesitamos vivir desde una fraternidad humana no es ninguna novedad. Que es urgente, tampoco. Menos aún que ha sido un grito proclamado por los siglos desde la voz de varones y mujeres que han dado la vida por este ideal. Lo que sí requiere siempre una novedad es el cómo hacerlo en cada contexto. Necesitamos pedirle al espíritu que nos enseñe con fidelidad creativa qué nuevos caminos, qué pedagogías pastorales actualizadas, qué inspiraciones frescas podrán ayudarnos a crecer en esta utopía a la que la fe nos invita y nuestros líderes religiosos nos convocan. 

Propongo entonces, desde mi experiencia, 3 criterios pedagógicos y pastorales para que pensemos cómo acercar a nuestros hermanos y hermanas a sentir esta utopía como propia y sumemos a la construcción de tan anhelado proyecto para nuestros días. 


  1. UNA PEDAGOGÍA DEL LINAJE ABIERTO  


Cada uno de nosotros pertenecemos a un linaje (> línea) determinado, venimos de alguna cadena histórica de relaciones de la que somos eslabón. Las conozcamos o no, nuestras genealogías impregnan la configuración de nuestra identidad por virtud y por defecto. Somos lo que hacemos con lo que heredamos a nivel genético, familiar, cultural, personal, e ignorarlo es una imprudencia antropológica seria

Pedagógicamente, debemos ayudar a hacernos conscientes de esta memoria histórica inscrita en nuestra personalidad para que no caigamos en la trampa, propia de una subjetividad desbordada, de creer que todo comienza con nuestra libertad. El enraizamiento en las fibras nutricias de nuestras relaciones funda la posibilidad de sembrar, a conciencia, el horizonte de sentido que esperamos del mañana. 

En efecto, una pedagogía del linaje abierto -personal y familiar- debe hacernos palpar con nuestra indagación el momento en que nuestro árbol genealógico se pierde, al fundirse, en el amplio río de la sangre común de los seres humanos. Tenemos que proponer, de diferentes maneras y sobre todo a quienes van creciendo, hacer el viaje de lo particular de “mi” historia personal a lo universal de “nuestra” historia humana. 

A diferencia de la tentación de quienes buscan encontrar, desde un paradigma sustancialista de la realidad, la pureza de la sangre, el abolengo de un apellido, la perla de una casta social determinada, la prosapia de una historia familiar o el decoro de una estirpe, la puntilla de una cuna o la singularidad de una raza; necesitamos abrir nuestro linaje para comprendernos, desde una antropología relacional, como humanos más allá de la sangre. Todos sabemos que estas discriminaciones insanas que buscan hacer prevalecer un origen sobre los demás son las que nos enemistan al punto de llevarnos a guerras siempre absurdas, ¿por qué cultivar más fratricidios?

Es decir, evitando la mentalidad celosa del clan, necesitamos ayudar a reconocer nuestra identidad personal y familiar enhebrada en la identidad humana compartida por todos sin distinción. Sólo así podremos llegar a decir con Pablo a los gálatas: “no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos son uno en Cristo Jesús.” (Gal 3,28). 

Si esta mentalidad del linaje abierto calara profundo en nuestros proyectos pastorales y educativos, quizá podríamos colaborar con una forma de vernos a nosotros mismos más profundamente humana, relacional, y menos librada al instinto de autopreservación animal que desconoce al otro, o peor aún, lo concibe como amenaza a la supervivencia de mi manada, mi grupo, mi tribu. Esto sin ignorar que un tipo de mentalidad humanizada respecto del otro/a incluso podría sumar a la lucha contra los poderes que amenazan de verdad la existencia humana de los grupos más vulnerables

En efecto, para los creyentes ver a las demás personas como hermanos y hermanas no es optativo, es todo un proyecto de crecimiento en la vida de fe. “La fe lleva al creyente a ver en el otro a un hermano que debe sostener y amar. Por la fe en Dios, que ha creado el universo, las criaturas y todos los seres humanos —iguales por su misericordia—, el creyente está llamado a expresar esta fraternidad humana, protegiendo la creación y todo el universo y ayudando a todas las personas, especialmente las más necesitadas y pobres.” (2)

