martes, 5 de mayo de 2015

¿Y si Cristo no estuviera fuera sino dentro?




Por Emmanuel Sicre, sj

Despertar la connaturalidad con la vida de Dios, supone dejar que se despierte en nosotros la conciencia total de que Cristo ya está cristificándonos, haciéndonos otros Cristos como él. 
¿Y qué sucede, entonces? Se rompe el esquema de la imitación del modelo donde los cristianos hacen lo que hizo Jesús de manera esquemática, voluntarista y débil. Cuando comenzamos a notar en nuestra vida interior que el Espíritu nos desempolva la imagen en  la que fuimos creados por el Padre, aparece Cristo, el que está dado desde nuestro nacimiento. 
¿Y qué hace ese Cristo que está adentro? Sana, cura, libera, alimenta, sostiene, pero sobre todo, pide salir. Pide abrirse a formar comunidad con los demás hombres y mujeres que llevan su Cristo, su semejanza con el Padre. Especialmente, pide salir al encuentro de los Cristos rotos, heridos, fragmentados, sufrientes, empobrecidos.  
¿Y por qué sucede esto? Porque Dios es una familia de amor dinámica que lleva al amor de unos por otros hasta el extremo, como los padres por los hijos. Por eso busca que todos los hombres vivan esa plenitud sembrándoles ese deseo en el corazón. Y mientras no sucede, sufre la cruz con nosotros hasta que llegue una pascua que libere y lleve al gozo. 
¿Para qué? Para alcanzar la vida plena, para vivir en el amor, para contagiar la paz, para vivir la justicia del Reino, para perdonar y sentir el perdón, para que de una vez por todas nos abramos a la misericordia, para que nos demos permiso para vivir una alegría indescriptible, para que vos y yo seamos aquello que tanto nos gustaría para toda la humanidad. 
¿Y cuándo sucede esto? Al decirle sí. 

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