por
Emmanuel Sicre, sj
No resulta una
experiencia atípica el hecho de que nos dispongamos a la oración y pareciera
que fuera en vano. Insistir por compartir con Dios la vida, poner los medios
para rezar, prepararse, pedirle por algo que deseamos o, al menos, intentar
elevar el corazón hacia Él y nada.
Muchos
experimentan a menudo que rezar no sirve para nada, que no pasa nada, que parece
siempre un monólogo absurdo donde “me quedo hablando solo”. Sequedad, vacío,
mutismo, no hacen más que boicotear nuestro deseo de acercarnos a Dios.
¿Será que Dios
no existe o que sólo fue una ilusión de un momento de mi vida? ¿Será que estoy
haciendo algo mal y por eso no me habla? ¿Será que no soy para estas cosas? Son
algunas de las preguntas que nos surgen.
DIOS NO USA WHATSAPP
Estamos tan
acostumbrados a la inmediatez de la comunicación que hemos perdido la capacidad
de esperar. Esto daña, como es lógico, la capacidad de desear porque realmente
no sabemos qué deseamos, sólo queremos cosas, personas, momentos, emociones,
pero su fugacidad no hace más que acelerar nuestra sensación de vacío y
meternos en una dinámica frenética ante lo que nos pasa alrededor.
Tanto vivir así
nos volvemos o insensibles al punto de ignorar lo que estamos sintiendo
verdaderamente, o hipersensibles al punto de que todo lo que sucede nos afecta
y quedamos como tironeados por las emociones en un vaivén incontrolable. Si bien
aquí hay un cierto grado de caricatura de la situación, lo cierto es que no
siempre estamos afinados a la hora de escuchar nuestro interior. Esto significa
que nos cuesta entrar a nuestra “habitación secreta” para conversar con lo que
nos pasa. Y resulta que es ahí donde Dios está esperándonos como un huésped en
nuestro propio ser.
La clave para
encontrarnos con Dios es, entonces, entrar lentamente y con el deseo, abierto
por la respiración y la paciencia, a la habitación propia donde vive el Espíritu
de Dios que está esperándonos para tomar contacto y configurarnos con el rostro
del Cristo que somos.
DIOS ESTÁ VIVIENDO EN NUESTRAS EMOCIONES,
SENTIMIENTOS Y ACCIONES
Si queremos de
verdad encontrarnos con Dios podríamos comenzar entrando por alguna de estas
tres puertas al preguntarnos: ¿qué estoy experimentando interiormente? ¿cómo se
llama esto que vivo en este momento de mi vida? ¿cómo me deja lo que hice?
Al demandarle a
nuestro mundo de adentro alguna de estas tres preguntas podremos empezar un
diálogo que comienza con nosotros mismos quizá, y poco a poco va tomando la voz
de nuestra propia conciencia donde tiene su sede el Dios de Jesús.
Cuando esto
sucede comenzamos a escucharnos a nosotros mismos diciéndonos cosas que
realmente necesitábamos escuchar. ¡He ahí la voz de Dios comunicándose con
nosotros! Sucede también que se puede experimentar la comunicación de Dios con
el silencio del mundo mental que se acalla, se calma y se serena provocando en
nuestro cuerpo una sensación de levedad, de cierta pacificación al sentirnos
escuchados, que redunda en alegría, paz y calma no inventadas sino regaladas[1]. ¡He
aquí la presencia de Dios haciendo con nosotros lo que más le gusta: amarnos!
DIOS ESTÁ HABITANDO LO REAL
También hay que
decir que Dios está habitando en todo lo que es real, es decir, en la realidad
del mundo, de la historia, de la vida personal y colectiva. Por eso, se hizo
carne, “para habitar entre nosotros”. Cuando somos capaces de adiestrarnos en
tomar conciencia de lo que vivimos en nuestro mundo interior de la mano de Dios,
podemos prestar atención a los signos del mundo exterior que nos hablan de Él ya
por semejanza, ya por contraste.
Una injusticia
que nos duele no hace más que gritarnos la necesidad de su presencia salvadora entre
nosotros. Una pobreza indigna no hace más que reclamarnos en la conciencia que
Dios quiere asistir al que se encuentra solo y desamparado a través de nuestra
solidaridad. Una ignorancia violenta nos enseña a ver que si Dios no es
recibido puede haber mucho dolor, daño y cerrazón. Una pareja que se ama más allá de las
dificultades no hace más que revelarnos a Dios sosteniéndonos. Un padre o madre
que se desviven por sus hijos no hace más que mostrarnos de lo que es capaz el
amor de Dios. Un hombre arrepentido por sus errores no hace más que
manifestarnos cuán poderosa puede ser la misericordia de Dios derramada en la
conciencia de quien busca perdón.
Y así cada uno
tiene la tarea de distinguir dónde Dios le “habla” en la realidad bajando a su habitación
interior y viendo cómo le afectan estas realidades para descubrir a Dios
habitando la realidad y trabajando por y con nosotros a cada instante. ¡Esto es
orar con lo real!