En este sentido, ante la irrupción cada vez más insistente de sostener y promover identidades cerradas en sí mismas o diluidas en la nada del individuo atomizado, debemos destinar esfuerzos para lograr perforar los mundos privados en los que nos refugiamos (Cf. FT 199) y crear condiciones de posibilidad, desde la temprana edad, para generar encuentros que ayuden a concebir a los demás como distintos, pero iguales, haciéndonos eco del llamado a formar en una ciudadanía global (3) y sabiendo que “sólo la verdadera fraternidad «sabe mirar la grandeza sagrada del prójimo, que sabe descubrir a Dios en cada ser humano, que sabe tolerar las molestias de la convivencia aferrándose al amor de Dios, que sabe abrir el corazón al amor divino para buscar la felicidad de los demás como la busca su Padre bueno» (EG 92).” (4)

Es cierto que corremos los riesgos del abrirnos –como lo sería al cerrarnos- y al aceptar el modelo de una sociedad globalizada que desdibuja orígenes y horizontes comunes en una “hipercultura” (5), pero también es cierto que la revolución tecnológica cultural, el Game como lo llama Baricco, ¿no nos exige un humanismo acorde a las circunstancias y abierto al modo en que viven la realidad las nuevas generaciones? (6). Y quienes conocen la pedagogía ignaciana saben que desconocer el contexto es fracasar en la acción y la transformación. 


  1. UNA PEDAGOGÍA DE LA FILIACIÓN ADOPTIVA


A esta propuesta de un humanismo que se redescubra hermanado en la sangre común de los mortales le hace falta un padre. Sólo la filiación engendra hermandad. Hijos e hijas, pero ¿de quién?

Si bien es posible coincidir, en parte, con algunos diagnósticos de diversas disciplinas humanísticas sobre nuestra atmósfera cultural cuando sostienen que nos encontramos ante una disolución de la figura del padre, en tanto ley, estructura, simbólica, referencia (7); y que, además, problematiza la imagen de Dios en las generaciones actuales y futuras llegando al extremo de la indiferencia o la evaporación del concepto de Dios (8); creo que nos encontramos ante nuevas posibilidades de pensar y entender la fraternidad de la familia humana.

En una sociedad de hijos/as únicos/as que habilita la sensación del control absoluto del propio mundo personal deseando ser todos el “padre/madre” del otro en tanto ordenamiento; pero también de cierto sentimiento de orfandad institucional, afectiva, humana, que licúa las estructuras psicológicas de la subjetividad; resulta interesante preguntarnos cómo podría resolverse esta doble carencia desde una pastoral que atienda la dimensión relacional constitutiva del ser humano. En este sentido, se hace necesario profundizar en antropologías menos sustancialistas y más relacionales, que expliciten que somos un entramado diverso de vínculos, no una identidad pura sin “contaminaciones”. Y que el otro, con su presencia, me constituye en lo que voy siendo en un contexto determinado. 

Este modo de concebirnos como seres relacionales llamados por nuestra fe a la fraternidad, nos lleva indefectiblemente a plantearnos el tema de la familia. La actualidad de este concepto no radica sólo en la crisis en la que se encuentra el modelo tradicional (9), sino en la transformación misma del concepto de familia. Y no es que haya que cambiar el modelo tradicional por uno “mejorado”, sino acoger de verdad el bello misterio propuesto por Dios en aquello a lo que llamamos familia para que todos vivan su derecho a crecer en una. En este sentido, tal vez se nos esté invitando a percibir el surgimiento de una nueva manera de vinculación que aglutina, siguiendo el arquetipo de la orfandad, a hermanos y hermanas que generan vínculos de amor más fuertes que la sangre. Ante esta realidad cultural ¿no se hace más realista el mandato del Cristo: “a nadie llamen padre” (Mt 23,9)? (10) Por eso, es indispensable reflexionar teológicamente y con radicalidad evangélica sobre las consecuencias pastorales que conlleva asumir la familia como lugar de manifestación de Dios. (11)

Con todo, descubrir un camino para la filiación adoptiva es llevar a cabo la pedagogía mistagógica que Cristo mismo ha buscado revelar en su proyecto de mostrarnos el verdadero rostro de la divinidad, hacerse nuestro hermano en la cruz y revincularnos en el misterio del amor redentor del Padre con su resurrección. 

