Por Emmanuel Sicre, sj
La piedra se lleva en el bolsillo, no en la mano…
“Pues bien, voy a
hacer algo nuevo: ya está en marcha, ¿no lo reconocen?” Is. 43,19
Cuando dice: “El que esté libre
de pecado que le arroje la primera piedra” (Jn 8,7), ¿acaso Jesús al no tirar la piedra se hace él también un pecador como
los acusadores? Según su indicación él tendría que haber sido el único que
podía hacerlo si creemos que él no tiene pecado. Cuestión compleja de ser 100% hombre
y 100% Dios. Y sí, Jesucristo se identifica con el pecador porque es hombre y Dios
(y no un ‘semidios’ como se suele pensar perdiendo el valor de su humanidad
escondida en el cerebro de un ‘dios omnipotnete’). Pero no se identifica con el
mal.
Porque el que se siente justo
siempre está en el tribunal, refleja la respuesta de Jesús. Y lo que muestra
Jesús es que él no es juez, sino defensor
del ser humano pecador ante el pecado que le resta dignidad, vida y gozo. Cuando
vivimos en el tribunal miramos a todos como por debajo o por arriba de nosotros
mismos. Con esta asimetría justificamos
hacer lo que se nos monta. Porque los que considero tanto debajo como arriba
de mí, no entran en mi mundito donde yo soy juez. Nuestra sociedad nos ha
acostumbrado a vivir en el tribunal del juicio a todo y a todos. Y así nos
vamos adiestrando a aplicar la ley a troche y moche como si fuéramos los
creadores del juicio final.
¿Acaso alguno de nosotros podría acercarse a la presencia de Jesús si
lo único que hace es venir al otro con la piedra del juicio condenatorio en la
mano? ¿Acaso no es esa la misma piedra que le tiramos al Justo antes de ser
crucificado? Claro está, nunca aplicamos el juicio de salvación de quien se
equivoca. Tan preparados estamos a tratarnos mal a nosotros mismos que si yo me
condeno interiormente, los demás también tienen que ser condenados por mi
propia ley y más aún, castigados por sus obras fuera de lugar. Tanto castigarnos nos quedamos con el
derecho a castigar a quien no entra en nuestro código legal personal o familiar,
olvidando, claro está, de que todos los defectos son iguales.
Jesús restablece el tribunal pero
para defendernos del mal que nos amenaza recordándonos que somos imagen y semejanza
suya, no para condenarnos por nuestros errores como hace el Mal Espíritu. Quien vive en el tribunal salvador de Jesús
logra guardarse la piedra en el bolsillo de su conciencia sabedora de su
debilidad. Quien vive en el tribunal salvador del Dios de Jesús, aprende a
callarse a tiempo ante el error del hermano porque busca su bien, no el del propio 'ego-juicio'. Quien vive en el tribunal salvador de Jesús dice con Pablo: “lo que
antes consideré ganancia, ahora lo tengo por pérdida a causa de Cristo” (Flp
3,7). Quien vive en el tribunal salvador de la Trinidad, comprende que o se deja amar aún en sus fracasos, o
seguirá a medias pensando que tiene algún poder sobre los errores de los demás.
Si nos dejamos decir por el Señor:
¿dónde están tus acusadores? (cfr. Jn
8,10) se nos abrirá el corazón para que echemos de ahí adentro al acusador que llevamos adentro, y venga a nosotros
el brote de esperanza que nace del Buen Espíritu siempre dispuesto a enseñarnos
cómo es esto del amor a nosotros mismos y entre los que somos hijos de un mismo
Padre.
PD: se cuenta que después de un tiempo la mujer rescatada del pozo y de la pedrada, habló a los de su comunidad y les dijo (Cfr. Flp. 3, 7ss):
PD: se cuenta que después de un tiempo la mujer rescatada del pozo y de la pedrada, habló a los de su comunidad y les dijo (Cfr. Flp. 3, 7ss):
Hermanos:
todo aquello que para mí era ganancia, ahora lo considero pérdida por causa de
Cristo. Es más, todo lo considero pérdida por razón del incomparable valor
de conocer a Cristo Jesús, mi Señor. Por él lo he perdido todo, y lo tengo por
estiércol, a fin de ganar a Cristo mi salvador, y
encontrarme unida a él. No quiero mi propia justicia que procede de la ley y
que me hubiese dejado morir por mis errores, sino la que se obtiene mediante la
fe en Cristo, la justicia que procede de Dios, basada en la fe. Lo he
perdido todo a fin de conocer a Cristo, experimentar el poder que se manifestó
en su resurrección, participar en sus sufrimientos y llegar a ser semejante a
él en su muerte. Así espero alcanzar la resurrección de entre los muertos.
No es que ya lo haya conseguido
todo, o que ya sea perfecta. Sin embargo, sigo adelante esperando alcanzar
aquello para lo cual Cristo Jesús me alcanzó a mí. Hermanos,
no pienso que yo misma lo haya logrado ya. Más bien, una cosa hago: olvidando
lo que queda atrás y esforzándome por alcanzar lo que está delante, sigo
avanzando hacia la meta para ganar el premio que Dios ofrece mediante su
llamamiento celestial en Cristo Jesús.
Gracias por ser mis
hermanos.
Gracias, Emmanuel, por tu escrito, y por hacernos reflexionar ampliamente sobre la lectura del evangelio de hoy. Una pregunta: ¿Qué es el enano 'hdp'?
ResponderEliminarGracias por el comentario, mi querido! la verdad es que es un poco duro decirlo, pero en términos menos groseros es el enano hijo de su madre... que siempre nos acusa interiormente. ;) Abrazo!
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