DIOS ESTÁ HABLANDO EN SU PALABRA
Sabemos, además, que si queremos
encontrar a Dios en un lugar privilegiado es en la Escritura que habla de
Jesús. En efecto, cuando lo vemos predicar el Reino, sanar enfermos, devolver
la vista a los ciegos, liberar a los atados por el pecado, amar hasta el
extremo quedamos conmovidos y hasta confundidos de cómo es posible que Dios
hecho hombre venga a buscar lo que estaba perdido, desplazado, marginado. ¡Qué
hermoso diálogo podría brotar con Dios desde la incomprensión de su lógica tan
a contramano de la nuestra!!! ¡Qué bello sería dejarse enseñar por su vida y
despertar el Cristo que duerme en nosotros esperando salir para compartirse
entre los demás!!!
Así, si deseamos conocer a Dios
la puerta que es Jesús nos permite entrar en el misterio de la vida en
abundancia que nos ha sido prometida y que tanto anhelamos cada vez que
descendemos a nuestra intimidad para hablar con él.
Entonces, más allá de la
sensación de que “Dios nos clava el visto”, quizá esté en nosotros insistir en
que es necesario crecer en una linda amistad con él y dejar de lado la
pretensión de que es un dios manipulable que juega al “te doy para que me des”.
Si nos animamos a un Dios como el de Jesús veremos que se nos dará Él mismo y
con esto podremos decir con el espíritu en calma y el cuerpo dispuesto: “tu
amor y tu gracia me bastan”.
[1] UN EJERCICIO: trata de ubicarte sentado cómodo (pero no echado), con las manos
juntas y la espalda derecha, en un espacio tranquilo, retirado y que sea de tu
agrado. Date un tiempo prudencial de una media hora o 45 min en los que no
tengas necesidad de hacer nada después. Prende una vela. Comienza a prestar
atención a la respiración. Atiende cómo entra y sale el aire de tu cuerpo.
Hazlo un largo rato, si te distraes, simplemente vuelves, y vuelves sin
desanimarte. Sólo respira percibiendo cómo el aire roza los agujeros de la
nariz, cómo infla tus pulmones y tu estómago; cómo te sostiene y se va. Con
simpleza, sólo respira y respira. Y cada vez que te olvides, recuerda que respiras.
Cuando hayas conseguido la calma suficiente en tu cuerpo y en cierto sentido en
tu mente puedes pasar a lo que viene. De lo contrario, permanece respirando y
nada más.
El paso que
sigue es traer a la memoria uno de esos momentos en los que tanto fluyes siendo
tú mismo. Visualízalo. ¿Dónde estabas? ¿Con quién? ¿Qué olores había? ¿Cómo era
la luz de ese momento? ¿Qué personas estaban cerca o lejos? ¿Cuánto tiempo
duró? ¿Qué hacías? ¿Qué sentías? Recuerda las emociones, los sentimientos y las
cosas que te pasaban. Trata de ir allí con tu memoria como si fueras de viaje
para visitar un lugar precioso. Una vez que tengas el recuerdo de ese hecho
concreto, presente y vivo, quédate allí. No te muevas. Sigue respirando.
Expándelo, dilátalo, déjalo crecer en tu memoria y quédate allí, no saltes a
otra cosa. Si miles de pensamientos han andado por allí sólo espántalos como a las
moscas, pero no te vayas con ellos. Si te parece bien comienza a dialogar con
Jesús contándole todo esto que estás viviendo y deja que él te escuche y haga
lo que desee hacer contigo.
Una vez que
sientas que has estado lo suficiente allí dale gracias a Jesús, a tu memoria y
a ti mismo por eso que has vivido. Comienza a retomar la conciencia sobre tu
respiración y dale gracias a cada parte -todas las que puedas- de tu cuerpo por
haberte acompañado empezando por las extremidades (pies y manos) y terminando
en el corazón y la cabeza. Abre los ojos y cierra el momento con una reverencia.
Desde Chile..quiero agradecer infinitamente el espacio de reflexión y oración que nos compartes, poniendo toda tu sensibilidad al servicio como un buen Jesuita. Gracias!!!
ResponderEliminarMuchas gracias Marisol por tu comentario!!! Saludos y bendiciones!
EliminarGracias por compartir tan bellos y profundas reflexiones, pero con tanta sencillez que se siente la vivencia. Se nota que es Ud un espiritual
EliminarDe nuevo gracias por compartir la vida.
Muchas gracias por tu comentario!!! Me alegro mucho. Saludos
EliminarMuy bueno Emmanuel!!! Muchas gracias.Un abrazo
ResponderEliminarGracias Moni querida!!! Abrazo grande!!
EliminarComo siempre, tu practicidad y docencia nos ayudan a conectarnos con lo Importante. Gracias!!!!
ResponderEliminarJosé Luis Alvarez
Gracias ,como necesitaba esto!
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