Esto implica, reconocernos primeramente humanos, como ya dijimos, pero, además, hermanados en la condición de hijos e hijas, único vínculo del que nadie puede renegar. Por eso, nuestras palabras, catequesis, clases, conversaciones espirituales, acompañamientos, práctica sacramental, deben estar al servicio de mostrar que Dios no es la magnificación de nuestros padres (12), sino el Padre que Jesús nos regala gratuitamente para que “todos seamos una sola familia para gloria suya”, como reza la plegaria eucarística para niños. 

Lo resumo de la mano de Rupnik: “nosotros podemos constatar, incluso a un nivel psicológico superficial, que el crecimiento de los hijos pasa por momentos de rebelión, de “dar el portazo” a los padres, para firmarse a sí mismos. Pero, al mismo tiempo, el camino de la autoafirmación del adolescente antes o después se acaba, y los hijos vuelven a una relación más madura con sus padres. Aspecto frecuente de la maduración humana indica que hay un cliché arcaico que constituye una especie de paradigma para el hombre. Parece que la realidad más difícil es precisamente la de ser hijo del padre. No hablo desde el punto de vista psicológico o psicoanalítico, que en todo caso es un aspecto superficial, sino en sentido estrictamente teológico. Parece que el pecado ha dañado tan trágicamente la verdad del hombre, desfigurando la imagen de Dios como padre, que prácticamente la vida del hombre se puede ver como este difícil camino de descubrimiento de la propia verdad de hijo, a la luz de la verdad de Dios como Padre. Si miramos la Sagrada Escritura vemos que toda ella converge hacia el nombre de Dios pronunciado por el hijo en Getsemaní: Abbá. Al mismo tiempo, toda la Biblia nos hace ver el drama humano, transmitido de generación en generación, causado por el hecho de que el hombre no se ve como hijo. Y nos muestran que la salvación consiste en que el verdadero hijo de Dios, no creado sino engendrado del Padre, se hace hombre para vivir como hijo y en él se abre a los hombres el camino de la filiación. Se puede ver toda la Biblia como un lento, progresivo y dramático paso de la esclavitud a la libertad, de siervos a ser hijos. Todavía hoy en la Iglesia se diría que para nosotros la dificultad mayor está en descubrir y vivir la libertad de los hijos de Dios. El hombre tiende continuamente a crearse condiciones de esclavitud: esclavitud a las propias ideas, doctrinas, estructuras, leyes, reglas… Como si tuviésemos un innato e incontrolado miedo a ser hijos y a ser libres. El demonio del miedo mantiene el hombre en la esclavitud.” (13)


  1. UNA PEDAGOGÍA DEL HERMANAMIENTO CONCRETO


Humanos por naturaleza, hijos e hijas por adopción filial de la divinidad, hermanos y hermanas por elección. 

Tenemos que apostar por una pedagogía que nos vincule a los demás y a las cosas creadas con un espíritu de hermanamiento a lo Francisco de Asís, tal como nos lo propone Fratelli Tutti del otro Francisco. Este hermanamiento brota de una relación positiva con lo divino, de un desborde de conciencia filial, creatural, que se hace respuesta concreta: “hermano sol…”. La familia humana que nos hermana sólo es viable reconociendo a un Padre/Madre como el que nos mostró quien es humano y divino al mismo tiempo: Cristo. Es decir, una divinidad que asume nuestra contradicción como ningún otro ser creado es capaz y nos invita a hacerlo nosotros mismos en la medida de nuestras posibilidades. 

