viernes, 23 de diciembre de 2022

¡No sean como el Sr. Jourdaine!

Queridos chicos, queridas familias, queridos docentes, comunidad educativa toda:


Hace unos días en este mismo escenario de la Sala Garay tuve la suerte de asistir a una obra que presentó el taller de teatro del Colegio y me hizo pensar mucho en estas palabras que he preparado para ustedes. Se llama “El burgués gentilhombre” de Molière, un clásico del teatro francés del siglo XVII. 


El argumento es muy interesante y trata acerca de un hombre, el Sr. Jourdain, el hijo de un comerciante muy adinerado que quiere pertenecer a la clase alta de la sociedad. Es así que, se desvive al contratar a unos maestros para que le enseñen las cosas necesarias para adquirir refinamiento y cultura; así como de buscar un marido para su hija de noble linaje a fin de poder ser considerado un Señor. En definitiva, se trata de un conflicto de identidad, de no saber bien quién es, lo que lo lleva a convertirse en objeto de burlas -“bullying” decimos hoy-, y también, por qué no, de cierta compasión. 

La obra trata el tema con mucho humor e ironía empezando por el Sr. Jourdain siendo él mismo un personaje estrafalario y ridículo; su familia, al parecer un poco más realista, ya no sabe cómo hablarle porque sienten que ha perdido la cabeza; los maestros se ríen de él porque no aprenderá nunca lo que pretende, pero aprovechan para sacarle dinero con adulaciones y cumplidos falsos; las “amistades” de la alta sociedad sólo están con él por conveniencia económica; y el espectador, entre risotadas y sorpresas, se divierte a través de las múltiples situaciones jocosas que se generan alrededor del protagonista y su afán de ser otro que no es, ni podrá ser. El Sr. Jourdaine quiere jugar en un club que nunca lo va a recibir. 

Fue muy divertida, las actuaciones fueron geniales, pero no podía dejar de reflexionar acerca de las implicaciones que tiene este tema para nosotros en este preciso momento en el que ustedes hasta ahora alumnos de 5to año, al atravesar la puerta de San Martín 1540 esta noche, volverán a sus casas como exalumnos de la Inmaculada. ¿Quiénes somos? ¿Qué aspiraciones tenemos? ¿Adónde pertenecemos? ¿Quiénes queremos ser? Son preguntas que podríamos hacernos y que quedarían resonando un buen rato quizá, si no es que alguna secuencia de videitos de Tik Tok nos las arrebata. 

Déjenme decirles que cuando pienso en ustedes siento una esperanza muy grande. Creo que no falto a la verdad si proyecto esta misma esperanza en muchos de quienes han sido sus docentes, y sobre todo, de sus familiares y amistades aquí presentes. Sí, ¡es tan diferente su situación a la del Sr. Jourdain!

Pienso en sus maestras, profesores, agentes de pastoral, directivos y veo, entre luces y sombras, claramente, los esfuerzos porque los aprendizajes que se llevan al salir de aquí, les sirvan para la vida que viene. Aprendizajes que, desde que ingresaron al colegio, buscaron ser siempre lo más integrales posibles, no como en la obra de teatro donde las disciplinas pelean a ver si es más importante la música o la danza, que si la matemática es superior a la filosofía, o el deporte es más que todas. Cuando las búsquedas de saber algo necesitan afirmarse negando a las demás se rompe la integralidad y comienza la lucha por la subsistencia del ego siempre caprichoso. El final de esta batalla sin sentido de afirmarse negando al otro, es el mismo que el del Sr. Jourdain: la ignorancia y el ridículo. 

Por eso, chicos, cuando se relaten para ustedes mismos que vinieron al Colegio de la Inmaculada o cuenten qué vivieron dentro de los “tutelares muros”, traten de hilvanar todas las cosas que les dieron sentido para su propia vida y así lograrán ir respondiendo a la pregunta por quienes son y quiénes quieren ser. Tomen en sus manos todo lo vivido y verán cómo se convierte en un tapiz que reflejará su rostro único e irrepetible. Junten los hilos de cada uno de sus aprendizajes en las distintas clases, en los campamentos, en los Ejercicios Espirituales y servicios solidarios, en las conversaciones personales, en los conflictos superados, en cada uno de los rincones de esta su segunda casa, en los eventos compartidos, en los recreos y torneos, en las Eucaristías, la Oración ignaciana y las reconciliaciones, en los momentos de evaluación y presentación de algún trabajo, en las amistades que los acompañaron en el aula y fuera de ella, en las personas que los inspiran. 

