Un
sentimiento frecuente de los creyentes en el espacio público.
Por Emmanuel Sicre, sj
¡Qué difícil resulta para
algunas personas reconocer su fe ante otros! Tal como si fuera un lunar algo
feo en un lugar visible, o un
pariente impresentable, o un defecto que sólo
conocen unos pocos en mi entorno. ¿Es que
acaso ser creyente trae pocos beneficios?
Creyentes en una sociedad plural
Ser creyente en un una
sociedad que se dice plural pero desprecia a los que tienen fe porque los
considera como bobos, o anticuados, o faltos de lucidez, no resulta nada fácil.
Creer en Dios ha devenido la caricatura,
muchas veces, de
una persona santurrona, abstraída, y
fuera de moda que va todos los domingos a misa y sostiene unos valores
bastantes cuestionables desde la ciencia, la academia, la política, el mundo
del arte y la técnica.
En
efecto, por
eso en varios momentos de la vida la
mayoría de los creyentes desarrolla una doble
moral, un doble comportamiento, uno para pertenecer a la sociedad 'plural'
y otro para los espacios religiosos que frecuenta. No es justificable, pero se
entiende desde el punto de vista de que todos necesitamos ser aceptados, y que
la sobrevaloración social a la pertenencia exacerba esta tendencia.
Y se comprende más aún cuando
nos preguntamos por el tipo de dios que está detrás de esa creencia, porque a decir verdad el creyente se parece mucho
al dios al cual le ‘reza’. A
dios-juez, creyente-juez. A dios-castigador, creyente-castigador. A
dios-permisivo, creyente laxo. A dios-Ley, creyente legislador. A dios-mágico,
creyente iluso. A dios-templo, creyente de sacristía. A dios-sacerdote, creyente
clericalista. A dios-sacrificio, creyente negociante. A dios-obsesivo sexual,
creyente reprimido. A dios-culposo, creyente culpógeno. A dios-triste, creyente
de cara larga. ¡Qué panteón Dios mío!
Creyentes que contagian
Pero qué distinto es un
creyente alegre, fecundo, audaz,
servidor, orante, amigos de los pobres y humildes, libre de estructuras
asfixiantes y cuestionador de la sociedad en favor del bien común. Qué lindo es conocer a un creyente
amante de conocer más a su Dios, que no
condena los errores ajenos porque reconoce su debilidad, que no juzga como
dueño de la verdad sino que se declara buscador de ella como todos, capaz
de sufrir con el que sufre y gozar desinteresadamente con quien goza, comprometido
a amar a todos sin distinción de ningún tipo, dispuesto a entregar su vida por
lo que cree y experimenta en el corazón propio y de su comunidad. ¿Te suena en qué Dios cree alguien así? Sí, el
Dios de Jesús.
La privatización de la fe
Sin
embargo,
nos ha sucedido es que tanto relegar la
fe a lo privado, terminamos apagándola y haciéndola extraña al espacio común de un
grupo de amigos, de una comunidad de trabajo, de una familia entre familias, de
una institución cualquiera. Es increíble ver cómo las personas creen que la fe
es una cuestión individual, íntima y personal que sólo se sostiene en el fuero
interno. Lamento desilusionar a alguno,
pero
no. La fe es un hecho social, comunicable, práctico y que se nutre en la
apertura hacia los demás. ¿Por qué? Porque la única forma de saber si
nuestro Dios es verdadero es confrontando con los demás las experiencias de fe,
no conservándola en un laboratorio particular alejado de la realidad en el cual entran
algunos expertos en el tema. La fe es
comunitaria y se sostiene comunitariamente.
Por eso cuando la compartimos nos
expande el corazón, nos abre la mente, nos invita a amar más, a entregarnos más, a tener esperanza en medio de
los conflictos, nos despeja la mirada para ver más allá, nos oxigena los
momentos de dolor y nos acerca cada vez más a una vida plena, vivible, feliz. Esta es la señal de una fe auténtica.
Es cierto, hay actitudes de
personas que se dicen de fe que son lamentables y nos sirven para escondernos
de la responsabilidad de responder personalmente al misterio de la vida. Cuando
la hipocresía o el
fanatismo,
errores que
condensan lo peor del creyente, invade un ámbito todo queda relativizado y se vuelve cuestionable. Las personas de a pie se sienten extrañas a esto.
A
su vez, resulta curioso que la coherencia se le exige a las personas de fe con mucha más
fuerza que a las personas de ciencia, o del arte, o de la política, o de la
técnica. Un médico puede hacer de su vida privada lo que quiera mientras cure,
pero un creyente no puede hacer lo que se le monte con su vida privada y poner
linda cara para cumplir con su religión.
¿Ves hasta dónde la vida es atravesada por la fe?
Quizá esta santa inconformidad ante la incoherencia viene porque justamente vemos
que la fe es un valor tan alto para el hombre que quien lo manosea, trastoca
también la experiencia de fe de cada uno de nosotros.