Se trata de proponer aquella lógica tan preciosa que experimentó Etty Hillesum en el contexto del campo de concentración nazi que la llevó a expresar: “Amo tanto al prójimo porque amo en cada persona un poco de ti, Dios mío. Te busco por todas partes en los seres humanos y a menudo encuentro un trozo de ti. Intento desenterrarte de los corazones de los demás”. (15 septiembre de 1942). (14)

Sin embargo, asumir la alteridad del otro siempre supone superar la “fenomenología del me gusta” que la cultura digital sugiere y hacer experiencia del otro, de su negatividad que despierta mi espíritu y lo saca de la autorreferencialidad de muerte (15). Esto es igual a decir que sólo nos salvamos por la alteridad que nos altera. De ahí que la negación del otro tenga sus mitos arquetípicos del fratricidio desde siempre en las culturas (16). En la tradición israelita el relato de Caín matando a Abel porque no ha podido resolver su deseo de exclusividad ante el padre y, por tanto, está en conflicto consigo y los demás, inaugura una serie de desencuentros entre hermanos que se prolonga en todo el AT (17). 

La actual atomización cultural a la que nos vemos expuestos como sociedad nos está llevando a desconocernos al punto de quedar atrapados en nuestros propios fragmentos ideológicos y espaciotemporales. Estamos asistiendo a una cadena de desencuentros humanos muy profunda intensificada con la cultura del descarte y del consumo que acelera el tiempo que es el otro. Por eso, necesitamos un hermanamiento concreto que rompa el solipsismo del fragmento y nos revincule con los demás y con el espíritu de las cosas creadas. 

Pastoralmente, esto sería apostar por crear espacios reales de vinculación donde el tiempo compartido ayude a tejer relaciones, a zurcir generaciones, a remendar historias rajadas por el odio y la violencia, a coser heridas causadas por la pobreza y la marginación, a contemplar la vida común como una condición de posibilidad para nuestro futuro próximo sin distracciones. 

Necesitamos experimentar la adopción de los hermanos y las hermanas, más allá de la consanguinidad, al proponer una fraternidad nacida de la amistad como vínculo fundamentalmente cristiano: "Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos" (Jn 15, 13). Esto es destruir la dialéctica del amo y del esclavo al reconocer que el otro y las demás creaturas son mi hermano o mi hermana y quien nos restauró en el vínculo con el Padre/Madre ya no nos llama siervos, sino amigos (Cf Jn 15,15). En definitiva, amigarnos con lo que se nos ha regalado gratuitamente y desde ahí hacer lo que nos toca desde donde podamos. 


CONCLUSIÓN

Es posible que esto nos parezca imposible, ¡y lo es! Pero como es del buen Dios y “para Dios nada es imposible” (Lc 1,37) nos toca confiar en que Él lo está haciendo a su manera. Creo que si asumimos estos tres criterios pastorales como pedagogías (caminos) concretas de crecimiento y formación, especialmente de las generaciones futuras, pero no sólo, habremos contribuido mucho. Es cierto, se trata una utopía que requiere paciencia orante y apertura mental, al mismo tiempo que los sentidos espirituales bien despiertos para percibir cómo muchas de las cosas que necesitamos para vivir desde una fraternidad humana ya se están dando en el espíritu del mundo de manera muy sutil. Sólo hay que saber “espiar” con los ojos amorosos del Padre/Madre a sus hijos es hijas mientras caminan hacia una forma nueva de saberse hermanados por el amor. 



1. Artículo para el Centro Virtual de Pedagogía Ignaciana. Selecciones abril-mayo 2021. “La fraternidad y amistad social en la educación jesuita”. Boletín Nº 66 – Número Especial. Disponible en: www.pedagogiaignaciana.com. Y para Civiltá Cattolica: https://www.laciviltacattolica.com/whose-brothers-and-sisters/

 2. Así comienza el Documento sobre la fraternidad humana por la paz mundial y la convivencia común firmado a dos manos entre Su Santidad el Papa Francisco y el Gran Imán de Al-Azhar, Ahmad Al-Tayyeb y que inspirará posteriormente la última carta Encíclica del Papa, Fratelli Tutti.

