Puntos para
crecer. Preguntas para ahondar.
Emmanuel Sicre, SJ
Es muy común escuchar a gente que ya no tiene fe,
que la perdió en el camino, que se enfrió en su relación con Dios. O
que ya ni sabe bien qué le pasa con
la dimensión espiritual de su vida y siente como poco "vuelo" al
percibir la realidad que vive o vive sin alegría. Si bien
es cierto que la fe es una experiencia muy personal de cada ser humano donada
por Dios, también es cierto que puede escurrirse de entre los dedos de nuestra
historia hasta desaparecer.
¿Cuáles podrían ser
algunos de los elementos que pueden llevarnos a comprender el proceso de unas
posibles pérdida y recuperación de la fe en el Dios de Jesús (no otro)?
PERDER
LA FE...
1. POR SATURACIÓN RELIGIOSA. Algunas
personas recibieron en su infancia y juventud una catequesis demasiado pesada,
llena de conceptos, de reglas y de prácticas obligatorias que por exceso
terminaron hastiando. Muchas veces los
padres, catequistas o maestros piensan que transmitir la fe es que conozcan
solo las cosas del Catecismo y vayan a misa. Con lo cual se produce una
saturación religiosa donde la persona ya no quiere oír hablar de todo este
tema. De hecho, con más frecuencia de la que uno espera, se olvida que la fe de una persona crece junto con su proceso de
desarrollo espiritual, corporal y psicoafectivo. Entonces encontramos el
fenómeno de gente adulta con una fe infantil, o mayores con fe adolescente
donde quedó trabado el crecimiento y se desfasó.
2. POR FALTA DE PREGUNTAS FUNDAMENTALES. Sucede que
por diversas causas como la superficialidad y la evasión consumista, que
almidonamos nuestras preocupaciones de tal manera que no nos afecten. Tanto
padres "sobreprotectores" como "por de más flexibles",
provocan confusión en los hijos porque no los dejan entrar en contacto con la
realidad, que es la que trae las preguntas que ayudan a caminar. Les pasa mucho
a las personas que viven en ambientes satisfechos. Sin preguntas existenciales por la vida, el amor, la muerte, los otros,
no hay posibilidad de entrar en contacto con la dimensión espiritual donde se
da la fe. Lo cierto es que cuando llegan los sufrimientos de la vida no se
sabe a dónde recurrir.
3. POR MIEDO A LA DUDA. En temas de
fe tenemos el mito de que no se puede dudar. Entonces se ha creado una especie
de "condena" a quien duda o cuestiona los fundamentos de la fe que le
han transmitido. ¿Es de sentido común no experimentar dudas de fe? ¿Acaso no es procesual la incorporación de
las cosas importantes de la vida? ¿De dónde hemos
sacado que la fe es un bloque entero que se traga asintiendo doctrinas de un
catecismo? La fe es un misterio y convivir con el misterio a nivel existencial
es convivir con la duda. No podremos saberlo todo.
4. POR MORALISMOS RELIGIOSOS. La mayoría
de las personas en muchos momentos de su vida, percibe la religión como un
conjunto de reglas en el fondo de su experiencia religiosa. Es el reflejo que
hacen aquellos que no quieren pertenecer a ninguna confesión religiosa cuando
critican a la iglesia, por ejemplo. ¿Qué
hicimos los que ayudamos en el camino de la fe para que la gente crea que una
experiencia y pertenencia de fe es cumplir con reglas? En algunos, para
sostener la pertenencia a la religión, se produce una "esquizofrenia"
donde por un lado vivo mi vida moral y por otro mi vida religiosa. Se divorcia
la fe con la vida y entonces se pierde el sentido. (Ni hablar del tema de moral
sexual que daría para otro texto). Quienes no están dispuestos a esta dualidad
finalmente dejan la religión de las reglas para ser honestos con su experiencia
de fe individual.
5. POR FALTA DE SOLIDARIDAD con EL OTRO. Cuando nos
quedamos encerrados en nosotros mismos el egoísmo nos consume la dimensión
espiritual, la trascendencia de las cosas, y termina secando todo. El egoísmo es un fumigador de cualquier
brote de vida real. Cuando somos insolidarios perdemos el contacto con lo
esencial a toda persona que es su vincularidad a los otros. La solidaridad con los demás es el camino más
claro por el cual podemos comprender si se tiene fe en el Dios de Jesús o no.
Muéstrame tu fe sin obras y yo te mostraré por las obras mi fe, decía el apóstol
Santiago (Cf. Sant 2, 14-26).
6. POR FALTA DE VIDA EN COMÚN CON OTROS
CREYENTES.
La fe cristiana nació comunitariamente y así se ha sostenido por más de dos
milenios. Quien no comparte su fe la
pierde, porque se le convierte en un adefesio individualista donde yo
"creo a mi manera". Todos creemos a nuestro modo, quién puede
negarlo, pero todos compartimos el hecho de ser engañados por el Mal Espíritu.