Recibir la fe
Por lo general nos gusta
pensar que tener fe es una decisión personal, pero, hay que decir, por otro
lado, que se trata más bien de una forma
de responder a lo que hemos recibido de toda una larga tradición de personas
que nos trasmitieron algo que ellos creyeron importante para la vida. Es un don, un regalo. En efecto, lo recibido forma parte fundamental del ser
humano. Desde la antropología podemos afirmar que el hombre está preparado
para tener fe porque su existencia está atravesada por la experiencia de
trascender y ser trascendido. Somos trascendidos por el mundo en el que gozamos de nuestro estar vivos. Somos trascendidos
por nuestro propio ser cuando
hacemos el ejercicio de conocer nuestro cuerpo, nuestros pensamientos y nuestro
espíritu de libertad. Somos trascendidos por los demás porque conforman nuestro mundo de relaciones. Somos
trascendidos, finalmente, por el misterio
de la existencia, del límite, del
fundamento, de lo desconocido y más allá de nuestro control.
En esta dinámica de ser
trascendidos es que se ubica la fe, como
respuesta a algo que nos viene desde adentro, no como algo impuesto desde
afuera. Por eso hay tantas personas sin fe que crecieron en
ambientes muy religiosos pero cuando avanzan en la vida no quieren saber nada.
Esto sucede porque a fuerza de meter
ideas de ‘catecismo’, no se nace a la experiencia vital de la
fe.
Sino cuando nos damos cuenta de que somos trascendidos. Y como cuando vamos madurando las preguntas
crecen también las
respuestas deben estar a la altura, cosa que sucede poco, teniendo en cuenta el
grado agudo de ignorancia de los cristianos sobre las Escrituras, el origen de
su fe y el mensaje de Jesucristo.
Experimentar la fe
Tener fe es darse cuenta de
que estamos habitados por una Vida que nos desborda cuando caemos en la cuenta
de que nos invita a vivir felices, cuando nos mueve a amar de una manera amplia
a quienes nos rodean, cuando descubrimos que no caminamos solos en el deseo de
servir.
La fe nace del encuentro con la
voz de Cristo en nuestro interior que siempre está susurrando paz, esperanza, entrega. Si
te animas a abrir los oídos
interiores te sentirás como aquel ser humano que se descubre tan
habitado por el Dios de la vida, que se abre a ser su hijo y se anima a ser hermano de los demás hombres en
pos de un mundo mejor.
AGREGADO de un LECTOR muy valioso: Gracias por tu artículo, Emmanuel. Nos ayudas a pensar. Quisiera comentarte que habría que considerar que no hay dos polos de creyentes: lo que no confiesan su fe por falta de preparación, por vergüenza, por miedo al qué dirán, y los convencidos que mencionas en el apartado "Creyentes que contagian". Muchos creyentes se encuentran a medio camino, o en camino de un polo al otro. La vergüenza de confesar la fe tiene muchas causas, y creo que muchos no se sienten seguros todavía en ella. Hasta los más preparados se pueden sentir inseguros en la confesión de su fe porque se encuentran en ambientes muy agresivos, porque no tienen respuestas a muchas preguntas y porque, muchas veces, no es tan fácil comunicar la experiencia fundante. La no confesión de la fe no sólo se da en ambientes latinoamericanos, sino también en otras latitudes. Lo encontré también en Europa. La maduración de la fe es progresiva, y hay que hacer dialogar con frecuencia la presencia de Jesús en nuestros corazones con el Evangelio, que siempre será una referencia autentificadora de nuestra propia imagen de Dios y de Jesús, así como un llamado a una humilde revisión de nuestras concepciones siempre incompletas del mismo Jesús. Los creyentes siempre necesitamos estar en proceso de crecimiento en nuestra fe pero, y en esto coincidiríamos, necesitaríamos tener el valor de dialogar más abiertamente sobre nuestras creencias y nuestras propias dudas.
AGREGADO de un LECTOR muy valioso: Gracias por tu artículo, Emmanuel. Nos ayudas a pensar. Quisiera comentarte que habría que considerar que no hay dos polos de creyentes: lo que no confiesan su fe por falta de preparación, por vergüenza, por miedo al qué dirán, y los convencidos que mencionas en el apartado "Creyentes que contagian". Muchos creyentes se encuentran a medio camino, o en camino de un polo al otro. La vergüenza de confesar la fe tiene muchas causas, y creo que muchos no se sienten seguros todavía en ella. Hasta los más preparados se pueden sentir inseguros en la confesión de su fe porque se encuentran en ambientes muy agresivos, porque no tienen respuestas a muchas preguntas y porque, muchas veces, no es tan fácil comunicar la experiencia fundante. La no confesión de la fe no sólo se da en ambientes latinoamericanos, sino también en otras latitudes. Lo encontré también en Europa. La maduración de la fe es progresiva, y hay que hacer dialogar con frecuencia la presencia de Jesús en nuestros corazones con el Evangelio, que siempre será una referencia autentificadora de nuestra propia imagen de Dios y de Jesús, así como un llamado a una humilde revisión de nuestras concepciones siempre incompletas del mismo Jesús. Los creyentes siempre necesitamos estar en proceso de crecimiento en nuestra fe pero, y en esto coincidiríamos, necesitaríamos tener el valor de dialogar más abiertamente sobre nuestras creencias y nuestras propias dudas.