Si logran anudar esos hilos verán que los sentimientos de gratitud por lo vivido aquí serán un ancla en el momento en que el río devenga turbulento. Cuando salgan al “mundanal festín” de nuestra sociedad la vida les preguntará: ¿quiénes son? ¿de dónde vienen?, ¿por qué hacen lo que hacen?, ¿qué anhelos los sostienen? y entonces uds. podrán sacar de ese tapiz que se fue tejiendo en todos estos años, alguna respuesta noble, sincera, honda. 

El Sr. Jourdain, por el momento, se quedará con las ganas de responder a esas preguntas porque sus pretensiones están desconectadas de sus orígenes, de hecho los desprecia y se enoja por ser hijo de su padre, se lamenta de todo lo que no recibió, le reprocha su incultura y nunca puede ver lo que tiene de verdad. Es como si los méritos de su riqueza le nublaran la vista y le hicieran confundir progreso con cholulaje, sabiduría con superficialidad, decencia con banalidad, prosperidad con privilegios, pertenencia con exclusividad. Él no logra descubrir que la clave de su ascenso social no puede adquirirla con dinero, ni con clases particulares bien pagas, ni con rodearse con un grupo social, ni con obligar a su familia a comportarse como nobles a fuerza de choque. No se da cuenta que el camino, tal vez, es otro. 

La pregunta por lo que somos, por lo que cada uno es, a diferencia de la obra, debe encontrar su respuesta en todo lo que hemos recibido de este país hermoso que es la Argentina, de la dignidad de cada una de sus familias, de este Colegio centenario y de tantos otros espacios ricos en oportunidades. Es cierto, cada una de estas realidades no está exenta de conflictos, de dolores, de heridas y dificultades, pero ¿se imaginan si no las integráramos, si en vez de enfrentarlas las evitáramos, si las escondiésemos maquillándolas con algún slogan de moda, si nos buscáramos algún entretenimiento para evadirnos de nuestra propia historia, lo que quedaría de la respuesta por lo que somos? Es más, ¿se imaginan cómo sería nuestro futuro si nos desconectamos de nuestras raíces? ¿No caeríamos en la trampa de pensar que el mundo empieza con nosotros?

Sólo asumiendo lo que son podrán enfrentar lo que viene con coraje y valentía. Sólo haciendo de sus vidas un espacio de integridad humana podrán caminar con realismo y esperanza en medio de un mundo roto siendo hombres “con y para los demás”. No es fácil, lo sé. ¿Por qué tendría que serlo? 

Sé de sus temores al momento de preguntarse por su vocación, por aquello a lo que desean dedicarse en el futuro que está tan próximo. Conozco algunos de los vértigos y las perezas al dar el paso de empezar una nueva etapa en este momento del mundo, los vivo también a mis 39 años en este lugar donde estoy. Entiendo los enojos que cargan muchas veces porque los adultos no hemos sido siempre el ejemplo que merecen. Perdón por estar a la altura muchas veces. Sin embargo, me gustaría que sepan que de aquí no salen desprevenidos, que llevan huellas en su corazón, en su mente y en sus manos que son huellas de identidad ignaciana que les ayudarán a responder a la pregunta por lo que buscan para sus vidas y la de su entorno. 

Así, cuando vean que les quieren vender que los problemas se resuelven de manera simplona, mágica o violenta y sin tener en cuenta la dignidad de las demás personas, ustedes podrán recordar la huella de haber sido tratados con respeto, paciencia y comprensión a pesar de todo

Cuando los seduzcan con sustancias, con consumos excesivos, con billetitos de colores, con dinero fácil, en fin, con los “goces que a mi Madre apenan” como los llama el poema del Dulcísimo, ustedes podrán recurrir a la huella que dejaron los límites puestos a tiempo para preservar lo bueno, el ejercicio del autocontrol y de reflexión ante el error y el riesgo, que tantas veces tuvieron en estos años

Cuando les digan que se pongan en un bando para bulinear al otro, cuando quieran dividirlos para gobernarlos, cuando los manipulen con ofertas prefabricadas de agresión social a través de las redes, cuando los inviten a la guerra fratricida; ustedes podrán recurrir a la oración, al discernimiento y al Dios que encontraron en esta comunidad del Colegio para amansar sus iras contenidas y conducirse para bien, convirtiéndose así en personas que hacen la diferencia frente a tanta polarización estéril. 