Entonces, cuando no hay una comunicación de la experiencia de fe o se queda sólo
aferrada a un par de normas para autojustificarse, o me invento un dios solo
para mí, apartado del modo en que el Dios verdadero quiere comunicar el Espíritu
del Reino entre nosotros.
DARLE
ESPACIO AL DON DE LA FE
1. AMIGARSE CON EL SILENCIO Y DEJAR BROTAR. Quien no
puede darse unos minutos en el día para estar en silencio no podrá nunca
albergar aquello que viene de su interior. La
tradición nos dice que la fe entra por el oído. En la medida en que
aquietamos el cuerpo y la mente aunque sea con dificultad, podremos dejar
brotar las múltiples manifestaciones de la vida y de la fe. Dios habla en lo más intimo de nuestro
corazón, ¿cómo podremos acoger su voz si no callamos los ruidos internos?
2. CONVIVIR CON EL MISTERIO. La vida de
fe es la vida de quien se anima a dejar de controlar todo con su mente y se
abre a vivir en conexión con aquello que le da sentido a su ser pero sin saber
mucho cómo se llama. Abrirse al misterio de la vida es aventurarse a descubrir
los insondables dones que nos habitan, y que están esperando ser fecundos en un
mundo que los necesita. Convivir con el
misterio de un Dios que se hizo hombre para solidarizarse con nuestros sufrimientos
y llevarnos a la vida plena de la resurrección.
3. DEJARSE ROMPER LOS ESQUEMAS PRECONCEBIDOS Y
SUPERAR LA PRUEBA.
Para poder crecer en la vida de fe tenemos que aprender que la fe evoluciona junto con las crisis propias de
nuestro desarrollo. No podemos seguir
creyendo en los reyes magos a los 30 años. Dios no cabe en nuestra mente
por lo que es siempre nuevo. Si nos quedamos con aquello que aprendimos en la
catequesis cuando éramos niños, o si nos estancamos en la rebeldía contra Dios
de nuestra adolescencia, no podremos recibir la fe de un adulto, y más todavía,
la preciosa experiencia de una fe madura. El
crecimiento en la fe se da con el acompañamiento de otros que caminan en esta búsqueda
y que nos ayudan a aprender y desaprender toda la vida.
4. COMPADECERSE DEL OTRO. Las primeras
comunidades cristianas comprendieron que la gran novedad de Jesucristo había
sido la compasión. A ningún judío de su época se le hubiese ocurrido ser solidario
con un no judío, y menos aún compartirle su Dios. Por eso el escándalo de Jesús.
Si hay una experiencia que logra
consumar toda la experiencia cristiana para dejarnos vibrantes del Espíritu es
la compasión. Con los demás y con nosotros mismos. Cuando somos capaces de
hacerle lugar en el propio corazón y bolsillo a los "samaritanos" con
los que nos encontramos a diario estamos comenzando a entrar en el misterio de
Jesús.
5. DIALOGAR CON EL DIOS DE JESÚS (no otro). Es posible
que muchos crean que rezar es recitar de memoria oraciones solamente. Pero no, quien quiera tener una experiencia
religiosa del Dios de Jesús tendrá que
dirigirse a él con sus propias palabras. Con aquellas que brotan de su vida
cotidiana, de sus preguntas más inquietantes, de sus miedos, de sus
sentimientos y emociones, de sus relaciones más profundas con los demás. Y
hablar con el Padre de Jesús, o con Jesús mismo, o con el Espíritu que ora en
nosotros.
6. FORMAR PARTE DE UNA COMUNIDAD. Tal como decíamos
la forma de sostener una fe verdadera es siendo parte del Pueblo de Dios en
alguna comunidad concreta donde pueda vivir, compartir y celebrar la fe. Es
importante porque ayuda a sostenernos en los momentos de crisis espiritual. El Espíritu no tiene otro modo de
comunicar su energía si no es en el vínculo que se establece entre las personas
de la comunidad. No resulta común una especie de "ciencia infusa"
dada a unos pocos místicos que ilustran al resto. Y si esto se da, la comunidad
es la que en definitiva constata su veracidad.
Si bien podríamos
ampliar toda esta realidad, creo que con estos puntos es posible entrar en diálogo
en nuestro monasterio interior para que, al conversarlo con quien pueda
ayudarnos, crezcamos en la experiencia de fe y no dejemos que se nos escurra de
entre los dedos un don tan lindo como este. ¿Qué podremos perder?
Muy Bueno Ema, me lo llevo!
ResponderEliminarGracias Kachete querido!!! abrazo grande! que te sirva!
EliminarHola Emmanuel!
ResponderEliminarTendrás algún otro texto que profundice el Punto 4 de perder la fe? O tal vez alguna lectura para recomendarme...
Buscando el camino de la auténtica libertad...
Gracias!
Hola, gracias por tu comentario! Si quieres puedes escribirme por whatsapp +5491134003107 y te comparto algo. Saludos!
EliminarExcelente. Da para un retiro entero, además de para un libro. Por lo ordenado, por lo claro, por lo "redondo", se vuelve muy operativo y permite hacer una introspección profunda, clara y bien puntual.
ResponderEliminarGracias ... 😊
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