Por
Emmanuel Sicre, sj
- “José, ¿qué sucede?”, le preguntó su amigo al verle la cara de abatido.
- “María”, le contestó.
- ¿Qué sucede con ella? ¿Se encuentra bien? Ya están casados. Sólo falta que
prepares todo para que puedas llevarla a tu casa y vivir juntos.
- Sí, eso es lo que he estado haciendo todos estos días. Pero…
- Pero qué, hombre, habla.
- Está embarazada.
- …
- No me mires así. El Espíritu de Dios la ha fecundado.
- ¿Me estás diciendo que no está embarazada de ti?
- Sí.
- Entonces tendrás que repudiarla en público y cumplir con la norma habitual.
Y… bueno, que ella y su clan vean qué hacen con ese niño. Pero tú no puedes
hacerte cargo de esta situación, hermano. Tu bondad tiene un límite.
- …
- Además, en nuestra aldea no hay más de 50 familias y todos nos conocemos
¡¡¡¿te imaginas lo que dirán de ti si se enteran?!!!
- Eso estuve pensando, pero no quiero hacerle daño. Es una buena mujer y la
amo. Ella también está sorprendida y asustada con todo esto, aunque su
serenidad me desconcierta un poco. Cuando me contó lo del ángel no podía
entender bien a qué se refería. Siento en mi corazón que no quiero apoderarme
del hijo de Dios, pero al parecer hemos elegido la misma mujer. Y nunca podría
competir con Dios. Por eso en un momento pensé en divorciarme en secreto. Pero
resulta que anoche tuve un sueño.
- ¿Un sueño?
- Sí, ya sabes que Dios suele comunicarse a veces en sueños.
- Lo sé, lo sé. Continúa. Y ¿qué sucedió?
- Me dijo que no tuviera
miedo en llevarme a María a casa porque la criatura que hay en ella viene del
Espíritu Santo. Que dará a luz un hijo, y yo le pondré por nombre Jesús, porque
él salvará a nuestro pueblo de los pecados.
- Suena algo muy grande y difícil de creer. ¿Qué tal? Mi amigo José
padre de un niño que nos salvará a todos de estas miserias.
- No te burles de mí.
- José, tranquilo, simplemente le pongo un poco de humor. Ya sabes cómo
soy. Ten paciencia, ve despacio y conversa con Dios sobre lo que tienes que
hacer. Lo que me cuentas me recuerda a algo de tu familia. ¿Acaso no eres
descendiente de David?
- Sí, he recordado lo mismo. He aquí mi dilema.
- Claro, el ángel del sueño ha traído a tu memoria lo que le ocurrió a tu
padre David en el memorable episodio del traslado del arca de la Alianza, símbolo
de la presencia de Dios en medio del pueblo. David quiso instalar el arca de la
Alianza en su casa, para lo cual organizó el traslado desde casa de Abinadad,
en donde se custodiaba, hasta Jerusalén. Pero en el camino, cuando Uzzá intentó
detener con sus manos al arca que amenazaba con caerse debido a los vaivenes
del camino, cayó fulminado de muerte.
- Exacto. Y mi padre David vio, entonces, la santidad del arca y temió
introducirla en su casa ya que él se sabía un hombre pecador, por ello la dejó
en la casa de Obededom de Gat, hasta que viendo los beneficios que ésta
aportaba a su custodio, decidió trasladarla y custodiarla finalmente en
Jerusalén.
- Así fue.
- Y ahora yo me encuentro en la misma situación. Tengo que llevar a
María a mi casa, pero ahora ella se ha convertido en
la verdadera arca de la Alianza
que lleva en su seno la presencia misma de Dios…
- … y qué hombre justo y honesto no duda de sí mismo y de su capacidad
para acoger en su casa la presencia misma de Dios.
- Y sí, no resulta fácil. No dudo de María, sino de qué es lo que Dios
quiere de mí en esta historia.
- Te entiendo, José. Todo hombre de Dios teme a lo que él lo invita.
Mira Isaías o Jeremías, o el mismo David. Bueno, qué te diré si María está en
las mismas. Es difícil considerarse digno de la misión de Dios.
“Eso es lo que me pasa”, pensó internamente con un alivio propio del
que viene al charlar con los amigos de verdad. En sus ojos comenzó a brillar
una luz que alumbró sus nuevos pasos y desde entonces entendió que debía ser
imagen del Padre al que él mismo le debía todo.
Cf.: https://www.buenanueva.es/la-verdadera-duda-de-jose/
Cf.: https://www.buenanueva.es/la-verdadera-duda-de-jose/
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