domingo, 8 de diciembre de 2024

LA TENTACIÓN DE MARÍA por Martín Descalzo

José Luis Martín Descalzo 


Y, cuando Gabriel se marchó,

vino el «Otro», Satanás, y dijo:


«¿Ha de venir el ángel y yo no? Algún día

tendré entre mis manos a tu Hijo. Mis palabras

rodarán hasta Él. Panes o piedras elegirá. ¿Y tú nunca

pasarás por mis manos? ¿Más que el Hijo

has de ser? No, no tiembles. Un ángel soy,

no más. Y, si nada sabes de mí, y si mis manos

no tocaron tu alma,

pura trampa de un Dios tramposo ha sido. Pero

yo estoy en todas partes, y tu obra

se enredará como una red conmigo.



Hoy me trajo no el odio, sino la compasión.

Conozco al hombre. Sé que eres

sólo una mujer. Yo te he mirado dormir

y muchas noches me asomé hasta tu cuna de chiquilla,

oí tu respirar, tus infantiles gritos, hambre de niña,

llanto de niña que se cae, piernas

temblorosas que no saben andar y que tuvieron

que aprender. No eres ciertamente una diosa.

Y el cielo no supo protegerte de la vida.

Y he aquí que ahora, cruel, te va llevando

al dolor, ciegamente, amordazada con tanta infancia,

cual si de un juego se tratara. ¡Tiene

gracia este cielo! ¿Acaso un ángel

es una red de oscuridad y astucia?

¿Se puede así mentir, con un silencio,

callando, callando toda la verdad?


Bendita tú entre todas las mujeres, dice. Habla

de la sombra de Dios. ¿Y por qué calla

todo el dolor, los clavos, las espinas,

por qué camufla

el seco rostro del Omnipotente?

Yo sé Quién es, yo conozco sus cóleras

y ese otro vértigo más asfixiante que llama 'amor'.

¡Ah, los hombres: creéis que Dios es una rebanada

de sol, o unas cucharadas de azúcar!

Mas Dios es el terrible,

entrar en sus alcobas es bajar a la nada,

cruzar el escalón que no tiene regreso. No, no entres,

pequeña, en ese vértigo.


Ser hombre ya es hermoso,

suficientemente hermoso.

El entraría en ti como un relámpago

sin romperte ni mancharte: carbonizándote.

Tú imaginas

que te llamará 'madre' y que eso basta. Pero este

no será un hijo como todos,

nunca podrás estar segura ni de haberlo parido.

Le mirarás crecer como un extraño,

terriblemente grande para haber estado alguna vez en tu seno.

¿Crees que te amará? Seco es Dios y desierto.

El cruzará tus horas como un rayo de sol, sin abrazarte,

dejándote a la noche un hueco en cada esquina.

Y morirá.

Y tú verás su carne

repartida,

cruzada por los odios de los hombres,

goteará su sangre entre aullidos de perros,

mientras sonríen los ministros de Dios junto a su muerte.

¡Ah, un hijo así hay que sacarlo

del pedernal, o construirlo

de uñas de tigre!

¿Por qué tenía Dios que mendigar tu seno?

No entres al juego, niña. Grita

que tú quieres vivir. ¿O tanto orgullo

hay en tu corazón para creerte

capaz? Mira cómo viven los hombres

chupando su pequeña

alegría. Mira cómo tus compañeras entrelazan

juegos y besos. ¿Y tú deberías

tragar el llanto,

sólo para que Él se dé el gusto de ser hombre?

No, no entres, niña, en la trampa de Dios,

sigue,

sigue siendo feliz y humana».

***

María escuchó,

escuchaba con sus catorce años puestos en pie, crecía,

iba creciendo, bebiendo

años, estirando

su corazón

para que hallaran sitio en él todos los dolores.

«Hágase», dijo.

Y comenzó la muerte a afilar sus cuchillos,

y la traición de Judas fue creciendo

y el aire

de Palestina se enamoró del viernes,

y el Varón de dolores se hizo carne en su entraña.