Los jóvenes ante el
desafío de un mundo –exterior e interior- algo peligroso.
Por Emmanuel Sicre, sj
Muchas veces en la
vida nos encontramos con la necesidad de darle enter a las cosas importantes para crecer en serio. Una de ellas,
en este momento del mundo, es la paz. ¡Tenemos que darle enter a la paz, no podemos seguir así! El mundo se nos ha
convertido en un lugar que hiere, destruye, mata a los seres humanos y es tal
el desconcierto que no sabemos qué hacer.
El planeta tierra es,
para muchísimas personas a lo largo y a lo ancho, una casa peligrosa de la que
hay que huir. De ahí que el “sálvese quien pueda” haya impuesto a la sociedad
cosas que se terminan usando como mecanismos de evasión de la realidad: redes
sociales, drogas, alcohol, barrios cerrados, consumo, dinero, etc.
Y por eso el
absurdo: ¿cómo es posible que la guerra se
trague los recursos para alimentación y educación de los niños? ¿Cómo es
que los desplazados por conflictos armados en todo el mundo son confinados a
morir ahogados o de hambre por la mezquindad de unos pocos? ¿Cómo que los
mercaderes de la muerte les roban el sentido de la vida a los jóvenes mientras
los entretienen con estupideces?
Pero también, y yendo
quizá más cerca de quien tiene tiempo para leer este texto, ¿cómo es posible que una simple frase o
comentario de alguien en mi familia o de mis amigos me deje con angustia toda
la noche y sin dormir? Muchos jóvenes cuando están en una tormenta
emocional se preguntan: ¿cuándo me
dejarán en paz? ¿Podré vivir en paz alguna vez?
CÓMO DARLE ENTER A LA PAZ
En la
espiritualidad de Ignacio de Loyola darle enter
a algo es determinarse, es decir, poner la fuerza necesaria para dar el paso
que hay que dar confiando en Dios. Pero ¿cómo saber cuándo es el momento justo?
¿Cómo no caer en un voluntarismo que me hace pensar que todo depende de mí
llevándome o al egoísmo, o al miedo?
La respuesta está
en el discernimiento. Luchar por
escuchar la voz de Jesús que nos invita siempre a la plenitud, al sentido, al
amor, al perdón, a la entrega, a la aceptación, a la ansiada paz. La
palabra de Jesús busca siempre dejarnos en la paz de saber que Dios está con
nosotros en nuestro caminar y más allá de las dificultades.
Darle espacio a la paz interior es la condición
para que haya paz en el mundo. Esto es, empezar a escuchar las voces con las
que lidiamos interiormente para ver qué nos dicen. Voces de todo tipo, pero por
lo general voces negativas que nos corroen el alma. Más de una vez nos
descubrimos diciéndonos cosas feas, insultándonos, dándonos con un palo,
acusándonos, y regañándonos por lo que experimentamos.
Pareciera que nadie
nos enseñó qué hacer con los sentimientos negativos o emociones feas como el
odio o la envidia, entonces, ante el susto de pensar que somos capaces de algo
tan horrible o la culpa de que estamos haciendo mal al sentir tal o cual cosa,
nos mutilamos lo que vivenciamos con el machete de nuestra propia voz enmudeciéndonos
como una maestra furiosa ante la diablura de un niño.
Admitámoslo, muchas
veces somos ignorantes de qué hacer con
lo que experimentamos en la interioridad. Somos cortos a la hora de
tratarnos bien. Estamos acostumbrados a reproducir el esquema valorativo de la
escuela, de las redes, o de la casa en el modo en que nos decimos las cosas a
nosotros mismos.
Esto provoca, como
es evidente, una cierta violencia. Nos violentamos adentro y por eso llegan
momentos en que esto nos salta y termina dañando una relación con alguien que
queremos, o con la sociedad. ¿O acaso lo
que vemos en los medios de comunicación no es fruto de gente que, de tanto
maltrato –propio y ajeno-, termina destruyendo todo porque no encuentra otro
modo de expresión “eficaz”? Todos juzgan, todos condenan, todos matan,
todos destruyen a los demás, todos tienen derecho a decir lo que les pinta, todos,
y sin pensar mucho, se sienten habilitados a lazar fuera de sí lo que, en
definitiva, cargan adentro.
Por eso, si no
escuchamos lo que tenemos guardado nunca podremos construir una sociedad en
paz. Es necesario darnos el tiempo de sentir las voces con las que convivimos y
hablar con ellas, escucharlas, tratarlas con levedad. Establecer un diálogo
interior para poder ser agentes de paz, de amabilidad, de cercanía y compasión
ante tantos heridos interiormente. Tenemos que lograr que la gente, después de
haber entrado en relación con nosotros, se vaya con paz, serena, dispuesta a
dar de sí su mejor versión.
