domingo, 8 de diciembre de 2024

LA TENTACIÓN DE MARÍA por Martín Descalzo

José Luis Martín Descalzo 


Y, cuando Gabriel se marchó,

vino el «Otro», Satanás, y dijo:


«¿Ha de venir el ángel y yo no? Algún día

tendré entre mis manos a tu Hijo. Mis palabras

rodarán hasta Él. Panes o piedras elegirá. ¿Y tú nunca

pasarás por mis manos? ¿Más que el Hijo

has de ser? No, no tiembles. Un ángel soy,

no más. Y, si nada sabes de mí, y si mis manos

no tocaron tu alma,

pura trampa de un Dios tramposo ha sido. Pero

yo estoy en todas partes, y tu obra

se enredará como una red conmigo.



Hoy me trajo no el odio, sino la compasión.

Conozco al hombre. Sé que eres

sólo una mujer. Yo te he mirado dormir

y muchas noches me asomé hasta tu cuna de chiquilla,

oí tu respirar, tus infantiles gritos, hambre de niña,

llanto de niña que se cae, piernas

temblorosas que no saben andar y que tuvieron

que aprender. No eres ciertamente una diosa.

Y el cielo no supo protegerte de la vida.

Y he aquí que ahora, cruel, te va llevando

al dolor, ciegamente, amordazada con tanta infancia,

cual si de un juego se tratara. ¡Tiene

gracia este cielo! ¿Acaso un ángel

es una red de oscuridad y astucia?

¿Se puede así mentir, con un silencio,

callando, callando toda la verdad?


Bendita tú entre todas las mujeres, dice. Habla

de la sombra de Dios. ¿Y por qué calla

todo el dolor, los clavos, las espinas,

por qué camufla

el seco rostro del Omnipotente?

Yo sé Quién es, yo conozco sus cóleras

y ese otro vértigo más asfixiante que llama 'amor'.

¡Ah, los hombres: creéis que Dios es una rebanada

de sol, o unas cucharadas de azúcar!

Mas Dios es el terrible,

entrar en sus alcobas es bajar a la nada,

cruzar el escalón que no tiene regreso. No, no entres,

pequeña, en ese vértigo.


Ser hombre ya es hermoso,

suficientemente hermoso.

El entraría en ti como un relámpago

sin romperte ni mancharte: carbonizándote.

Tú imaginas

que te llamará 'madre' y que eso basta. Pero este

no será un hijo como todos,

nunca podrás estar segura ni de haberlo parido.

Le mirarás crecer como un extraño,

terriblemente grande para haber estado alguna vez en tu seno.

¿Crees que te amará? Seco es Dios y desierto.

El cruzará tus horas como un rayo de sol, sin abrazarte,

dejándote a la noche un hueco en cada esquina.

Y morirá.

Y tú verás su carne

repartida,

cruzada por los odios de los hombres,

goteará su sangre entre aullidos de perros,

mientras sonríen los ministros de Dios junto a su muerte.

¡Ah, un hijo así hay que sacarlo

del pedernal, o construirlo

de uñas de tigre!

¿Por qué tenía Dios que mendigar tu seno?

No entres al juego, niña. Grita

que tú quieres vivir. ¿O tanto orgullo

hay en tu corazón para creerte

capaz? Mira cómo viven los hombres

chupando su pequeña

alegría. Mira cómo tus compañeras entrelazan

juegos y besos. ¿Y tú deberías

tragar el llanto,

sólo para que Él se dé el gusto de ser hombre?

No, no entres, niña, en la trampa de Dios,

sigue,

sigue siendo feliz y humana».

***

María escuchó,

escuchaba con sus catorce años puestos en pie, crecía,

iba creciendo, bebiendo

años, estirando

su corazón

para que hallaran sitio en él todos los dolores.

«Hágase», dijo.

Y comenzó la muerte a afilar sus cuchillos,

y la traición de Judas fue creciendo

y el aire

de Palestina se enamoró del viernes,

y el Varón de dolores se hizo carne en su entraña.

sábado, 30 de noviembre de 2024

ALGUNAS NOTAS SOBRE LA ESPERANZA


Por Emmanuel Sicre, SJ

POR QUÉ TENER ESPERANZA HOY SI… 


  • todo lo que vemos pareciera llevarnos hacia la dirección contraria de una manera tan contundente, verificable, comprobable, medible.