Cuando les digan ante el peligro “tranqui, no pasa nada”, “hacé la tuya”, ustedes podrán usar la perspectiva y contemplar, como aprendieron en tantos momentos de silencio y meditación, las consecuencias de sus decisiones y optar por lo más bueno, lo más bello, lo más verdadero, por aquello que les deje más paz.   

Cuando les quieran decir que la vida se puede negociar, que los más frágiles de la sociedad son descartables o de segunda, que todo se rige por la ley del más fuerte o de la mayor ganancia, que todo es un “sálvese quien pueda”, ustedes podrán volver su mirada a los ojos de nuestra Madre de los Milagros y encontrar en ella la confianza necesaria para valorar la vida y defenderla siempre como buenos hijos y hermanos.

Cuando les quieran imponer un pensamiento único, ideologizado y dogmático que los cierre sobre ustedes mismos y su grupo devenga en una manada, ustedes podrán abrirse a la reflexión sincera, a la autocrítica siempre necesaria y al inmenso poder creativo e inteligente con el que cuentan para poder asumir que la verdad es polifónica, que el amor si es cristiano es misericordioso y que la justicia honesta no acepta corruptelas ni amiguismos.

Chicos, se viene un tiempo fascinante para ustedes. Hagan todo lo que no hace el Sr. Jourdain. 

Confíen en sus anhelos profundos, apuesten por sus intuiciones más verdaderas, aprendan con la sabiduría que es fruto del conocimiento junto con el amor, y estén abiertos a lo que el Espíritu de Dios les inspire en lo más profundo de su ser. 

Miren alrededor y contemplen la realidad compleja como es y anímense a mirarla con los ojos que la mira Dios para trabajar por ella con cariño, para transformarla con sus dones, para hacerla mejor para quienes vengan después de ustedes. 

Huyan de la nostalgia, cárcel de los recuerdos, que les impide ver el presente lleno de las invitaciones audaces del Buen Dios por hacer nuevas todas las cosas con su fuerza y nuestra libertad.  

Escuchen a las personas que los quieren bien y reciban con astucia a quienes los critiquen porque, siendo fieles a ustedes mismos, no ceden a la deshonestidad, el chantaje y la conveniencia individualista. 

Amen a Cristo, cuenten con él, sobre todo en las búsquedas y en las adversidades, él sabe cómo acompañarlos. 

Entonces, no habrá sido en vano su paso por el Colegio del amor que nunca muere porque vivirá en la memoria de sus corazones allí donde los ponga la vida. 

Que Dios los bendiga, buen camino y muchas gracias. 

P. Emmanuel Sicre, SJ
Rector

domingo, 18 de diciembre de 2022

“El equipo salió fortalecido de ese error mío”, dijo Messi

DISCURSO A LOS EGRESADOS 2022- PRIMARIA

Queridos chicos, queridas familias, docentes, comunidad educativa toda: 



El martes pasado Argentina perdió contra Arabia Saudita y una especie de tristeza y de comenzar a sufrir por el Mundial nos embargó a todos de alguna u otra manera. Si bien no todos somos futboleros, por tratarse del deporte nacional, el fútbol es un tema común. 
Quisiera aprovechar esta oportunidad para dedicarles unas palabras en este su último partido en Primaria. 

Cuando terminamos de verlo en la Sala Garay, volví a la puerta del Colegio a recibir a quienes vendrían después del partido. La mayoría mostraba caras largas, gestos de lamento y muchos hasta retrucaron el tradicional “buenos días” con un: “no tan buenos”. Sin embargo, hubo un chico de 4to año de secundaria que me dijo algo que me hizo pensar: “Está bien, era para que se nos bajaran los humos”. Me sorprendió la respuesta más bien madura y procesada de Juan Cruz. 