DARLE ENTER A LA PAZ DE JESÚS
Esto es lo que nos
cuentan los Evangelios que hacía Jesús: traer paz. Pero, ¿qué paz? La paz de
Jesús es la paz más ancha y amplia que se haya conocido sobre la faz de la
tierra. Por eso le costó la cruz. Jesús trajo la paz al corazón del hombre que
él mismo encarnó con sus gestos y palabras. Y la paz de Jesús cura, sana,
alivia, libera, fortalece y alienta a los que lo buscan. ¿Cómo?
Al acercarnos a
Cristo por medio de la oración, o de la conversación con alguien que nos
escucha de verdad, o en la Eucaristía, o en cualesquiera de las formas en las
que nos hacemos un espacio para estar con él; comienza a abrirse en nosotros lo
que estamos viviendo con dolor, angustia o desazón y se libera toda la
negatividad y confusión acumulada por el paso del tiempo y la presión.
Se abre y se libera, pero al modo en que Jesús
sabe hacerlo: con fuerza y ternura. La voz de Jesucristo se escucha en lo
interior de la conciencia trayendo una calma a la situación difícil o clarificando
lo que sentimos. Esa luz nos disipa lo opaco del conflicto para que podamos ver
qué hacer. Por eso la paz de Jesús no es como la paz de los cementerios o la
paz de un spa, es la paz que desata
una dinámica de amor en el mundo. No es
la paz del “todo tranqui”, ni de la del adormecimiento del “narcosofá”, es la
paz que inquieta y nos deja vibrantes de sentido.
Cuando la paz de Jesús llega al corazón propio
o de una comunidad que lo busca todo se vuelve distinto, nuevo, fresco. Ya no siento que
me amenacen, ni que lo que me digan es una tortura, ni que tomar contacto con
lo que sufro sea una tragedia. Porque su voz es suave, dulce y valiente. Te
hace ir a las zonas heridas del corazón, pero para sanarte, consolarte, darte
ánimo para recomenzar, reconstruir, reparar, restaurar y armonizar un modo
nuevo de entender a los demás, al mundo y, en definitiva, a vos mismo.
Darle enter a la paz de Jesús es dejar atrás
las voces negativas para escuchar las positivas, las de aliento, las de
valentía ante los desafíos de la vida. Muchos
jóvenes hoy se sienten solos y tienen miedo de escucharse -un símbolo de esto
son los audífonos a todo lo que dan-, entonces prefieren tapar con algo fuerte
que acalle con “violencia” lo que viene de adentro. Pero lo cierto es que
lo que está adentro –un rencor, una pena,
un dolor, una vergüenza, un secreto, un sufrimiento, una venganza, un desatino,
un error…- siempre pide salir, ser atendido, ser tenido en cuenta para
poder encontrarle el sentido y dejar de molestarnos. De ahí que la postergación
sólo provoque más dificultad.
LA BATALLA POR LA
PAZ
Hay que animarse a
darle batalla al mal espíritu que, ante las voces de Jesús y de quienes nos
aman, nos quiere paralizados, mudos, rígidos. El “autobullying” debe ser detenido, rechazado, delatado y acusado para
que disminuya y desaparezca. Entonces sí habrá paz en el corazón propio, en
el de nuestro entorno y de la sociedad a la que pertenecemos.
Dar batalla por la
paz tiene una dimensión personal y otra colectiva. La personal implica
escucharse y darle enter a lo que
queremos para nuestra vida poniéndonos en manos de Dios y confiando en que está
con y por nosotros trabajando. Y colectiva porque cuando muchas personas
escuchan su voz de paz encuentran fuerza para darle batalla a la guerra que nos
mata por dentro y por fuera.
Es necesario darle enter a la paz y dejar que la relación
con el Dios de Jesús nos marque el camino hacia el sentido de la vida. Por eso,
esta noche, cuando estés a punto de dormir anímate a darle enter a la paz de Jesús hablando con él de las cosas que te pasan.
Verás cómo desde lo hondo brotará una confianza renovada, un consuelo no inventado
y un deseo de abrir una nueva ventana para que entre luz.
Gracias por esta reflexión tan clara, sencilla y sobre todo marcada por el espíritu de Dios...Que bien se siente cuando a uno alguien tiene la voz y mensaje para interpretarlo justo en el momento adecuado. Así pasa con el Evangelio día a día, nos da enter para que miremos, escuchemos, gustemos la vida que despierta con cada amanecer. Bendiciones Emmanuel
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario, Marisol. Me alegro que te sirva. Saludos!
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