Por Emmanuel Sicre,
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Para creyentes y no tanto la
pregunta por Dios resulta persistente. A veces inquieta, a veces apacigua, a
veces roza con suavidad los bordes de la vida, a veces cala hondo en el sentido
de la existencia humana. Lo cierto es que viene siempre a visitarnos e
invitarnos a algo.
Las respuestas son múltiples y,
dependiendo del momento en que nos agarre, podemos acogerla, evadirla, negarla,
patearla para más adelante, enojarnos, sincerarnos, distraernos, actualizarnos...
En fin, el tema es que volverá y tendremos que ver qué hacer con ella.
Todo esto nos lleva, entonces,
a preguntarnos cómo es percibir a Dios, dar con su presencia entre nosotros, experimentarlo
de algún modo, acercarnos a su misterio. En esto, a menudo, nos ha ayudado la
naturaleza que, desde su inmensidad deslumbrante o su caprichosa hermosura, nos
ubica en la actitud justa para percibirnos a nosotros mismos delante de lo que nos
es imposible: la pequeñez.
Eclipse por Alejandro Marntetti |
Así, cuando el ser humano se
toma un momento y reflexiona, medita, ora sobre lo que hace o lo que vive, puede
comprender que allí se combinan varios elementos fundamentales: su ser en
construcción; su estar en un contexto determinado histórica y geográficamente;
y los demás seres con los que convive en una sociedad, en un grupo humano, en
su familia. Pero, cuando, consciente de todo ello, encuentra, además, que hay
una especie de ‘plus’ en su actuar en
el mundo que va a más allá de su deseo, comienza a entrever que no todo lo que
hace es fruto de su capacidad como sujeto de acción, incluso colectivamente. Se
trata de aquello que sucede “de más”.
Surge, entonces, una pregunta
más honda acerca de cómo dicha acción que obramos puede transformar la realidad
de los demás hombres en favor de ellos, dotándolos de un sentido aún mayor del
que preveíamos. ¿Qué es ese plus de
sentido, de vida que percibimos como un caer en la cuenta de que hay algo más
allá de nosotros mismos? ¿Cómo es que la manifestación de este ‘plus’ se hace tan clara a los sentidos
compartidos no sólo por uno mismo? ¿Qué sostiene nuestro compromiso por
continuar haciendo aquello que nos llena de un sentido no provocado, sino
donado, regalado gratuitamente? En efecto, nos estamos preguntando por el bien
inmerecido, desproporcionado, que recibimos de lo que vivimos con pasión.
En efecto, cuando el hombre ha
caído en la cuenta de que se le da algo mucho más grande de lo que él dio con
su accionar, y reconoce que nunca podría pagarlo o devolverlo por sus propios
medios; y que, asimismo, desea con todo su ser seguir acrecentado esta
experiencia que lo plenifica y lo abre a los demás con su trabajo; se transforma
y se encuentra con la revelación gratuita, personal, impredecible, inaplazable,
e inolvidable del Dios de Jesús.
Gracias! !AMGD
ResponderEliminarA ti! Saludos!
EliminarExcelente!!
ResponderEliminarChuik!
Eliminar"..el que lo vive, lo comprende"
ResponderEliminarGracias por tan acertadas palabras. Llamados a ser más!
ResponderEliminarGracias, me encantó.
ResponderEliminarSentida reflexión. Puro aprendizaje
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