Por Emmanuel Sicre, sj
El momento de la gracia es el de “caer en cuenta de”. Es un instante de
fronteras movedizas que uno no puede atrapar, sino que siente “es atrapado en la
propia interioridad”. Es tomado desde lo profundo. Es hoy...
Cuando caemos en la cuenta de la gracia que nos habita percibimos un plus de nosotros mismos, algo no
inventado por nuestra mente, no generado por lo que pudimos hacer ni ser, sino
donado, dado desde adentro como un borbotón de agua fresca que nos nace.
El momento de la gracia es el asalto de la conciencia que nos avisa de
la bendición de Dios que con su Espíritu está obrando incesante en nuestra vida.
¿Y qué hace el Espíritu en nuestro
interior más íntimo?
nos repara,
nos justifica,
nos salva,
nos vivifica y desata,
nos dota,
nos consuela,
nos eleva,
nos ahonda,
nos abre a más…
Por eso quien se abre al Espíritu que lo habita, comienza a mirar con
amor al otro e intenta repararle sus grietas.
Pretende justificarlo desde su dignidad de hijo porque vio su dignidad.
Busca salvarlo a pesar de sus errores, como hace el Padre con él.
Quiere que sea vivificado e insuflado en la plenitud de la vida que
siente surgir en sí mismo con libertad.
Lo ayuda a que descubra su inagotable ser lleno de posibilidades.
Intenta por varios medios consolarlo de sus sufrimientos.
Desde donde ha sido puesto por la acción de Dios, busca atraerlo hacia
la cima del amor.
Quien se abre al Espíritu mira con “ojos de Reino” las honduras de la realidad
y lo desea para el otro, por eso comunica.
Quien se abre al Espíritu indaga con cariño y firmeza por esa fisura
interior que todos tenemos, en busca del manantial donde brota el agua y la
sangre de la vida albergada en cada corazón…
Gracias Emma por esta compartida que sale desde el hondón del ser !! Abrazo fuerte!!
ResponderEliminarGracias por tu comentario Belu! Abrazo grande!!!
ResponderEliminar