  • cuando nos vemos a nosotros mismos como Iglesia nos vemos atrapados en las mismas dinámicas del mundo. 

  • al contemplar nuestra propia vida nos descubrimos limitados con recurrencia. 


QUÉ ES ESA ESPERANZA QUE NO NOS SUELTA A PESAR DE TODO… 


  • es una porfía, un empecinamiento algo descarado. 

  • es una confianza en la vida que se adquiere con la alternancia de la mirada copa -contemplativa- y la mirada flecha -detalles.

  • es una sabiduría del sentido que brota de la constatación del “no hay mal que por bien no venga”. 

  • es una respuesta humana, trascendente, espiritual, misteriosa ante la mecanicidad, la inmanencia, el materialismo raso y la chatura de la vida. 

  • es un hilo que nos ata a algo que está más allá de nuestra fuerza, un tránsito del yo al nosotros, una salida del ego omnipotente. 


MIREMOS LA ESPERANZA DE ALGUNOS DE LOS EVANGELIOS: 

  1. La esperanza de los pastores yendo al pesebre (Lucas 2, 8-20) ¿Qué mueve a esos hombres a caminar hacia el pesebre? ¿hay alguna esperanza escondida? 

  2. La esperanza de los magos en camino por la noche (Mateo 2, 1-12) ¿Qué esperanza guardan en sus corazones peregrinos al que dedican su búsqueda de sabiduría?

  3. La esperanza de Simeón y Ana (Lucas 2, 25-38) Simeón y Ana esperaron pacientemente la llegada del Mesías, confiando en la promesa de Dios de que verían al Salvador antes de morir. ¿Cómo es la esperanza de estos ancianos?

  4. La esperanza de los amigos del paralítico (Marcos 2, 1-12) ¿Qué esperanza los lleva al ingenio, la audacia, el arrojo, la osadía y a atravesar los obstáculos?

  5. La esperanza de Nicodemo de haber encontrado lo que buscaba (Juan 3, 1-21) ¿Cómo habrá latido la esperanza de Nicodemo mientras de noche salía de su casa al encuentro con Jesús?

  6. La esperanza a distancia del centurión romano (Mateo 8, 5-13) ¿Qué esperanza desmedida puede hacer a un no judío opresor confiar en un judío acusado de agitador?

  7. La esperanza de la hemorroísa en los flecos de Jesús (Marcos 5, 25-34) ¿Cuánta esperanza se necesita para buscar la sanación? 

  8. La esperanza de a poco del ciego en Betsaida (Marcos 8, 22-26) ¿Hay una esperanza progresiva que devuelve la visión?

  9. La esperanza del primer tiempo de la multitud que busca alimento (Juan 6, 1-14) ¿Qué esperanza mueve a un pueblo pobre?

  10. La esperanza terminal de Pedro: "¿A quién iremos, Señor?" (Juan 6, 68) ¿Qué tener ante Jesús sino esperanza en medio de la incertidumbre? 

  11. La esperanza gritada de Bartimeo (Marcos 10, 46-52) ¿Qué gritos me oigo decir u oigo de los demás clamando por una esperanza? 

  12. La esperanza de Zaqueo y su anhelo de ser visitado (Luca
    s 19, 1-10)
    ¿Qué esperanza no le teme al ridículo y abre las puertas a la generosidad?.

  13. La esperanza de la viuda y sus monedas (Marcos 12, 41-44) ¿Cómo es la esperanza de quien tiene solo a Dios?

  14. La esperanza límite del buen ladrón (Lucas 23, 39-43) ¿Cómo es la esperanza de quienes están a las puertas del cielo?

  15. La esperanza de Juan que corrió más rápido que Pedro hacia la tumba de Jesús (Juan 20, 3-8) ¿Hacia qué promesas corremos con esperanza? 

  16. La esperanza acorazonada de María (Lucas 1, 26-38) ¿Qué efectos tiene la esperanza en el plan de Dios? 


PARA ORAR: 

Dejar resonar alguno de los puntos o personajes y darse un momento de diálogo con el Señor para discernir la forma de la esperanza presente en mí. 


domingo, 3 de marzo de 2024

¿CUÁL ES LA CATEQUESIS QUE MÁS ACERCA AL MISTERIO DE JESÚS? Introducir por medio de lo visible a lo invisible

por Emmanuel Sicre, SJ. Charla espiritual ofrecida a los catequistas de la Arquidiócesis de Buenos Aires.