3. “Ciudadanía Global: Una Perspectiva Ignaciana”. En: https://www.educatemagis.org/es/global-citizenship-an-ignatian-perspective/

4.  Mensaje del Santo Padre Francisco con ocasión del 150 aniversario de la proclamación de san Alfonso María de Ligorio como Doctor de la Iglesia. En: https://www.vatican.va/content/francesco/es/messages/pont-messages/2021/documents/papa-francesco_20210323_messaggio-santalfonso.html#_ftnref3 

5.  “La hipercultura se encuentra dispersa. […] La hipercultura se diferencia también de la multicultura en tanto que esta tiene menos recuerdos sobre la procedencia, la ascendencia, las etnias y los lugares. Y a pesar de esta dinámica, la hipercultura se basa en una yuxtaposición densa de ideas, signos, símbolos, imágenes y sonidos diferentes; es una especie de hipertexto cultural. La transculturalidad no posee justamente esta dimensión del hiper. La cercanía de la yuxtaposición espaciotemporal, y no en la distancia del trans, caracteriza la cultura de hoy. Ni el multi ni el trans: el hiper (acumulación, conexión y condensación) representa la esencia de la globalización”. HAN, Byung-Chul, Hiperculturalidad. Cultura y globalización. Barcelona: Herder, (2018), p. 84. 
6.  “Más que cualquier otra cosa, el Game necesita humanismo. Lo necesita su gente, y por una razón elemental: necesitan seguir sintiéndose humanos. El Game los ha empujado a una cuota de vida artificial que puede ser compatible con un científico o un ingeniero, pero a menudo es antinatural para todos los demás. En los próximos cien años, mientras que la inteligencia artificial los llevará aún más lejos de nosotros, no habrá bien más valioso que todo lo que haga sentirse seres humanos a las personas. Por muy absurdo que pueda parecernos ahora, la necesidad más extendida será la de salvar una dignidad de la especie.

No es el Game el que tiene que volver al humanismo. Es el humanismo el que debe compensar un retraso y alcanzar al Game. Una restauración refractaria de los ritos, del saber y de las élites que relacionamos de forma instintiva con la idea del humanismo, sería una pérdida de tiempo imperdonable. En cambio, tenemos prisa por cristalizar un humanismo contemporáneo, donde las huellas dejadas por los humanos tras de sí sean traducidas a la gramática del presente y situadas en los procesos que generan, cada día el Game. Es un trabajo que estamos haciendo. Hay toda un área de memoria, imaginación, sensibilidad y representaciones mentales en la que los habitantes del Game se han puesto a recopilar las huellas dactilares de su condición humana. Tampoco hacen demasiadas distinciones entre un tratado filosófico del siglo XV y un sendero en las montañas. Buscan en el hombre, y donde lo encuentran, tomar nota. Descartan algunas cosas, muchas otras las conservan. Lo traducen todo. Y esto lo hacen con una intención muy lúcida: terminar de construir el Game de una manera que sea adecuada para los seres humanos. No sólo producido por los humanos: adecuado para ellos.” BARICCO, Alessandro, The Game. Barcelona: Anagrama, (2019), p. 330-331. 

