sábado, 6 de septiembre de 2025

DISCERNIMIENTO IGNACIANO: ¿CÓMO DISTINGUIR LOS ESTADOS ESPIRITUALES?


Por Emmanuel Sicre, SJ

Si pudiéramos decir que cuando nos sentimos bien estamos consolados y cuando nos sentimos mal estamos desolados sería más sencillo. Pero en el mundo interior hay toda una “arquitectura” que merece su propio plano de comprensión. Las reglas de discernimiento de San Ignacio nos pueden ayudar a la interpretación del mundo interior. Él distingue dos dinámicas vitales (ir de mal en peor bajando o ir “de bien en mejor subiendo”), dos estados espirituales (la consolación y desolación) y dos espíritus (el bueno y el malo). Sin embargo, esta dialéctica se da en un sólo corazón, el de la persona que debe, con su libertad, elegir aquello que más la conduzca al fin para el que se orienta su vida. 

En este sentido, lo primero que tenemos que distinguir para hacer el discernimiento de espíritus es el estado emocional (lo que siento) del estado espiritual (desde dónde y hacia dónde me mueve eso que siento, la moción). Esta diferenciación es clave para evitar autoengaños. Por ejemplo, puedo sentir indignación y furia por la marginalidad y la pobreza, pero si eso me lleva a evadirme buscando culpables para justificar ese estado emocional pero no hago nada, no habré discernido lo que ese sentimiento desde la fe quiere decirle a mi vida. 

Si registro en mi interior sentimientos negativos deberé preguntarme si vienen del mal espíritu o del bueno, para saber por qué estoy en desolación y actuar de la manera acertada. Por ejemplo, siento una culpa persistente de mis pecados ya confesados: ¿no será una regresión del ME (mal espíritu) para que me mire el ombligo queriendo haber sido perfecto siempre? Siento una angustia de no tener el control de todo ¿no será que el ME me está azuzando para que me crea más de lo que soy? Siento una distancia y sequedad en el vínculo con Dios que me lleva al adormecimiento espiritual ¿No será que el ME me hizo creer que porque soy religioso ya tengo asegurada la conversión automáticamente? Siento un malestar con algún vínculo al que quisiera desaparecer ¿No será que el BE (Buen espíritu) me hace saber que hasta que no acepte al otro como es deberé seguir esperando que Dios me visite? En cada historia de vida, en cada circunstancia, la desolación merece tiempo de discernimiento. 

Lo mismo sucede con los sentimientos positivos ¿son de Dios o son del maligno? Porque lo que advierte Ignacio es que tanto el buen espíritu como el malo consuelan el corazón, pero con fines contrarios. Dios es el único capaz de hacer sentir plenitud sin causa precedente, porque sí, libremente. Es decir, el buen espíritu visita el corazón cuando quiere y como quiere. Como, por ejemplo, cuando siento una alegría profunda de la nada, una sensación de experimentar la vida con gratitud, esperanza y lleno de entusiasmo porque sí, porque Dios me regala vivir esto sin que haya hecho nada para merecerlo. O como esa paz inexplicable que sienten algunas personas en los momentos de mayor cruz y dolor. 

Sin embargo, cuando el ME ya sabe que no puede engañarnos tan fácilmente con cuestiones moralmente malas y evidentes porque hemos elegido el bien para nuestra vida, busca razones de aparente bien para llevarnos a su mal. Ignacio dice entonces que el ME se disfraza de “ángel de luz” a fin de llevarnos a su redil.  Por ejemplo, siento un fervor enorme por una misión que se me confía y empiezo a planear, idear, soñar posibilidades, invito a personas para trabajar, me embalo y después de un tiempo me siento agotado, exhausto, con altibajos emocionales y presionado por todos lados, en soledad y juzgando a todos, ¿no será que el ME se aprovechó de mi entusiasmo y lo desbordó para que acabe quemado? Sentirse bien, no es estar consolado aunque cuando estemos consolados nos sintamos bien. 

¿Qué hacer en el desasosiego benéfico, PRUEBA o desolación pedagógica? 


  • Reconocer que es una gracia escondida.

  • Permanecer fiel sin buscar consuelos fáciles.
  • Ejercitar la confianza pura, la amistad gratuita, amar desinteresadamente.
  • Hacer memoria de las consolaciones pasadas.
  • Abrirse a lo que Dios quiere enseñar, autoconocerse en las fragilidades.  
  • No confundir con la desolación del mal espíritu.
  • Esperar activamente buscando claridad con el acompañamiento

¿Qué hacer en la DESOLACIÓN? 


  • No hacer mudanza: mantener las decisiones tomadas en consolación.

  • Resistir: intensificar la oración, el examinarse, la solidaridad con los pobres.
  • No callar, hablar con alguien que me ayude.
  • Recordar que pasará: la desolación es temporal, no es toda la verdad.
  • Examinar causas: negligencia, prueba, engreimiento, control del don.
  • No asustarse y confiar que tenemos ayuda de Dios: pedir la paciencia y la gracia de perseverar en la prueba.

¿Qué hacer en la CONSOLACIÓN? 


  • Dar gracias a Dios por el consuelo recibido.

  • Aprovechar para fortalecerse: tomar decisiones o confirmar propósitos, porque la gracia ayuda y se oye mejor al BE.
  • Mantenerse en humildad: recordar que es don de Dios, no mérito propio. 
  • Empequeñecerse reconociendo nuestros límites. 
  • Prepararse para la desolación: anotar lo aprendido, pedir gracia de perseverar cuando falte el consuelo.
  • Gozar de la claridad espiritual, la solidaridad y la misericordia con los demás.

¿Qué hacer ante la FALSA CONSOLACIÓN


  • Revisar el principio, medio y fin: si el inicio es bueno pero el fruto final es turbación, orgullo o alejamiento, no es de Dios.Entra con lo nuestro y sale con lo suyo (cola serpentina)

  • Observar frutos concretos: el buen espíritu deja paz humilde y amor; el mal espíritu deja inquietud, autosuficiencia, cierre.
  • No actuar inmediatamente: esperar, orar, pedir confirmación antes de tomar decisiones importantes. Ir despacio. 
  • Abrir la moción: compartirla. 
  • Pedir discernimiento: orar para que Dios muestre la raíz y desenmascarar el engaño.