“Porque solamente en esperanza estamos salvados. Ahora bien, cuando se ve lo que se espera, ya no se espera más: ¿acaso se puede esperar lo que se ve? En cambio, si esperamos lo que no vemos, lo esperamos con constancia”. Rm 8, 24-25. 


Estamos inmersos en medio de un tiempo que dedica muchas energías a ver. Ver reels, ver memes, ver mensajes, ver noticias, ver artistas, ver entretenimiento, ver deportes, ver vidas ajenas, ver pasar opiniones, ver precios, ver el horror y la belleza, la tragedia y la comedia, todo como en un mismo segmento. Vemos series, vemos películas, vemos publicidades, vemos de todo. Y casi todo a través de pantallas. Este ver excesivo, desmesurado, omnipresente está “irritándonos” la vista. Los ojos se nos cansan frente a los dispositivos. Y, al mismo tiempo, nos estamos convirtiendo en una sociedad de espectadores, en muchos aspectos, más pasiva y adormecida frente a lo que ve

Paradójicamente, todo lo que entra por nuestros ojos está dejándonos cada vez más ciegos. Tal como sucede con todo consumo excesivo que embota los sentidos hasta hacerlos dóciles a cualquier cosa, menos a su verdad. Como consecuencia la vista se ha anestesiado frente a lo invisible. Al no poder detenernos a mirar, los ojos sólo ven y no pueden trascender lo que ven, es decir, ya no contemplan, ya no miran, ya no se cierran para ver en la oscuridad lo que no se puede percibir en la luz. Lo invisible se está convirtiendo en algo sin entidad. No damos ningún crédito a lo que no se ve, a lo que no ha sido capturado por alguna cámara. Y así se están deprimiendo nuestras palabras, nuestras habilidades para imaginar, para crear desde el contacto con la profundidad de las historias. A mayor visibilidad, mayor ocultamiento también. A mayor exhibición, menor revelación. Si no se ve, no existe, parece decir la sociedad contemporánea. 

De ahí tantos esfuerzos para estetizar todo, hasta la crueldad y la malicia, sólo a través de una estética es posible hacer agradable a la vista que la dignidad de las personas sea degradada y a la vez expuesta como un producto de consumo visual. El retrato de la crueldad en un formato bello, bien editado, hace que se desdibuje nuestra percepción de un hecho para convertirlo en una lejanía, o en una venganza, o en un alivio. Piensen en la estética de la guerra, por ejemplo. 

Los invito a pensar un ratito en silencio ¿de qué cosas se llenan mis ojos a diario? 

Sin embargo, lo invisible es tan real como lo visible. No porque no lo veamos no existe. Lo que sucede es que de lo visible podemos hablar, opinar, contrastar y de lo invisible sólo podemos inventar, crear, suponer, intuir. O lo que es más saludable, creer. 

Creo que en este tiempo en que lo visible nos adormece tenemos que apostar a lo invisible y aquí considero que está la catequesis que más acerca al misterio de Jesús. 

La catequesis que más nos acerca al misterio de Jesús es aquella que va introduciendo por medio de lo visible a lo invisible, como cuando el Resucitado les parte el pan a los discípulos del camino de Emaús en Lc 24, 30-31: “Y estando a la mesa, tomó el pan y pronunció la bendición; luego lo partió y se lo dio. Entonces los ojos de los discípulos se abrieron y lo reconocieron, pero él había desaparecido de su vista.” se había vuelto invisible. Esta es mi mayor certeza hoy. Estoy convencido de que debemos encariñarnos con esa posibilidad que tenemos de introducir en el misterio para que la fe permanezca creciendo en la vida de las personas a las que queremos compartirles a Jesús. 

Dios es invisible, pero no del todo. La invisibilidad de Dios no es algo que lo haga inaccesible, lejano, o distante; es una invisibilidad que posibilita otro modo de ver activando la capacidad de ser conscientes de una Presencia. Es un invisible perceptible. Jesús se hace Presencia para los ojos anhelantes (“si esperamos lo que no vemos, lo esperamos con constancia”, dice san Pablo. Rm 8, 25). Cuando estamos pendientes de lo invisible de Dios es cuando se nos manifiesta más claramente en la realidad, en la vida, en la historia. Por eso debemos confiar en que su presencia resucitada está gravitando en todos lados esperando ser descubierta. Como si jugáramos a la escondida y le dijéramos a Dios: “ahí estás” “Piedra libre”. O más poéticamente como decía san Juan de la Cruz al comienzo del Cántico Espiritual: “¿Adónde te escondiste,/Amado, y me dejaste con gemido?”