Pero resulta que ayer, durante el partido contra Polonia, Messi erró el penal número 32 de toda su carrera (25 atajados y 7 desviados) liderando así el ranking de los futbolistas con más penales fallados (5 en total) en la historia de la UEFA Champions League. Messi pateó 139 veces al arco en situación de penal, tiene 78% de eficiencia, ¡y justo viene a errarle cuando nuestra ansiedad parecía que iba a encontrar un descanso! Bueno, no se dio o no tenía que ser así. Erró y tuvimos que esperar. 

Una vez conseguido el triunfo, en la entrevista, Messi declaró: “El equipo salió fortalecido de ese error mío”. Y desde entonces esa frase resuena queriéndome decir algo. Aunque, quizá, pienso que no sólo a mí. 

Queridos chicos, están terminando una etapa de sus vidas en la que han vivido muchas experiencias significativas y llenas de aprendizajes. Sé de los múltiples esfuerzos de todas las personas que los acompañan (directivos, docentes, profesores, familiares…) porque sean buenos, educados, porque aprovechen, les vaya bien en la vida y valoren todo lo que reciben. Es más, ustedes mismos, varias veces, me han dicho que están agradecidos por todo lo que hacen por ustedes. Eso es muy lindo y debemos dar gracias a Dios. 

Y a pesar de tantos esfuerzos suyos y de su entorno, quisiera recordar todas esas veces en que, como Messi, erramos el penal. Fracasamos. Ustedes podrán decirme: “Emma, pero cómo vas a hablarnos de los errores y fracasos en un momento de fiesta como este”. Y sí, ustedes han llegado hasta aquí hoy, no sólo porque cada uno aprobó las evaluaciones o porque hizo una presentación exitosa, o lo que sea; sino también por sus errores y fracasos. Y esto debemos reconocerlo con astucia para poder dar gracias de todos los aprendizajes.

Cada vez que un ejercicio mal hecho te llevó a corregir y volver, aprendiste y reforzaste. Cada vez que un docente te dijo que lo intentaras de nuevo, aprendiste y te desafiaste. Cada vez que te cortaste solo creyéndote el mejor y tenías que trabajar en equipo y hubo que dar marcha atrás para que estuvieran todos, aprendiste y se acrecentó tu paciencia. Cada vez que te peleaste o te enemistaste con algún compañero y debiste reconocer, aclarar, perdonar o pedir perdón, aprendiste y creciste. Cada vez que te llamaron la atención por algo no tan bueno que no deberías haber hecho, aprendiste y te fortaleciste. Cada vez que un error de ortografía o de conceptos fue advertido y subsanado, aprendiste un poco más acerca de eso. Cada vez que, por no hablar a tiempo o por dejarte estar, te diste cuenta del error, aprendiste y adquiriste algo nuevo. Y es que, muchas veces, nuestros “penales errados” son una fuente de sabiduría inagotable, pero a todos nos cuesta pensarlo así. Sí, ya sé, hay errores y errores, pero déjenme decirles, que los de su etapa de vida, sirven muchísimo para crecer y no los estamos aprovechando del todo. 

Siento que debemos aprender más de nuestros errores y fracasos y no condenarlos como si fuera el Juicio Final, dejar de sentir tanta culpa o enojo porque las cosas no salgan como esperábamos, reconocer que no nacimos sabiendo y que, como dice el dicho, “de los errores se aprende”. Pero a nuestro orgullo propio no le gusta equivocarse. No sólo porque uno siente cierta vergüenza, sino porque nos estamos acostumbrando a escondernos para no ser bulineados, o a preferir no hacer nada para no exponernos al fracaso, a temer más equivocarnos que a desafiarnos. De esta manera lo único que sucede es que vamos acumulando enojos, tensiones, broncas, miedos y terminamos dando portazos inexplicables “adentro y afuera de la cancha”, quedándonos sólo con lo único que sabemos hacer y con nuestro grupito, ignorantes de tantas cosas. 

