Homilía
egresados camada 151, Colegio del Salvador
Por
Emmanuel Sicre, SJ
Hemos venido a
este Templo a agradecer tanto bien recibido. Queremos decirle a Dios que hemos
sido felices en este tiempo, que hemos dado nuestras batallas, que aquí
estamos. Igual que la familia de Nazaret cada año para la Pascua como nos
relata Lucas. Y en este contexto es que se Jesús se les desaparece.
Imagino que a
muchos de uds. se les ha perdido Jesús alguna vez. Pensaban que estaba siempre
en el mismo lugar, pero resulta que lo vas a buscar y no está. Se corrió, se
movió, se te esfumó. En varias oportunidades nos pasa que nos sentimos alejados
de él. Muchos tienen nostalgia de algunos encuentros con Jesús de otros tiempos
o, simplemente, anhelan descubrir eso que todos llamamos Dios. Otros se cansan
de no hallar nada y desisten, pero, me atrevo a decir, que conservan cierta
inquietud.
Algunos
cumplirán esos lindos ritos como ir a misa, comulgar, rezar, hacer la pausa,
reconciliarse, hacer Ejercicios Espirituales, o conversar con Dios, tal como
María, José y el niño que van al Templo “todos los años para la fiesta de la
Pascua, como de costumbre”. Y nada, Jesús, se nos hace escurridizo igualmente.
¿Dónde está
Jesús? ¿Por qué se nos escapa sin que nos demos cuenta? ¿Por qué nos despista
así en algunos momentos de nuestra vida? ¿Qué pasa que creemos que está en
donde debería estar –en la caravana de regreso, en lo conocido, en lo de
siempre- y no? ¿Por qué nos deja angustiados saber que no lo podemos atrapar?
¡Qué Dios misterioso este Jesús!
Veamos qué
hacen sus padres para “recuperarlo”.
“Caminaron todo
un día”,
“comenzaron a
buscarlo entre los parientes y conocidos”,
“volvieron a
Jerusalén”.
Quizá aquí
encontremos una pista, chicos: Caminar, buscar y volver para hallar a Jesús.
Para encontrar
a Jesús hay que caminar, como en la
misión, o en el voluntariado, no por los pasillos balconeando para hacer tiempo
y no llegar a clase, sino en la peregrinación para llegar a donde está lo que
tanto deseamos en nuestra vida. Caminar todo un día, una semana, en fin, toda
la vida, insistentemente, aunque nos dé pereza. Caminen, chicos.
Para encontrar
a Jesús hay buscarlo, en medio de
una caravana confusa –nuestro mundo, nuestra realidad-, entre quienes nos
hablaron de Él, entre quienes lo conocen, entre quienes los aman: sus familias,
sus amigos, sus educadores, sus referentes. Buscarlo, como tantas cosas que
buscamos en internet, en las redes sociales, o en los lugares a donde vamos.
Sean buscadores honestos, chicos.
Para encontrar
a Jesús hay que volver al lugar
donde lo encontré por última vez, según la clave del Evangelio. Ejercitar el
músculo de la memoria y regresar al momento donde se detengan los afectos y me
digan: “aquí es”. Aunque tenga que ir hasta cuando aprendí a rezar, o a la
primera Comunión, o volver -como tantos- aquí a la comunidad del Colegio que me
vio crecer. Vuelvan, esta es su casa, su Templo, su Iglesia, su comunidad.
Vuelvan y encontrarán el sentido cuando se les pierda.
Con estas tres acciones, al tercer día hallarán a Jesús. El famoso 3
que nos habla del Dios Padre, hijo y Espíritu.
Supongamos
ahora que, como María y José, encontramos a Jesús con sus 12 años, hecho un
hombre para el mundo judío de su época –como uds. en la nuestra-, en el Templo,
en el lugar donde habita Dios, tu corazón, el corazón del Colegio, sorprendiendo
a todos los que lo oyen.
Entramos en
relación con él y le preguntamos, tal como sus padres, con cierto tono de
reproche: “¿por qué nos has hecho
esto?”, ¿dónde te metiste?, ¿dónde estás?, ¿por qué nos desconcertás? Y él
nos responde tan consciente de sí mismo y libre: tengo que ocuparme de la misión de Dios. Estoy empezando a crecer y
me doy cuenta de que esto que hay en mí tiene que florecer, tiene que ser
comunicado a tantas personas que sufren, que se sienten solas y abandonadas. Me
estoy dando cuenta de que tengo una misión, que algo se me mueve interiormente
con tanta fuerza que quiero darle toda mi vida. ¡Qué bella intuición la de Jesús!
Él con sus 12
años los provoca a uds. con 17/18 y los invita a reconocer cuál es su misión en
el mundo de hoy. A qué están dispuestos a darle la vida. A descubrir qué les
pide la vida para ser plenos. A sentir la responsabilidad de esa voz que por
dentro les está hablando del futuro.
Quizá, como sus
padres, no entendamos mucho lo que Dios nos dice hoy a nuestra vida y nos toque
guardar las cosas que no comprendemos de este Dios intrépido en el corazón,
como hace María.
Sin embargo,
podremos seguir caminando con la esperanza de ser una familia, una comunidad,
que busca y vuelve cada año a renovar su fe a los lugares donde la memoria nos
conduzca.
Que Dios les ayude a caminar, buscar, y volver para hallar a Jesús.
Bonito comentario para reflexionar
ResponderEliminarMuy buenogr
ResponderEliminarHermosa reflexión y precisamente, por tener mucho más que 17 o 18 años (tengo 51), más largo es el camino recorrido y los lugares por donde volver a buscar a Jesús, pensando cuál fue el último lugar en el que nos encontramos... Gracias Padre Emmanuel!
ResponderEliminarSer contemplativo en la acción para encontrarlo, como en la educación al ver a muchos niños y niñas que son "tierra de nadie", con padres y madres inconscientes del valor del tiempo que le dan a sus hijo e hijas, y del amor en las relaciones humanas, que se enseñan, que se aprenden y de las cuales los colegios hemos asumido como "formación en valores" y nos hemos tenido que hacer cargo de ese sufrimiento silencioso que tienen... Pedir siempre la Gracia de encontrarlo día a día. amdg.
ResponderEliminarQuerido Emmanuel, ¿existe alguna forma de contactarme contigo directamente?
ResponderEliminarhola, sí: emmanuelsicre@hotmail.com
EliminarSaludos!