Cada acción que desarrollemos en la catequesis tiene que apuntar a lo invisible, debería estar diseñada para lo oculto, señalando lo escondido del misterio de Dios en la vida inabarcable. Entonces, todo se convertirá en pedagogía del misterio, es decir, en una mistagogía. Cuando juguemos, cuando cantemos, cuando diseñemos espacios, cuando hagamos un altar, cuando leamos la Palabra, cuando enseñemos una oración para aprender de memoria, cuando hagamos una ronda, cuando pintemos, cuando bailemos, cuando abordamos algunas de las verdades de nuestra fe tan rica, nunca dejemos de pensar en eso invisible perceptible adonde tienen que conducir todos nuestros esfuerzos. ¿De qué serviría una catequesis que se ponga contenta sólo porque “nos salió bien el encuentro”, si no se movieron las cuerdas invisibles del espíritu al prepararla, llevarla a cabo y después de cerrarla? 

Los invito a recordar aquellos encuentros más jugosos de su experiencia: ¿Qué pasó allí? ¿Qué se movió adentro?

Me imagino que muchos de nuestros esfuerzos en la catequesis se encuentran yendo y viniendo en relación a 2 énfasis: 

  1. La transmisión de los contenidos de la fe: es decir, quién es Jesús, qué es el Reino, qué es la historia de la Salvación, el pecado, la Pascua, los símbolos y rituales que narran lo de Dios en la liturgia. La Iglesia. La doctrina, la tradición, los elementos básicos del lenguaje religioso y un largo etcétera.

  2. La transmisión de la fe a partir de experiencias: es decir, la oración, el despertar a la conciencia del amor incondicional de Dios frente a nuestras debilidades y pecados, las misiones populares que abren a Dios a través del ser recibidos, la vida de comunidad, el compartir fraterno. La caridad concreta en el contacto con quienes sufren, los voluntariados, los servicios que hermanan en el dolor y saca de la zona de confort por amor a Dios. 

En este sentido, dice Juan Carlos Carvajal que “En los últimos decenios, en un continuo vaivén no exento de polémica, la Iglesia ha hecho pivotar la transmisión de la fe bien sobre una catequesis meramente doctrinal bien sobre una catequesis llamada de la experiencia. Es verdad que ambas acentuaciones, de algún modo, se justifican por el contexto socio-religioso al que tratan de responder; pero el hecho es que ninguna de las dos, quizás por su polarización y por la parte que ignoran, han logrado los resultados esperados.” (Carvajal Blanco, El catequista, mistagogo de la fe, 140)

Lo que me he preguntado al ver esta polaridad de nuestras catequesis es qué podría unirlas, qué se necesita para ir más allá de uno u otro énfasis. Y aquí es donde creo que hay que apostar por una catequesis del misterio de Jesús. Una catequesis que asuma el resonar de la voz de Dios como un misterio inagotable que envuelve toda la vida de una persona que, al desarrollarse, va encontrando cómo ese misterio se hace presente sin estancarse. 

Los invito a preguntarse: ¿hacia dónde se inclinan más mis encuentros de catequesis: hacia los contenidos o hacia las experiencias? 

Al querer conducir hacia lo invisible del misterio de Jesús quisiera compartirles una búsqueda personal. Hace un tiempo vengo haciéndome eco de aquella idea de que lo que más necesitamos son buenas preguntas más que respuestas. El Papa advierte el problema de dar respuestas a preguntas que nadie se hace: “Tengan el oído atento para no dar respuestas a preguntas que nadie se hace ni decir palabras que a nadie le interesa escuchar ni sirven”. (Mensaje del Santo Padre Francisco Al Forum Internazionale di Azione Cattolica. 27/11/22). 

En este sentido, creo que existe un tipo de preguntas que debemos cultivar. Las preguntas mistagógicas. Son preguntas que ayudan a esto de introducir en el mundo de lo invisible perceptible, podríamos decir. Como sabemos por el Principito: “lo esencial es invisible a los ojos”, pero también es esencial lo invisible. Allí está todo el mundo de la interioridad que no se ve, pero se vive, que no se puede organizar demasiado, pero se puede contemplar y leer desde adentro si tenemos las preguntas adecuadas para hacerlo. 

