por Emmanuel Sicre, SJ [1]
Prepararse para
la Navidad es disponerse para el cambio de vida, para la mudanza de las cosas
que ya no van más, darle lugar a un cambio. Y para esto es necesario
arrepentirse. Nos dicen los estudiosos que el arrepentimiento, en la
comprensión bíblica, es muy diferente al que tenemos habitualmente. Muchos
cristianos piensan que el arrepentimiento es sobre todo contrición -sentir
dolor sincero por nuestros errores, confesarlos y quizá hacer penitencia-, pero
el significado bíblico hace hincapié en el cambio.
Arrepentirse, en
este sentido, es volver a Dios, regresar a él. Como el pueblo de Israel cuando retorna
del exilio y se aparta de quienes los esclavizaban volviendo a su Dios.
Arrepentirse, regresar, es seguir el camino que lleva a salir de nuestros exilios,
alejamientos, extrañamientos en las relaciones, para establecer una nueva
conexión.
Pero en el Nuevo
Testamento esta idea de regresar suma un nuevo matiz: arrepentirse significa ir
más allá de la mentalidad que se tiene, entrar en un nuevo modo de pensar, una
nueva manera de ver. Arrepentirse significa empezar a mirar de una manera diferente
las cosas de siempre. ¿Qué cosas/situaciones/personas,
en este año, me han invitado cambiar?
Si nos acercamos
a las personas que rodean el nacimiento de Cristo podremos contemplar cómo es
que estos cambios toman cuerpo en las historias de cada uno. La venida del
Mesías está rodeada de transformaciones necesarias.
En el Evangelio
según Lucas podemos ver cómo el viejo Zacarías
cambia su mentalidad de incrédulo cuando el ángel le anunció que Isabel
quedaría embarazada de Juan el precursor (Cf.
Lc 1,5-25) y luego se nos dice que “se abrió su boca y se desató su lengua, y hablaba
alabando a Dios” (64). María es otra
de las personas que cambia de mentalidad en la anunciación del ángel: “¿Cómo
puede ser esto si no tengo relaciones con ningún hombre?” (34), se pregunta
hasta que cede a la acción del Espíritu. También podemos suponer que los pastores quedaron cambiados por su
experiencia. Habían visto el firmamento nocturno lleno de la radiante
luminosidad de la gloria de Dios y habían oído a ángeles que anunciaban el
nacimiento de un salvador que es el Mesías (Cf.
2, 9). Aun cuando podemos imaginar que los pastores continuaron siendo
pastores, no seguirían siendo los mismos. Cada vez que miraran el cielo lo
mirarían con ojos nuevos dada la experiencia que vivieron. En Lucas es notable
cómo en medio de un contexto conflictivo todos los que son irradiados por la
luz del Mesías cantan de alegría.
En el Evangelio contado
por Mateo quien muestra un cambio rotundo de actitud es José que pasó de esposo confundido a padre adoptivo del Hijo de
Dios al aceptar la misión encomendada con inmediatez (Cf. Mt 1,18-25). Los magos
también muestran un cambio explícito. Después de que la estrella que los guiaba
los condujera hasta Jesús ellos rindieron homenaje y se volvieron a su casa
“por otro camino” (12).
En efecto, para
que podamos recibir la alegría de la Navidad, la Buena Noticia de Dios con
nosotros tenemos que darle paso al cambio de mentalidad, a la acción del
Espíritu en nuestra vida.
-
¿Qué recuerdos tengo de haber cambiado de mentalidad, de
forma de pensar que me llevaron a crecer, a vivir más en paz y a tener alegría?
-
¿Qué sería hermoso que se transforme en mi vida?
-
¿Qué invitaciones del buen espíritu siento, percibo,
intuyo en este tiempo?
[1] Con la ayuda de
Borg y Crossan, La primera navidad.
Lo que los evangelios enseñan realmente acerca del nacimiento de Jesús. Verbo Divino.
Excelente! Sencillo y profundo como todo lo que escribe el padre Emmanuel. GRACIAS por ayudarnos a vivir la invitación a la ENCARNACIÓN.
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