Oye, me parece muy acertado tu artículo, me ayudó mucho.
ResponderEliminarMuchas gracias José Antonio, me alegra muchísimo que el texto cumpla su objetivo!!! Compártelo a quienes creas puede ayudar también! Saludos! Emmanuel
ResponderEliminarGracias!
ResponderEliminarA ti...
EliminarGracias!
ResponderEliminarMuy acertado el artículo. ¿Cómo podríamos esconder el eje de nuestra vida, aquello que guía nuestras acciones, como lo es nuestra fe? Sea una fe cristiana o una fe atea, nuestras acciones han de revelar nuestras convicciones más hondas. Ambas cosas se reciben y desarrollan necesariamente en el ámbito público y no pueden relegarse al fuero interno.
ResponderEliminarGracias Yamid por tu comentario y la lectura!!!! Abrazo grande, me gusta lo de eje.
ResponderEliminarGracias por tu artículo, Emmanuel. Nos ayudas a pensar. Quisiera comentarte que habría que considerar que no hay dos polos de creyentes: lo que no confiesan su fe por falta de preparación, por vergüenza, por miedo al qué dirán, y los convencidos que mencionas en el apartado "Creyentes que contagian". Muchos creyentes se encuentran a medio camino, o en camino de un polo al otro. La vergüenza de confesar la fe tiene muchas causas, y creo que muchos no se sienten seguros todavía en ella. Hasta los más preparados se pueden sentir inseguros en la confesión de su fe porque se encuentran en ambientes muy agresivos, porque no tienen respuestas a muchas preguntas y porque, muchas veces, no es tan fácil comunicar la experiencia fundante. La no confesión de la fe no sólo se da en ambientes latinoamericanos, sino también en otras latitudes. Lo encontré también en Europa. La maduración de la fe es progresiva, y hay que hacer dialogar con frecuencia la presencia de Jesús en nuestros corazones con el Evangelio, que siempre será una referencia autentificadora de nuestra propia imagen de Dios y de Jesús, así como un llamado a una humilde revisión de nuestras concepciones siempre incompletas del mismo Jesús. Los creyentes siempre necesitamos estar en proceso de crecimiento en nuestra fe pero, y en esto coincidiríamos, necesitaríamos tener el valor de dialogar más abiertamente sobre nuestras creencias y nuestras propias dudas.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias Pepe por tu comentario! La verdad es que me encanta que puedan darse este tipo de intercambios, los valoro enormemente porque es ahí donde se alimenta la experiencia de la reflexión, y más se enriquece... No dejes de hacerlo! Tu aporte es muy valioso, creo que debe ir como parte del texto. Gracias nuevamente!
ResponderEliminarEmmanuel
Gracias emaa. Saludos desde San Miguel
ResponderEliminarEmmanuel, realmente profundo y al centro del alma tu reflexión.
ResponderEliminarA esta altura de la vida y acumulando 5 décadas de camino, me invade un gran desencanto respecto de los caminos humanos: sociales, ideológicos, políticos y culturales. Todo hace agua, se contradice y se desvanece en el aire.
Ahí me reencuentro con Jesús, que desde siempre me acompañó y sostuvo, aún cuando yo había decidido (ilusamente) alejarme y esconderme de él, y desplazarlo de mi vida. Ahora sólo su Paz y su Gracia me reconfortan el alma.
Pero el desencanto me gana desde lo humano y se convierte en un duro escepticismo que me impide trasladar esa Paz, Gracia, Amor y Esperanza que Jesús me regala en mi interior a los ámbitos de trabajo, de relaciones sociales y culturales, tan hostiles. En esa lucha interior me encuentro, y es realmente difícil, como dice la hermosa canción de Jorge Rojas "Uno mismo":
"...Y la prueba más difícil
que se enfrenta en el camino
es sin duda, la batalla
que se da con uno mismo..."
Mil gracias por tu oportuna reflexión!
Thanks for sharing, nice post! Post really provice useful information!
ResponderEliminarFadoExpress là một trong những công ty vận chuyển hàng hóa quốc tế hàng đầu chuyên vận chuyển, chuyển phát nhanh siêu tốc đi khắp thế giới, nổi bật là dịch vụ gửi hàng đi đài loan uy tín, giá rẻ