Comentando el pasaje que Jesús refiere la historia del rico y el pobre Lázaro (Lc 16, 19-31), Francisco dice que el rico quizá fue un hombre bueno, religioso, que conocía la catequesis, pero su catequesis no lo habilitó para ver al hermano solo y llagado a la puerta de su casa. La incapacidad para ver a los hermanos, es la misma que tenemos con Dios. Me quedo pensando: ¿Qué preguntas le hubieran venido bien al rico para despertar su mirada hacia los demás y por tanto hacia Dios? 

Les quiero ofrecer una forma concreta y pedagógica de acercarse a lo invisible perceptible cada vez que puedan. Se trata de destinar algún minuto, uno, dos, tres, los que puedas, pero cada vez que hayas terminado un episodio de tu catequesis -o de cualquier acción-, hacés una pausa con preguntas, un detenerse, un parar la pelota y ver más allá. No dejes que se te escurra de entre los dedos lo que acabas de vivir porque nuestra interioridad es como un cuenco, un recipiente donde la gracia está a salvo y puede derramarse dejando sus rastros (“Hazte capacidad que yo me haré torrente” Santa Catalina). Si tu catequesis ha sido eco de la Palabra con mayúscula, entonces algo tiene que haber resonado, si no, hay que volver a intentarlo. ¿Qué preguntas hacerse en esa pausa? por ejemplo: 

¿Por dónde anduvo Dios en esta actividad? ¿Qué intuí de Jesús? ¿Qué me hizo sentir? ¿Qué me pasó por la mente y/o el corazón? ¿A qué me mueve todo esto?... 

3 claves para preguntar: 

  • Mente: Algunas preguntas pueden ir más orientadas a saber, a conocer, a aprender más del misterio. Son preguntas que apuntan a lo que hemos descubierto a través de un momento de catequesis. 

Pero no hay que dejar de pasar por el…

  • Corazón: estas son las preguntas que apuntan a la vivencia, a la interioridad, a lo que sentimos, a las emociones, a las sensaciones que no nos dejan mentir, 

de modo tal que luego podamos hacer algo con todo lo vivido:

  • Manos: son las preguntas en torno a la libertad que queda invitada, seducida por el misterio y quiere moverse en esa dirección. 

Si cada vez que se produjo el encuentro en la catequesis nos proponemos dejar que aflore el misterio, lo que se abrió, aquello que nos dejó anhelantes, entonces estará la alegría y el consuelo que nace de ese contacto con algo que nos permite acceder a lo invisible perceptible de la Presencia de Dios.

Al contrario de lo que se podría pensar, este momento que les propongo no es para cerrar, sino para dejar abierto, para activar el deseo de más, sin dar de más, para llevar al umbral de lo divino, para suscitar el asombro. 

¿Quieren que lo practiquemos? 

MENTE: ¿qué descubrí?

CORAZÓN: ¿qué sentimientos me genera?

MANOS: ¿a qué me invita?

Gracias


En su Evangelii Gaudium Francisco destaca en el número 166. "Otra característica de la catequesis, que se ha desarrollado en las últimas décadas, es la de una iniciación mistagógica,que significa básicamente dos cosas: la necesaria progresividad de la experiencia formativa donde interviene toda la comunidad y una renovada valoración de los signos litúrgicos de la iniciación cristiana. Muchos manuales y planificaciones todavía no se han dejado interpelar por la necesidad de una renovación mistagógica, que podría tomar formas muy diversas de acuerdo con el discernimiento de cada comunidad educativa. El encuentro catequístico es un anuncio de la Palabra y está centrado en ella, pero siempre necesita una adecuada ambientación y una atractiva motivación, el uso de símbolos elocuentes, su inserción en un amplio proceso de crecimiento y la integración de todas las dimensiones de la persona en un camino comunitario de escucha y de respuesta." 


miércoles, 24 de enero de 2024

¿CÓMO EXAMINAR LA CONTEMPLACIÓN IGNACIANA?

 Por Emmanuel Sicre, SJ

“Sólo cuando se acepta su ineficacia empieza a ser eficaz” (Arredondo, SJ)

Para quienes han hecho Ejercicios espirituales de san Ignacio, saben que la contemplación es una de las oraciones que más lugar ocupa en el proceso espiritual. No siempre resulta fácil y quisiera con este examen particular ofrecer algunos puntos que pueden ser de utilidad para adentrarse en el misterio de dicha forma de oración.