Es cierto, los adultos no siempre somos el ejemplo que ustedes merecen, chicos, y ojalá puedan también perdonar nuestros errores, en especial los que son fruto de nuestra fragilidad y torpeza. Nosotros también estamos aprendiendo, no nos la sabemos todas. Lo que pasa es que, hay veces que por el deseo de que no les pase nada malo, o de que el error les haga doler demasiado, o de que no consigan los aprendizajes necesarios, los sobreprotegemos o no les mostramos el camino para aprender de los errores con cariño y estrategia. 

¿Se imaginan si cuando nos equivocamos, en vez de hacer berrinches o humillarnos, aceptáramos los sentimientos negativos que vienen de ahí y diéramos el siguiente paso como Messi buscando ver el lado positivo? ¿Se imaginan si cada error del otro fuera la oportunidad de fortalecernos mutuamente y no de burlarnos de los errores de los demás? ¡Cuánto más vivos seríamos! No es bueno quedarnos estancados en lo que hicimos mal, sino en lo mucho que se puede aprender de esa situación. “El equipo salió fortalecido de ese error mío”, dijo Messi.  

Si nos ejercitáramos más en aprender de los errores que en ocultarlos o pasarlos por alto, podríamos balancear mejor el valor de los éxitos. Ganar, vencer, aprobar, estar en el podio, ser los mejores, no lo es todo. Es una parte hermosa la del reconocimiento de nuestras habilidades y logros. Hay que alegrarse en el momento de las distinciones, de las medallas y de los premios, pero no debemos confundirlos con nuestro verdadero objetivo: aprender, crecer, encontrarle sentido a las cosas siendo hombres para y con los demás. ¿De qué sirve un 10 vacío o un éxito de juguete si al final no aprendimos más?

Recuerdo con satisfacción cada vez que en la oración de la mañana varios alumnos venían a contar de algún torneo en el que no habían ganado, pero se habían divertido. Ese es el camino: disfrutar de las cosas que hacemos sin la necesidad de que la competitividad excesiva nos robe la paz, sin que los fracasos nos derrumben o las ansiedades mal gestionadas nos lleven a maltratar a alguien, con el deseo profundo de dar lo mejor de nosotros como nos enseña San Ignacio que no es lo mismo que ser los mejores en todo. 

Queridos chicos, están en un momento hermoso de sus vidas para aprender, crecer, desarrollarse y conocerse a ustedes mismos en cada cosa que vayan descubriendo. No dejen que los excesos de pantallas, de redes sociales o de videojuegos les desvíen la mirada haciéndoles creer que eso es todo; amen el arte, el ejercicio físico, el deporte, el tiempo al aire libre, la naturaleza, las buenas conversaciones, las amistades, el descanso, la lectura, la oración, el silencio contemplativo de una puesta del sol, y tantas cosas hermosas que han podido aprender aquí.  

No permitan que las exigencias tercas por el rendimiento académico, las presiones deportivas desmesuradas y el éxito resultadista les hagan perder la paz, el gusto y el proceso lento que llevan las cosas importantes de la vida. 

No accedan a palabras discriminatorias, agresivas y llenas de odio cuando las cosas no salgan como ustedes quieran o el otro se equivoque, eso no es propio de un hijo de la Inmaculada que tantas oportunidades tiene. 

Vivan su crecimiento con la mayor armonía posible escuchando a sus mayores, pero también a su corazón; atendiendo su cuerpo, pero también a su espíritu; buscando conocer más, pero también saboreando los descubrimientos. Así como hemos buscado compartirles en su paso por el Colegio. 

En esta etapa de sus vidas en la que tienen tanto trabajo interior para resolver el caldo de emociones que los invade por momentos, mientras se hacen espacio para ser ustedes mismos, confíen en Jesús. Él es el primero que nos ama como somos y no nos juzga por nuestras fragilidades y errores. Más aún, nos enseña a atravesarlos y a aprender de ellos con la fuerza de la Pascua. Confíen en ese Dios Misericordioso que nos invita a dar lo mejor de nosotros para ser tan buenos hijos como hermanos. Sólo así podremos aprender a salir fortalecidos de los errores y fracasos, a hacer equipo y a saber que en la vida hay un tiempo para cada cosa. 

Que Nuestra Madre de los Milagros que los conoce desde hace rato les ayude a caminar en la próxima etapa de su formación. 

Gracias por escucharme, buen camino y que Dios los bendiga a todos. 

Emmanuel Sicre, SJ
Rector.