purifica mi sentido de
oír,
despéjalo de los
ruidos externos
para oír los internos.
Vos, que en tu Hijo
escuchaste,
los gritos del
endemoniado,
la voz de los
discípulos,
el murmullo de los
fariseos,
el grito de los
enfermos,
el bullicio del mundo,
acerca tu oído a
nosotros hoy…
Que por tu Espíritu aprenda
primero a oír
y después a escuchar.
Enséñame, Jesús, a
descubrir el mundo
a través de los
sonidos,
para que encuentre
el génesis de su
naturaleza
y así,
oiga “tu voz que se
pasea por el jardín”
de tu Creación.
Ayúdame, Señor, a
aplicar mi oído en tu corazón
para que en el
silencio del desierto
oiga y escuche,
como Moisés ante la
zarza ardiente,
lo que no es dicho
sino en mi pobre
corazón.
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