7. Cf. Por ejemplo: SINAY, S. La sociedad de los hijos huérfanos. Cuando padres y madres abandonan sus responsabilidades y funciones. Buenos Aires: Ediciones B. (2007); RICOLFI, L. “La società senza padri”. Il Messaggero. (2017, noviembre) En: http://www.fondazionehume.it/societa/la-societa-senza-padre/. RECALCATI, M. ¿Que queda del padre? La Paternidad en la época hipermoderna. Barcelona: Xoroi. (2015). Entrevista: “Alla ricerca del padre perduto. Dialogo sulla possibilità di un’educazione oggi.” (Costanza Miriano, giornalista Tg3 Franco Nembrini, rettore dell’Istituto “La Traccia” (Bg) Antonio Polito, editorialista Corriere della Sera) En: http://www.standard1932.it/risorse/alla-ricerca-del-padre-perduto.pdf. DOMÍNGUEZ MORANO, C. Creer después de Freud. Córdoba: EDUCC. (2010).
8.  “No es siempre fácil hablar hoy de paternidad. Sobre todo, en el mundo occidental, las familias disgregadas, los compromisos de trabajo cada vez más absorbentes, las preocupaciones y a menudo el esfuerzo de hacer cuadrar el balance familiar, la invasión disuasoria de los mass media en el interior de la vivencia cotidiana: son algunos de los muchos factores que pueden impedir una serena y constructiva relación entre padres e hijos. La comunicación es a veces difícil, la confianza disminuye y la relación con la figura paterna puede volverse problemática; y entonces también se hace problemático imaginar a Dios como un padre, al no tener modelos adecuados de referencia. Para quien ha tenido la experiencia de un padre demasiado autoritario e inflexible, o indiferente y poco afectuoso, o incluso ausente, no es fácil pensar con serenidad en Dios como Padre y abandonarse a Él con confianza”. BENEDICTO XVI, Audiencia General, 30/01/2013.
9.  De esto hay un muy buen análisis en la Exhortación Apostólica Postsinodal Amoris Laetitia (AL), del papa Francisco, en el capítulo II: “Realidad y desafíos de las familias” [31-60]. 
10.  SICRE, Emmanuel. “La familia que Dios quiere”. En: https://emmanuelsicre.blogspot.com/2016/08/la-familia-que-dios-quiere.html
11.  Cf. DOMÍNGUEZ MORANO, Carlos. “Capítulo 9: A nadie llaméis padre” En: Creer después de Freud. Córdoba: EDUCC. (2010). pp 255-288. 
12.  Cf. DOMÍNGUEZ MORANO, Carlos. “Capítulo 1: La paternidad de Dios” En: Experiencia cristiana y psicoanálisis. Córdoba: EDUCC. (2005). pp 55-91. 
13.  RUPNIK, Marko. Le abrazó y le besó. Madrid: PPC, (1997), p 36-37. El destacado es propio. 
14. HILLESUM, Etty, Una vida interrumpida. Los diarios de Etty Hillesum 1941-1943. Buenos Aires: Javier Vergara, 1985, p 228.
15.  Cf. HAN, Byung-Chul, En el enjambre. Barcelona: Herder, 2014, p 80. 
16.  Cf. CANILLAS DEL REY, Fernando, “Caín y Abel: iconografía del primer fratricidio”. Revista digital de iconografía medieval, ISSN 2254-7312, Vol. 11, Nº. 21, 2019, págs. 131-156.
17.  “la relación entre hermandad y violencia es como el hilo conductor que recorre las historias del primer libro de la Biblia. Los polos son bien notorios a lo largo de toda la trama: la violencia se manifiesta en la rivalidad casi instintiva en el seno de la madre (Gn 25, 23); en el grito desgarrador de indignación del hermano burlado (Gn 27, 32-34) o en la confabulación de los hermanos mayores (Gn 37, 18-20). La reconciliación y el futuro de paz y colaboración son descritos con tintes hermosos en el reencuentro de los hermanos (Gn 33, 8-11), en el llanto del padre al recobrar al hijo perdido junto a sus hermanos (Gn 46, 28-30), o mejor aún, en la sabiduría de leer el conflicto entre los hermanos en clave de permisión divina para la salvación de la familia (Gn 45, 1-5 // 50, 18-21).” FERRADA, Andrés. “Una lectura narrativa de Gn 4, 1-16: hermandad y violencia”. Teología y Vida, vol.57, No.3, Santiago: set. 2016. En: https://scielo.conicyt.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0049-34492016000300002#nb37