Stop: si quieres saber de qué estamos hablando aquí un link para orientar: Entre meditar y contemplar en la espiritualidad ignaciana 

La estructura de la contemplación en los EE es:

  1. Oración Preparatoria.
  2. Los 3 preámbulos (historia, composición viendo el lugar, petición que varía según las Semanas).
  3. Puntos: ver las personas, oír lo que dicen, mirar lo que hacen.
  4. Coloquio.

Una vez finalizada la oración:

  1. Rescatar la SENSACIÓN. Comenzar percibiendo la sensación que me habita luego de la oración. También sentimientos, afectos, emociones que se vieron comprometidos. (El lenguaje de las sensaciones es el de las metáforas, las comparaciones y las analogías. Nos ayuda a darle forma a una experiencia siempre trascendente e integradora del ser ya que involucra alma, cuerpo y espíritu en contacto con el misterio, pero al mismo tiempo concreta y descifrable por nuestra voluntad y razón. Son muy útiles porque no nos dejan mentirnos tan fácilmente.)

  2. Narrar la IMAGEN CONTEMPLATIVA. ¿Qué se me dio a ver? ¿Qué vivencié? ¿Qué se me dio oír? ¿Qué escuché decir? ¿Qué percibieron mis sentidos? ¿En qué se me pidió permanecer? ¿Cómo estuvo mi persona ubicada en la escena? ¿Quiénes aparecieron? ¿Qué se me invitó a mirar, contemplar? ¿Qué pude hacer o se me invitó a hacer? ¿Cómo fue mi interacción dentro de la escena? ¿Qué sentí mientras contemplaba?

  3. EL DISCERNIMIENTO SOBRE LA IMAGEN CONTEMPLATIVA:  

3.1. ¿Qué intuyo se me dio a conocer-internamente del misterio de Cristo?

3.2. ¿Contra qué luché? (Mi ego, el puntillismo, la búsqueda de obtener algo, la manipulación de las imágenes; las distracciones (la simple como las moscas: por preocupaciones o por estar en blanco, en el vacío, ante esto, simplemente volver, ayudarse con textos u oraciones. Y la turbadora y peligrosa como las avispas: las que nos deprimen con nuestros límites y las que se convierten en tentaciones definidas haciendo perder la oración. Fiorito).

3.3. ¿Qué se iluminó de mi historia o mi presente? ¿Qué nuevo sentido emerge de lo contemplado? (Considerar la fuerza evocadora de las imágenes).

  1. Desentrañar el MENSAJE que recibo. ¿Qué intuyo que se me quiere decir, sanar, transfigurar? ¿Qué sedimentos dejó en mí? 

Algunas notas: 

  • Saber que es un don, no algo que pueda lograr por mis propias fuerzas. 

  • El “como si presente me hallase” es la clave de lectura primordial. 

  • La contemplación actúa por impresión afectiva o connaturalidad. 

  • Simone Weil: “los bienes más preciados no deben ser buscados, sino esperados. Porque el hombre no puede encontrarlos por sus propias fuerzas, y si se pone en su búsqueda, encontrará en su lugar falsos bienes de los que no sabrá discernir la falsedad” (Sobre el buen uso de los estudios escolares… p. 4)

  • Simone Weil: “todas las veces que un ser humano realiza un esfuerzo de atención con el único deseo de volverse más capaz de captar la verdad, adquiere esta aptitud más grande, incluso si su esfuerzo no ha producido ningún fruto visible […]. Hay verdadero deseo cuando hay esfuerzo de atención” (Sobre el buen uso de los estudios escolares… p. 28).


sábado, 28 de octubre de 2023

¡QUE SE AMEN!

 


Por Emmanuel Sicre, sj


Con el amor del Padre, 
con el amor de Jesús que conocemos en cada cruz que llevamos. 
Como puedan, como les salga, pero que se amen
Con sus neurosis y sus mezquindades, 
pero que se amen
Con sus caídas y agachadas, 
pero que se amen.
Con sus silencios y perplejidades, 
pero que se amen.
Con las extrañezas de toda vida, 
pero que se amen.
Con la fuerza del tiempo sanador, de los abrazos restauradores, con las charlas 
que devuelven el flujo del amor del Espíritu.
Que se amencomo sea, 
pero que se amen.
Y entonces habrá frutos duraderos de paz, justicia y hermandad, en un mundo que, al parecer, 
ama odiarse. 
Habrá un mundo de amigos, de amantes.